Annotation
El Gran Vidrio es una fiesta que se realiza anualmente en las ruinas de los edificios destruidos en la ciudad de México, donde viven cientos de familias. El hecho de habitar entre los resquicios dejados por las estructuras quebradas representa un símbolo mayor de invisibilidad social. Es quizá por eso que cuando deciden pertenecer al resto, cuando carnavalizan de alguna manera su situación, deciden llamar El Gran Vidrio a su celebración. La clave duchampiana de la experiencia le da la opción a Mario Bellatin de cobijarse en una retórica particular, la del ocultamiento a partir de lo imposible –hecho que precisamente permite una exposición extrema–, para recrear tres autobiografías que muestran, a través de su hermetismo, lo que una autobiografía tradicional es incapaz de transmitir. «Todos los textos de Mario Bellatin son de una rareza minuciosa, erudita y elaborada... Como si buscase los límites de la literatura y de sus interpretaciones, no de una forma teórica y segura sino a través de la fantasía imaginativa de su trabajo» (Mathiew Lindon, Libération)
Sinopsis
El Gran Vidrio es una fiesta que se realiza anualmente en las ruinas de los edificios destruidos en la ciudad de México, donde viven cientos de familias. El hecho de habitar entre los resquicios dejados por las estructuras quebradas representa un símbolo mayor de invisibilidad social. Es quizá por eso que cuando deciden pertenecer al resto, cuando carnavalizan de alguna manera su situación, deciden llamar El Gran Vidrio a su celebración. La clave duchampiana de la experiencia le da la opción a Mario Bellatin de cobijarse en una retórica particular, la del ocultamiento a partir de lo imposible –hecho que precisamente permite una exposición extrema–, para recrear tres autobiografías que muestran, a través de su hermetismo, lo que una autobiografía tradicional es incapaz de transmitir. «Todos los textos de Mario Bellatin son de una rareza minuciosa, erudita y elaborada... Como si buscase los límites de la literatura y de sus interpretaciones, no de una forma teórica y segura sino a través de la fantasía imaginativa de su trabajo» (Mathiew Lindon, Libération)
Título Original: El Gran Vidrio
©2007, Bellatin, Mario
©2007, Anagrama
Colección: Narrativas hispánicas, 410
ISBN: 9788433971487
Generado con: QualityEbook v0.70
Mario Bellatin
El Gran Vidrio
Tres autobiografías
Mi piel, luminosa
... en los alrededores de la tumba del santo sufí
1. Durante el tiempo que viví junto a mi madre nunca se me ocurrió que acomodar mis genitales en su presencia pudiera tener una repercusión mayor.
2. Estaba equivocado.
3. Después supe que incluso les pedía a las otras mujeres objetos de valor para que los miraran plenamente.
4. Ajustados, acogotados, a punto de estallar.
5. Mi madre aprovechando mi dolor.
6. Recolectando objetos sin parar.
7. Muchas veces cosas de comer o pequeñas prendas de adorno personal: aretes de plástico o alguna cuerda delgada que adosaba a su muñeca.
8. Cierta vez consiguió un lápiz con el que pintó sus labios.
9. Fue tanto el entusiasmo que pareció causarle delinear su boca que olvidó por unos momentos mi presencia.
10. Logré entonces desanudar la extraña prenda que ideó para nuestras visitas a los baños públicos.
11. Quedé totalmente al descubierto.
12. Una luz difusa iluminó mi carne.
13. Decidí arrojarme al agua.
14. A la parte más honda.
15. Aparté a unas mujeres obesas que con sus cuerpos me impedían el paso.
16. Estuve incluso a punto de cruzar a la sección reservada a los hombres.
17. De haberlo logrado, estoy seguro de que nunca más habría vuelto a ser recibido de la misma manera por mi madre.
18. Me encontraba a gatas.
19. El agua se confundía con el barro.
20. Si me hubiera puesto de pie me habría llegado apenas a los tobillos.
21. Quedaría expuesto entonces nuevamente a las miradas que hacen posible que me encuentre ahora en estos baños.
22. Las mujeres hurgarían entre sus pertenencias y lograrían, por medio del trueque tan particular que mi cuerpo propicia, contemplarme el tiempo que considerasen necesario.
23. De improviso se me ocurrió voltear.
24. Mi madre continuaba al lado de las piletas de aguas termales.
25. Seguía abstraída en el ritual de delinear su boca.
26. Las demás la observaban con detenimiento.
27. Salvo las mujeres obesas, que parecían desesperadas por salir de la zona que les tenían reservada.
28. Me atrevo a decir que esa escena de mi madre pintando sus labios era un espectáculo ajeno a las costumbres de la región.
29. Me pareció tan alejado de nuestras usanzas que no pude controlarme y le grité.
30. Mi voz se fue acrecentando.
31. El rebote del agua contra los canales de cemento distorsionó de manera rotunda las palabras.
32. No podía permitir que la boca de mi madre fuera más importante que el espectáculo que mis testículos son capaces de ofrecer.
33. Pero en ese momento parecía serlo, incluso a las mujeres obesas se las veía dispuestas a romper las reglas y se preparaban para ingresar en la zona de aguas termales.
34. Aquello nunca antes había sucedido.
35. A partir de cierta edad y de las diferencias de los cuerpos, cada cual tiene su sección asignada.
36. Sólo a los niños y los adolescentes se nos permite ir de una a otra sin el permiso de nadie.
37. En los primeros tiempos acostumbraba permanecer muchas horas dentro del agua.
38. En aquella época no había experimentado aún lo perjudicial que suelen ser los excesos.
39. Era inconsciente todavía de lo vetustas que se tornan las superficies cuando son recorridas por sustancias líquidas una y otra vez.
40. Descubrir las marcas que el tiempo produce sobre las texturas es quizá una de las enseñanzas más importantes de estos baños.
41. Lo único que parece escapar a este deterioro son mis testículos, siempre dispuestos para la exhibición.
42. Mi madre solía esperarme diariamente en la puerta de salida.
43. Se veía contenta cada vez que nos volvíamos a encontrar.
44. Llevaba casi siempre consigo los objetos recolectados durante la jornada.
45. Le agradaban la mayoría de los regalos que le ofrecían a cambio, pero parecía haber comenzado a sentir una especial predilección por los lápices de labios.
46. En más de una ocasión me despertó en plena madrugada para mostrarme su boca coloreada de morado o fucsia fosforescente.
47. Era difícil estar seguro de si aquella figura exaltada formaba parte de un sueño o de una acción que existía en la realidad.
48. Mi madre no suele dejar de mostrarme los labios hasta que despierto del todo.
49. En madrugadas como aquéllas es difícil que vuelva a conciliar un sueño profundo.
50. Permanezco entre despierto y dormido.
51. Pongo entonces en práctica un viejo juego —que me entretiene desde siempre— que consiste en sacar mis genitales, sin necesidad de las manos, de la extraña ropa interior que me confecciona mi madre.
52. Esta prenda, que debo llevar todo el tiempo sin que muchas veces se note su presencia, no es precisamente una invención suya.
53. Para diseñarla ha seguido una serie de patrones de antigua data.
54. Sé además que el oficio de madre que se dedica a mostrar los genitales de sus hijos no es tampoco de su invención.
55. Se trata de una práctica milenaria para la cual no todas las mujeres con hijos están capacitadas.