La Península en la Edad Media
José Luis Martín Rodríguez
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INTRODUCCIÓN
A
l igual que otros muchos conceptos empleados en historia, el de Edad Media ha tenido diversos valores que dependen en última instancia del punto de vista en el que se sitúa el historiador quien, a su vez, se halla en estrecha dependencia de las ideas predominantes en su tiempo y en su ambiente. Originariamente, bajo el nombre de tiempos medios se designa a los siglos que se extienden entre dos épocas de esplendor cultural: la Antigüedad grecolatina y el Renacimiento. La definición cronológica y conceptual, período de ignorancia y oscuridad entre dos épocas luminosas, lleva consigo una limitación geográfica: la Edad Media es una creación de los europeos aplicable sólo a las zonas donde la cultura grecorromana se halla vigente en el momento de la acuñación del concepto, es decir, a Europa.
Cuando las preocupaciones de los europeos pasan del campo cultural al político, la Edad Media cambia de sentido y se consideran dentro de este período los años que median entre la división del Imperio Romano en Occidental y Oriental y la desaparición del último en 1453; un paso más en la occidentalización de la historia medieval se da cuando se prescinde de la fragmentación del Imperio y se hace nacer la Edad Media en el año 476, fecha en la que oficialmente desaparece el Imperio Occidental.
El auge del nacionalismo en el siglo XIX introduce nuevas modificaciones en el concepto de Edad Media; los europeos ya no se ven representados en el Imperio Romano sino en sus respectivas nacionalidades y situarán la Edad Media entre las invasiones germánicas de comienzos del siglo V y los últimos años del XV , en los que se consolidan las naciones surgidas del asentamiento de los pueblos germanos. La comprobación de una crisis económica, social y cultural en la época de las invasiones refuerza la teoría precedente, y comienza a hablarse de las invasiones germánicas como de una catástrofe que marca claramente las diferencias entre el mundo antiguo y el medieval. Esta idea, sin embargo, no se mantiene durante largo tiempo; los historiadores alemanes y franceses demostrarán que las invasiones apenas modifican el panorama europeo, salvo en el campo político al que cada vez se da menos importancia ante el interés que la sociedad y los historiadores conceden al factor económico.
Partiendo del interés por la economía y del rechazo de la teoría catastrófica, el historiador belga Henri Pirenne creyó descubrir un cambio profundo en la organización económica de Europa a comienzos del siglo VIII: al ocupar ambas orillas del Mediterráneo los musulmanes habrían impedido el intercambio comercial entre Oriente y Occidente; a causa de ello, habrían desaparecido los mercaderes y, sin ellos, las ciudades occidentales habrían perdido su función económica, se habrían despoblado, y la población se habría visto obligada a vivir de la tierra, que sería durante varios siglos la única fuente de riqueza; la Edad Media, para Pirenne y para sus seguidores, finalizará cuando el comercio y, con él, las ciudades resurjan en Europa. Aunque elaborada desde un punto de vista distinto al de los historiadores de la política, la teoría de Pirenne enlaza directamente con las ideas de éstos; unos y otros parten de un hecho externo a Europa (las invasiones) para explicar la ruptura de la unidad: política en un caso, económica en el otro.
En los últimos años, y coincidiendo con los cambios de todo tipo ocurridos en el mundo, los estudios históricos han experimentado profundas transformaciones; por un lado, se concede mayor atención al estudio interno de las sociedades y por otro, se ha llegado al convencimiento de que los factores políticos, económicos, sociales, culturales, religiosos y de mentalidad no son elementos diferenciables entre sí y analizables por separado, sino partes de un todo que es preciso estudiar en su conjunto. A partir de estas premisas se ha podido demostrar que la ruralización europea se inicia con anterioridad, independientemente por tanto, al dominio musulmán del Mediterráneo; las causas de este cambio se han hallado en la propia estructura de la sociedad europea.
Al tener en cuenta factores tan diversos, cuya evolución no se produce al mismo ritmo ni simultáneamente en todas las zonas europeas, resulta imposible fijar una fecha concreta para el comienzo o final de una época; en ningún momento se da un corte tajante, sino una evolución, un cambio continuo que hace difícil la división de la historia en períodos claramente definidos. Si éstos se mantienen se debe a la fuerza de la tradición y a la necesidad de parcelar el campo histórico para un mejor conocimiento. Todos los historiadores son conscientes, sin embargo, de que se trata de una división artificial e intentan superarla mediante la creación de grandes períodos intermedios; así, la Edad Media iría precedida de una larga etapa de transición que se sitúa entre los siglos IV al VIII y que recibe los nombres de Antigüedad Tardía o de Muy Alta Edad Media, y seguida de un período de tránsito a la Edad Moderna entre los siglos XIV y XV . Como quiera que, a pesar de estas limitaciones, el período medieval no tiene unas características uniformes, la propia Edad Media se ha dividido a su vez en Alta (siglos VIII-XI ) y Baja (siglos XI-XIV ) y ni siquiera hay unanimidad en la denominación y en la extensión dada a estos períodos históricos.
La historiografía española no ha permanecido al margen de los cambios señalados. Durante mucho tiempo, se ha situado el comienzo de la Edad Media en el año 409 (primeras invasiones germánicas) y su final en 1469, año en que, a través del matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, se lograría la unidad política española. En época posterior las ideas de Pirenne han sido suficientemente conocidas y puede decirse que la mayoría de los historiadores españoles sitúan el comienzo de la Edad Media en los primeros años del siglo VIII , pero sus razones son distintas de las del historiador belga porque los conocimientos, intereses y situación de unos y otro son diferentes; para Pirenne, historiador de la economía occidental, la ocupación del Mediterráneo por los musulmanes era importante en cuanto que de ella derivaba la
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