ORO, PETRÓLEO Y AGUACATES
© del texto: Andy Robinson, 2020
© de esta edición: Arpa & Alfil Editores, S. L.
Primera edición: marzo de 2020
ISBN: 978-84-17623-40-1
Diseño de colección: Enric Jardí
Diseño de cubierta: Anna Juvé
Imagen de cubierta: Mapa de América del Sur,
Sebastian Cabot, 1544 © Album
Maquetación: Àngel Daniel
Producción del ebook: booqlab.com
Arpa
Manila, 65
08034 Barcelona
arpaeditores.com
Reservados todos los derechos.
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Andy Robinson
ORO, PETRÓLEO Y AGUACATES
Las nuevas venas
abiertas de América Latina
SUMARIO
INTRODUCCIÓN
LA BATALLA POR EL FUTURO DEL AMAZONAS
Oro (Colombia, Centroamérica, Estados Unidos) El Dorado en Salt Lake City |
Hierro (Minas Gerais, Brasil) La fuerza bruta férrea |
Niobio (Roraima, Brasil) El fetiche de la ultraderecha brasileña |
Coltán (Gran Sabana, Venezuela) Las minas de Nicolás Maduro |
Diamantes y esmeraldas (Diamantina, Brasil) Al otro lado del paraíso |
Plata (San Luis Potosí, México) Peyote y racers |
Cobre (Apurímac, Perú / Atacama, Chile) Dos ruedas de prensa y una revolución |
Litio (Potosí, Bolivia) Potosí, golpe en el salar |
Quinoa (Uyuni, Bolivia) El auge y la caída del grano milagro |
Plátanos (Honduras) La República bananera versión siglo xxi |
Soja (Pará, Bahía, Brasil) Cargill y la guerra del fin del mundo |
Carne (Pará, Brasil) La capital del buey |
Petróleo (Venezuela, Brasil, México) Petrosocialismo y contraataque en PDVSA, Petrobras y Pemex |
Hidroeléctrica (Pará, Brasil) Los mapas de los mundurukus |
«En la alquimia colonial y neocolonial,
el oro se transfigura en chatarra y
los alimentos se convierten en veneno».
EDUARDO GALEANO,
Las venas abiertas de América Latina
A mis compañeros de La Vanguardia
INTRODUCCIÓN
LA BATALLA POR EL FUTURO DEL AMAZONAS
¿Qué diría Eduardo Galeano si escribiera hoy Las venas abiertas de América Latina? Esta pregunta me surgió cuando recorría la ciudad de Itaituba, a orillas del río Tapajós, en la Amazonia brasileña. La izquierda aún gobernaba en Brasilia y yo había emprendido aquel largo viaje desde Río de Janeiro para averiguar hasta qué punto el polémico Programa de Aceleración del Crecimiento, abanderado por la presidenta Dilma Rousseff, sería compatible con la supervivencia del gran pulmón del planeta y de los 13.000 pobladores de la etnia munduruku, cuyas tierras milenarias serían inundadas con la construcción de una gigantesca central hidroeléctrica en São Luiz do Tapajós. La central iba a suministrar electricidad a las nuevas metrópolis del Amazonas, a las minas y a las plantas de soja que se instalarían en la región.
Lo último que esperaba, después de una larga travesía de trece horas en un cachazudo barco desde Santarém, la capital selvática a siete horas de avión de Río, era oír el rugido de unas motos de agua, equipadas con potentes motores de 2.600 c. c. Pero allí estaban, zigzagueando sobre una larga estela blanca a lo ancho del enorme río. El silencio milenario solamente perturbado por los zumbidos y el bordoneo de la selva profunda de pronto se había roto. Acaso Itaituba sintiera ahora la necesidad del ruido mecánico y la velocidad. «Las jet ski están de moda aquí, verás al menos quince o veinte este fin de semana. La mía alcanza los 170 km por hora», me dijo Bruno, un muchacho de dieciocho años, tras sacar su moto del agua y subirla al remolque de un todoterreno. Mientras hablábamos, había atracado un barco venido de Santarém, cien kilómetros río abajo, del que descargaban cinco quads, ideales para correr carreras por los caminos recién abiertos a través de la selva.
Bruno había comprado su moto de agua (unos 20.000 reales, aproximadamente 7.000 euros) con dinero de la construcción. Trabajaba en el asfaltado de la carretera transamazónica que provocaría una nueva fase de deforestación. Pero también había otras fuentes de dinero rápido en Itaituba —ciudad de 100.000 habitantes en plena explosión demográfica—, que era el centro de todas las actividades extractivas del oeste del estado amazónico de Pará: oro, diamantes, madera… Y por supuesto, la soja, que se descargaba en la terminal de la multinacional Bunge. Incluso se esperaba otro boom demográfico con la construcción de la gran represa hidroeléctrica diez kilómetros río arriba, en territorio munduruku, y las nuevas hidrovías para el transporte de soja, minerales y madera.
¿Ha cambiado mucho Itaituba en los últimos años?, le pregunté a Bruno, hijo de inmigrantes que habían llegado a la selva tres décadas atrás no en busca de riqueza, sino de dos comidas diarias. Miró hacia un lado y me señaló siete u ocho buitres negros —urubúes, los llaman en portugués— posados sobre un montón de basura con las alas extendidas como cortinas funerarias: «¿Usted cree que hay muchos urubúes ahí, verdad? Pues antes había muchos más».
De algún modo aquella escena parecía resumir las contradicciones de la gran apuesta económica de los Gobiernos de la nueva izquierda latinoamericana. Hacía falta acelerar el crecimiento del PIB para eliminar la pobreza y la extrema desigualdad. Esos eran los dos lastres que la región arrastraba desde hacía quinientos años, primero con la esclavización indígena en las minas de oro y plata, y luego con los que llegaron encadenados de África para recoger los primeros cultivos (azúcar, banana, café, etcétera) destinados al nuevo mercado global.
Conservar el apoyo de esa masa de trabajadores latinoamericanos en ascenso social, como Bruno, requería de constantes mejoras en el bienestar material de la población. Y la forma más rápida de lograrlo, sin provocar una crisis de deuda externa, fue a través de las exportaciones de materias primas que generaran divisas. En tiempos de recursos menguantes y con el auge de China como superpotencia, las materias primas se cotizaban al alza y la tentación de activar la máquina de la extracción se hizo irresistible.
Pero ¿cómo conseguirlo sin cometer las mismas atrocidades que en las épocas clásicas del expolio en América Latina, que Galeano había denunciado tan gráficamente en su libro? Es más, si Bruno era un integrante de esa nueva clase media «aspiracional» —es decir, con aspiración a un mayor consumo—, ¿cómo evitar que acabara oponiéndose a los principios de igualdad y protección del medio ambiente que la izquierda abanderaba? Pronto se comprobaría, con la derrota del Partido de los Trabajadores en Brasil y el ascenso de una extrema derecha salvaje, que la nueva clase media había destruido a su creador. Algo que también le pasaría a Evo Morales en Bolivia un año después.
Este libro reúne un conjunto de crónicas sobre las circunstancias, tanto históricas como actuales, en las que se extraen ciertas materias primas en América Latina: de la soja al niobio, de la carne al oro, de la quinoa a la plata, del petróleo al aguacate. Nos sirven para reflexionar sobre este dilema y para analizar los dramáticos eventos —historias de golpes de Estado y levantamientos populares desde Bolivia a Chile y Colombia— que han sacudido la región en los últimos años. Cada capítulo corresponde a un viaje hasta un lugar emblemático relacionado con una materia prima. Recorro algunos de los itinerarios de Galeano, lugares como Potosí, Minas Gerais o Zacatecas, que proporcionan otro tipo de materia prima, en este caso periodística, para reflexionar sobre su atrevida tesis —sustentada en las teorías de la dependencia de Immanuel Wallerstein, Fernando Henrique Cardoso y André Gunder Frank—: «Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos».
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