A Nacho, con quien comparto destino y una vida maravillosa: ¡Aún nos quedan aventuras por vivir! A Isabela, Rodrigo, Pelayo, Santiago, Enrique y Clara, mis hijos y mi mayor tesoro: Que la alegría de dar sea siempre en vuestro corazón más fuerte que el afán de poseer. Que vuestra vida no la determine el éxito o el fracaso sino el deseo de hacer el bien. Y, por encima de todo, amad la Verdad y sed agradecidos. A María Isabel y Rafael: Sois los mejores padres que se puede soñar. A mis hermanos, Miguel, Nacho y Cristina, porque hemos logrado permanecer unidos. Al resto de mi familia y a mis amigos, que son como las raíces de un árbol que se extienden más allá de la propia existencia.
Y a todos los rebeldes de la Tierra que no pactan con la injusticia y que buscan la Verdad: En el lugar más insospechado, en el más humilde, estad seguros de que la encontraréis. ÍNDICE Introducció n : Los tres Mundos .................................... 6 PRIMERA PARTE VIAJE POR LAS TIERRAS ALTAS 1. Un secreto descubierto ............................................ 15 2. 20 3. 20 3.
El caballo herido ...................................................... 28 4. El curandero de Viñaruín ......................................... 34 5. La pócima sanadora ................................................. 40 6.
El encuentro con Barrabás ....................................... 45 7. La huida por el bosque ............................................. 50 8. El desafío de Elver ................................................... 55 9.
La Tribu Rebelde del Altiplano ................................ 63 10. El pantano tenebroso ............................................... 71 11. El médico y el Muro de Aguas Luminosas ............. 79 12.
Un cambio inesperado ............................................ 88 SEGUNDA PARTE VIAJE POR LAS TIERRAS MEDIAS 13. El descenso a la Playa de las Perlas ........................ 96 14. En el palacio del joyero León .................................. 104 15.
El pacto de sangre entre Elver y Natur .................... 113 16. La Ciudad de los Joyeros ......................................... 122 17. El precio de un error ................................................ 129 18.
La Gema Azul .......................................................... 139 19. Una terrible venganza .............................................. 145 TERCERA PARTE VIAJE POR LAS TIERRAS BAJAS 20. El renacer de la esperanza ........................................ 154 21.
La travesía por el Gran Desierto .............................. 160 22. El Oasis .................................................................... 170 23. Las noticias de Ellyllón ............................................ 178 24.
La Batalla Final ........................................................ 183 Agradecimientos ……………………………………… 191 «La noche lo esconde mientras se acerca, sigiloso, a las potrillas que pastan bajo la luna; brotes verdes para tiernas lenguas. Solo una, solo una le seduce, le rompe la idea. Una potra de ojos dulces y piernas de gacela. Bajo la oscura encina de la noche negra, el centauro la observa, cautivo en un cuerpo que le aparta de su amada. La sangre del centauro se unirá a la de la mujer elfo y la Llave de oro blanco se fundirá en su espesura.
El cielo se cubrirá con una explosión de cristales, que derribará el Muro con el poder de la Gema Azul. Vida a precio de sangre, unión de voluntades que abrirá, para siempre, la Puerta del Reino». ( Extracto de la Leyenda del Centauro , contenida en el Libro de la Profecía , escrito antes del inicio del tiempo ). Introducción Los tres Mundos E n una época que los sabios llaman «Atemporal» o «Era de los Místicos» ocurrieron los hechos que aquí se narran. Al Principio, el universo formaba una composición armónica. Había un Reino de la Luz, donde habitaban los elfos, hadas y demás seres alados, bajo la bondadosa autoridad de sus Reyes.
El Reino se extendía hasta el infinito y tenía una Puerta, en el sur, horadada en un altísimo Muro, que lo separaba del mundo de los humanos o Tierra. La Puerta siempre permanecía abierta y la convivencia entre los habitantes de uno y otro lado era continua y amistosa. De la roca del Muro brotaba, hacia el Reino de la Luz, un manantial que daba vida a un río, conocido como Río Verde por el color esmeralda de sus aguas. Por el lado que daba a la Tierra caían del Muro unas misteriosas Aguas Luminosas que calmaban la sed de los seres del mundo de los humanos. La Puerta tenía una cerradura sin llave. Sucedió un día, por motivos que la tristeza aconseja no recordar ahora (aunque seguramente nos veamos obligados a hacerlo más adelante), que el Elfo más bello del Reino de la Luz se levantó en armas, junto a otros muchos, contra sus Reyes.
El Rey de la Luz, tras ganar la Gran Guerra, desterró a los desleales a un espacio vacío: el Inframundo, situado bajo la Tierra. En aquel espantoso lugar no había nada, solo un manto de cenizas en el que crecían unos hongos que servían de alimento para el traidor y sus secuaces. Quien fuera en otro tiempo el Elfo más bello se convirtió en la más espantosa Bestia. Sus aliados se transmutaron también en seres horrendos, a quienes los sabios fueron dando, en función de su grado de fealdad y maldad, nombres diversos: trasgos, orcos y demás habitantes del Inframundo. Por primera vez, el Rey de la Luz puso unos guardianes a vigilar la Puerta que unía el Reino con la Tierra, por si alguno de los desleales del Inframundo lograba llegar hasta el Muro y colarse de nuevo en el Reino. Durante mucho tiempo, la Bestia mantuvo ocupados a sus ejércitos de orcos y trasgos, tejiendo en las profundidades del Inframundo un gigantesco manto con el que cubrir a los habitantes de la Tierra.
Era un manto de cenizas, fino como una tela de araña, casi imperceptible a los ojos; pero aquel sobre quien cayera, vería devastado su espíritu. Los Guardianes de la Puerta escaparon por un soplo de ser cubiertos por aquel manto. No tuvieron otra salida que cerrar la Puerta del Reino de golpe, para evitar que los orcos invadieran también aquel lugar sagrado. La Tierra se quedó a oscuras, desprotegida ante el poder de la Bestia que actuaba amparada por su diabólico manto. Poco a poco, los sueños de los niños, las ilusiones de los jóvenes y las esperanzas de los viejos se fueron disolviendo en la nada. Los mortales comenzaron a vivir entregados a deseos oscuros e insustanciales.
Una enorme pereza se adueñó de sus mentes, robándoles la palabra a los poetas, la inspiración a los músicos, el color a los pintores. Fue algo todavía más cruel: permaneció un recuerdo, el anhelo de la plenitud de otros tiempos. Para garantizar la estabilidad de la conquista, la Bestia había dejado parte de su ejército en la Tierra antes de regresar al Inframundo. Rara vez podían los humanos percatarse de la presencia de los servidores de la Bestia. Tan solo de vez en cuando, en la densidad de la noche, lejos de la claridad de las ciudades, alguno había visto ojos rojizos brillando en la oscuridad, seres colmilludos cubiertos de pelo. Otros habían dado testimonio de haber vislumbrado, a lo lejos, hordas de criaturas siniestras que emitían rugidos mientras se llevaban entre los dientes pobres víctimas de su maldad.
Los más intrépidos se habían aventurado a inspeccionar el lugar a la luz del día: jamás se encontró rastro alguno de los desaparecidos. Entre las células de resistencia formadas por hombres, mujeres y niños que combatían el olvido, se transmitía de padres a hijos una leyenda. En ella se hablaba de la existencia de héroes que habían escapado, malheridos, de las mortales fauces de los orcos. Héroes que nunca después pudieron regresar a sus hogares, pues el contacto con los orcos había cambiado su naturaleza humana, transformándolos en caballos salvajes que en las noches de luna llena recuperaban algo de lo que eran; centauros que en su dolor reconocían su rostro y su cuerpo humanos prisioneros en los lomos de un caballo. Pocos hombres habían visto a los centauros, pero sabían que eran fuertes protectores de sus vidas. La existencia de los centauros era uno de los grandes dones que el Rey de la Luz había otorgado a los humanos después de la Gran Guerra.
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