Esta obra fue galardonada en enero de 2015 con el XXVII Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias por un jurado compuesto por José Álvarez Junco en calidad de presidente, Miguel Ángel Aguilar, Francesc de Carreras, Emilio La Parra, José María Ridao y Josep Maria Ventosa en representación de Tusquets Editores.
AGRADECIMIENTOS
En la larga carrera que es el maratón de una biografía, he recibido múltiples ayudas y estímulos de diverso tipo sin los cuales el recorrido se habría hecho aún mucho más difícil y extenuante. Al final, llegando a la meta, se mira por fuerza atrás y allí, hasta donde la vista y el recuerdo son capaces de alcanzar, emergen, como la punta de un iceberg, aquellas personas que en diferente grado y tiempo nos ayudaron, y los nombres de los que conseguimos recordar. A los que quedaron hundidos en el piélago de la memoria, mil perdones. A los primeros, y por orden alfabético, mi agradecimiento.
Concepción Alberca Serrano, Jean Alsina, Jordi Amat Fusté, Andrés Arenas Gómez, Manuel Arias Maldonado, Antonio Bertrán, Jean-François Botrel, Anna Caballé Masforroll, Jean-Pierre y Bernadette Castellani, Antonio Castillo Gómez, Francisco Chica, Laura del Corral, Lola Cruz, María Eloy, José Esteban Gonzalo, Antonio Fernández Torres, Rosa Fernández Urtasun, Víctor Fuentes, Francisco Fuster, Jordi Galves, Luis García Jambrina, José Luis García Martín, Joaquín González Cuenca, Françoise Griboul, José Lara Garrido, Robin Lefère, Philippe Lejeune, José Manuel López de Abiada, Juan Malpartida, Fernando Marchesi e Isabel Eugui Echenique, Javier, Íñigo y Paula Macicior, Winston Manrique Sabogal, Guy Mercadier, Isabel Pérez Montalbán, Vicente Luis Mora Suárez-Varela, Justo Navarro, Félix Pacho, Unvelina Perdomo Montelongo, Pedro María Quevedo Beola, César Requesens, Alicia Reyes, Javier Rodríguez Marcos, Francisco Rodríguez Oquendo, José Rosas Ribeyro, José Luis Ruiz Olivares, Inés Sáenz, Miguel Sánchez Ostiz, Justo Serna, Alfredo Taberna, Concepción Toledano del Valle-Inclán, Joaquín del ValleInclán Alsina, Miguel del Valle-Inclán Alsina, Carlos del Valle-Inclán Blanco (†), Josep Maria Ventosa, Aurelio Verde Irisarri, Ángeles Vian Ortuño, Cristina Villarmea Álvarez, Darío Villanueva y Juana Iturralde, «Juanita» (†).
La vida sin ser examinada no tiene sentido. Pero la vida examinada está llena de peligros.
Saul Bellow
Presentación
Escribir la vida de alguien tan conocido como Valle-Inclán tiene alguna ventaja y un serio inconveniente. Don Ramón es, por supuesto, un personaje muy conocido, pero distorsionado por su leyenda. Lo primero exime de tener que presentarlo y de justificar su importancia, pues nadie discute el lugar de honor que ocupa en la literatura española. Lo segundo es sin duda un lastre, pues la leyenda se inmiscuye en la biografía y nos obliga a dudar de lo que algunos biógrafos y el propio autor han difundido sobre su vida, donde se han mezclado historia y ficción sin medida. La meta de esta biografía es clara y difícil de conseguir: trata de levantar un relato veraz que saque al escritor de ese limbo de irrealidad en que lo han confinado.
A esta dificultad cabe añadir la contradictoria personalidad del autor que presenta dos caras en apariencia irreconciliables. Por un lado, era reservado en lo personal, más que reservado, avaro de su intimidad, que ocultaba, borraba o disimulaba con pistas falsas hasta hacerla impenetrable. Por otro, tenía una tendencia compulsiva a la sobreexposición pública, a buscar la notoriedad, a ser el centro de la escena, del ágora, del café, y ahí brillaba con el máximo esplendor: como un actor al que le gustase cambiar continuamente de papel, don Ramón simultaneaba diferentes máscaras. En resumen, hizo pocas confidencias íntimas fiables, y además era fabulador de su propia vida, lo que obstaculiza y frustra las aproximaciones biográficas a partir de sus declaraciones públicas y de las escasas referencias autobiográficas en su obra. Poca ayuda le cabe esperar al biógrafo de su biografiado, pues Valle-Inclán es el ejemplo de cómo un escritor evita cualquier confidencia o confesión creíble. Para él esto era algo execrable y un síntoma de debilidad.
Casi al final de sus días, en 1934, un redactor del diario madrileño La Voz se acercó a su casa de la plaza del Progreso en Madrid con la idea de hacerle una entrevista sobre lo que Valle-Inclán había hecho cuando tenía veinte años. Al requerimiento del periodista, contestó tajante: «Yo no recuerdo nada de mis veinte años...». La sorpresa fue grande y el silencio que siguió a su respuesta resultó molesto. ¿Cómo no iba a recordar nada? Una respuesta así quería decir que no tenía intención de hablar de su pasado. Las siguientes intentonas del periodista dan en hueso. Después del forcejeo, Valle-Inclán concluye: «Los escritores deben olvidar sus veinte primeros años [...]. No tengo nada que contarles...». Como se verá en las páginas que siguen, este obstáculo no es menor, pues pone al biógrafo en más de una ocasión en un brete, cuando no al borde de la crisis nerviosa.
Fue refractario incluso a hablar de su infancia, posiblemente por conflictos habidos tal vez en la familia, pues como apostilla en una entrevista de 1918: «... y de mi infancia no quiero decir más». Para un carácter fantasioso debía ser difícil atenerse a lo vivido, cuando tenía la capacidad de reinventar la vida con la imaginación.
En cualquier caso, la relevancia de la obra y de la figura de ValleInclán no se corresponde con las escasas y poco documentadas biografías que ha merecido. En los países europeos de nuestro entorno, un escritor similar en importancia a nuestro personaje tendría como mínimo una docena de biografías solventes y otras tantas de divulgación. No es este el caso, pues es conocida nuestra desidia en este campo, que nos ha impedido tener una tradición y una escuela biográfica propia, acostumbrados como estamos a dejar que sean los hispanistas foráneos los que escriban las biografías canónicas de nuestros escritores y personalidades de mayor trascendencia.
El conocimiento que hemos tenido de la vida de Valle-Inclán hasta hace relativamente poco tiempo proviene de las tres biografías que se publicaron al comienzo de la década de los cuarenta pocos años después de su muerte en 1936. Los primeros biógrafos, Francisco Madrid (La vida altiva de Valle-Inclán, 1943), Melchor Fernández Almagro (Vida y literatura de Valle-Inclán, 1943) y Ramón Gómez de la Serna