EL LENGUAJE PROHIBIDO DE LOS AROMAS
Mabela Ruiz
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PETICIÓN
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Para Nacho
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Antonio Machado
REFLEXIONES DEL DETECTIVE PIN DESPUÉS DE ENTREVISTAR A LADY MAINFORT Y TOMAR DATOS SOBRE EL LUGAR EN QUE SE PRODUJO LA MUERTE DE CHARLES
Lunes, 19 de mayo de 1975, 14.05 h
En el tren, de vuelta a Londres
Antes de salir de la mansión de lady Mainfort la cocinera ha aparecido con un paquetito y me lo ha dado.
—Para el viaje, mister Pin —me ha dicho.
Lo acabo de abrir: ocho sándwiches de roast beef y lechuga, cuatro de salmón ahumado, una botellita de leche y un trozo de tarta de chocolate. Todo un detalle, aunque se nota que esta gente tan adinerada se cuida la figura... bueno, por lo menos esto me servirá de aperitivo, estoy muerto de hambre.
Hablando de muertos, voy a intentar poner por escrito mis impresiones para aclararme las ideas.
Malcolm me ha enseñado la casa entera. Este mayordomo me produce un cierto escalofrío. No quiero decir que aparente ser una mala persona; es un hombre afable, con el pelo blanco, la espalda algo jorobada y bastante cegato... aunque tiene ojillos de listo.
Hemos entrado en la habitación de lord Mainfort. Hasta el pijama estaba sobre la cama. Debía de ser un hombre austero y ordenado; cada cosa estaba en su sitio: la pluma sobre la mesa junto a unas cuartillas, las zapatillas perfectamente puestas debajo del pijama, la ropa (no demasiada) de los armarios como recién traída de la tienda. Claro que es posible que el propio Malcolm lo haya dispuesto todo, no creo que sea difícil ser ordenado si se tiene mayordomo.
Le he preguntado a Malcolm si efectivamente lord Mainfort era un hombre ordenado y austero.
—Sí, señor —me ha dicho—, he criado a lord Mainfort desde que nació y siempre le gustó tener pocas cosas y cuidadas.
Hemos entrado en el cuarto de baño en el que lord Mainfort apareció muerto. Por poco me mato y tenemos una tragedia más. El suelo estaba enormemente resbaladizo. Menos mal que el viejo estaba a mi lado para sujetarme.
Nunca hubiera pensado que tuviera tanta fuerza. Le he preguntado a Malcolm si el día de la muerte de lord Mainfort el suelo estaba en las mismas condiciones. Me ha explicado que hace dos semanas entró a trabajar una criada nueva, muy joven e inexperta. Tuvo la idea absurda de encerar la madera del suelo del baño, una barbaridad. La pobre se cogió tal disgusto con su metedura de pata que lady Mainfort consintió en darle otra oportunidad.
Este dato creo que debo considerarlo más adelante: cuando lord Mainfort murió, el suelo acababa de ser encerado.
Mientras examinaba el cuarto de baño, le he preguntado a Malcolm por qué creía él que lord Mainfort se había suicidado de esa forma, llenando el baño de flores e ingiriendo esencias hasta reventar. Para mi sorpresa me ha dicho que lord Mainfort siempre le pedía que preparara el baño de esa manera. Miss Laville le había recomendado bañarse en agua con rosas y esencias florales para mejorar la hidratación de la piel. Malcolm me ha explicado que lord Mainfort tenía una piel muy seca y a menudo se le formaban costras por ese motivo. Al parecer, le gustaba especialmente el agua de lavanda, decía que su color azulado tenía un efecto relajante como ninguno.
Le he preguntado a Malcolm el nombre de las esencias y aguas perfumadas que introdujo en el baño de lord Mainfort el día de su muerte. Se lo ha pensado unos minutos y luego me ha contestado con seguridad:
—Agua de rosas, esencia de jazmines, unas gotitas de azahar de naranjo y, por supuesto, el agua de lavanda que aquel día tuve que coger de la habitación de miss Laville porque se había terminado el de lord Mainfort.
Me ha pedido por favor que le guarde este secretillo, ya que lord Mainfort le había dicho por la mañana que se acercase a comprar el agua de lavanda y él lo había olvidado. Ni siquiera le pidió permiso a miss Laville para coger la suya, pues pensaba reponer el agua al día siguiente, en cuanto la comprara.
Otro dato interesante. Lord Mainfort solía bañarse en un baño tan estrambótico como el que encontraron el día de su muerte. Y fue miss Laville quien le recomendó hacerlo.
Luego le he preguntado a Malcolm si el día de la muerte de lord Mainfort había hablado con él sobre algo. Su contestación ha sido interesante, me ha dicho algo así:
—Lord Mainfort y yo hablábamos muy poco, sólo para cuestiones prácticas. Creo que ese día no me dijo nada importante, bueno, quizás una cosa. Después de que le preparara el baño, como siempre, me dijo que me marchara y que volviera más tarde porque quería darme algo para que llevara urgentemente a mister Peter Rowl. Volví al cabo de una hora, a las nueve y media de la noche. Le encontré allí, ahogado en la bañera. Era evidente que estaba muerto. Grité y mister Mainfort salió de su habitación alarmado. Le enseñé lo ocurrido y salí corriendo... todo lo que puedo correr, no sé si se ha dado cuenta de que veo más bien poco, para avisar a lady Mainfort. Ella estaba con miss Laville en el laboratorio. Se quedó pálida; avisó a la policía antes incluso de comprobar la muerte de su hijo.
Así que el mayordomo se quedó sin saber qué quería lord Mainfort enviarle a su amigo... interesante... ¿Y si fuera la nota que escribió? Consideraré ésta una hipótesis a tener en cuenta cuando entreviste a mister Rowl.
También le he preguntado si sabía dónde habían estado mister Mainfort y miss Laville en el espacio de tiempo desde que él se marchó del cuarto de lord Mainfort, una vez preparada la bañera (aproximadamente a las ocho y media), y volvió para encontrarlo muerto, o si recordaba algo extraño que pasara. Se ha quedado pensativo y luego me ha contestado que miss Laville estaba con lady Mainfort en el laboratorio, de lo cual estaba seguro porque había ido a preguntar a qué hora se debía servir la cena. Mister Mainfort —me ha dicho— estaba en su habitación antes de que él fuera a preparar el baño de lord Mainfort; por lo visto, estaba indispuesto del estómago y le había llamado para decirle que no le pusieran cubierto aquella noche.
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