Ignacio Ramonet
Hugo Chávez
Mi primera vida
Ignacio Ramonet nació en España en 1943. Es doctor en semiología y profesor emérito de teoría de comunicación en la Universidad de París. Además es director del periódico independiente Le Monde diplomatique, en español, y fundador y presidente de honor del movimiento internacional ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana). Preside la red internacional de observatorios de medios Media Watch Global, y es uno de los creadores del Foro Social Mundial, del que propuso el lema: “Otro mundo es posible”.
Entre sus libros destacan La golosina visual; Marcos, la dignidad rebelde (conversaciones con el subcomandante Marcos); La tiranía de la comunicación; Un mundo sin rumbo; Guerras del siglo XXI; Abecedario de la globalización (con Ramón Chao); Irak, historia de un desastre; Fidel Castro: biografía a dos voces; La catástrofe perfecta y La explosión del periodismo.
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, FEBRERO 2014
Copyright © 2013 por Ignacio Ramonet
Todos los derechos reservados. Publicado en coedición con Penguin Random
House Grupo Editorial, S. A., Barcelona, en los Estados Unidos de América
por Vintage Español, una división de Random House LLC, Nueva York, y en
Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto, compañías Penguin
Random House. Originalmente publicado en España por Penguin Random
House Grupo Editorial, S. A., Barcelona, en 2013. Copyright de la presente
edición en castellano para todo el mundo © 2013
por Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas
de Random House LLC.
Información de catalogación de publicaciones disponible en la Biblioteca del
Congreso de los Estados Unidos.
Vintage ISBN en tapa blanda: 978-0-345-80538-6
Vintage eBook ISBN: 978-0-8041-7027-7
Diseño de la cubierta: Nora Grosse / Random House Mondadori
Fotografía de la cubierta: © Jose Goitia / Getty Images
www.vintageespanol.com
v3.1
D EDICATORIA
A Maximilien Arvelaiz
Í NDICE
PRIMERA PARTE:
Infancia y adolescencia (1954-1971)
SEGUNDA PARTE:
De cuartel en cuartel (1971-1982)
TERCERA PARTE:
Rumbo al Poder (1982-1998)
N OTA DEL E DITOR
E ste libro es fruto de años de trabajo, y solo ha sido posible gracias en última instancia al esfuerzo y el talento de Ignacio Ramonet y la generosidad del presidente Chávez y su equipo. A nivel editorial, sin embargo, es obligado destacar y agradecer tanto a Teresa Aquino de Vadell como a Manuel Vadell y al resto de sus colaboradores la cooperación y la ayuda prestada por la editorial Vadell, de Caracas, cuya participación y profesionalidad han sido fundamentales para poder llevar a buen puerto este proyecto.
I NTRODUCCIÓN
C IEN HORAS CON C HÁVEZ
H abíamos llegado la víspera, al centro de los infinitos Llanos venezolanos, a un lugar cuyo nombre desconocía. Eran las nueve de la mañana y hacía ya un calor de horno. Prestada por un amigo, la casa donde nos hospedábamos era sencilla, rústica, de planta baja y techo de tejas, al estilo llanero. Poseía en fachada una gran veranda abierta, amueblada con mesas bajas de hierro forjado, mecedoras de mimbre y decenas de macetas verdes. Alrededor, agrietada y endurecida, la tierra estaba salpicada de matas de color, espléndidos árboles gigantes y frutales en flor. Un vientecillo tenaz levantaba un polvo dorado y aportaba olores de matorrales perfumados. Castigada por las bocanadas de brisa ardiente, la vegetación ofrecía, en todo el alrededor, un semblante agobiado y exhausto.
En el jardín, a la sombra, nos habían instalado una mesita con libros y documentos para la entrevista. Mientras esperaba a Hugo Chávez, me senté en el madero de una empalizada que cercaba la estancia, el “hato” dicen allí. Reinaba el silencio, apenas roto por trinos de pájaros, algún canto de gallo y el run-rún lejano de un grupo electrógeno. No se divisaba ninguna edificación a la redonda, ni se percibía ajetreo alguno de tránsito. Un retiro ideal. Tampoco había wi-fi. Ni siquiera conexión para los celulares. Sólo funcionaban, vía canales militares, unos teléfonos satelitales usados por los escoltas y el propio Presidente.
El día anterior, por la tarde, a bordo de una avioneta Falcon, habíamos aterrizado en el pequeño aeopuerto de Barinas. Antes de comenzar nuestras conversaciones para este libro, Chávez deseaba mostrarme el territorio de su infancia y las raíces de su destino. El “escenario de mis circunstancias”, dijo él.
Llegó casi de incógnito para evitar protocolos y ceremonias. Vestido con sencillez: zapatillas deportivas, pantalón vaquero negro, camiseta blanca y ligera chaqueta azul de apariencia militar. Sólo le acompañaba uno de sus principales asesores, Maximilien Arvelaiz, joven y brillante consejero de asuntos internacionales, además de varios escoltas con uniforme verde olivo. Al pie de la aeronave, nos esperaban unos calores saharianos y dos discretos 4 × 4 negros. Chávez se puso al volante del primero de ellos. Maximilien y yo subimos con él. Los escoltas en el de atrás. La noche comenzaba a caer. Enseguida pusimos rumbo al centro histórico.
Ciudad horizontal y achatada, Barinas ofrecía en aquel momento una atmósfera “de frontera”. Abundaban sufridas furgonetas de tipo pick up y rutilantes 4 × 4 de nuevos ricos. Se veían hombres con sombrero llanero calzados con botas de media caña. El Llano es tierra de vaqueros, de contrabando, de gestas y de inacabables espacios abiertos. También de corridos y joropos, canciones llaneras, música “country” local. Visto desde Caracas, aquello es en verdad el “lejano Oeste”, y el meollo identitario de la venezolanidad.
Capital del Estado homónimo, la ciudad había crecido en exceso en los últimos años. Se notaba una briosa actividad. Edificios en construcción, grúas, calles en obras, tránsito denso… En su destartalada periferia, como en el de tantas localidades, el feísmo arquitectónico había cometido espantosos estragos. Pero a medida que nos íbamos acercando al viejo núcleo urbano reaparecían la armonía geométrica colonial y alguna edificación de noble estampa.
Con su tranquila y bella voz de barítono, Chávez me iba contando la historia de esta ciudad: me indicó por dónde pasó Simón Bolívar, el Libertador; por dónde cruzaron los llaneros del “Centauro” Páez; por dónde estuvo Ezequiel Zamora —el “general de hombres libres”— cuando liberó Barinas, proclamó la Federación y salió para la decisiva batalla de Santa “la patria es el hombre”. Debemos conectar el presente con el pasado. Nuestra historia es nuestra identidad. El que la ignora no sabe quién es. Sólo la historia le da a un pueblo la entera conciencia de sí mismo».
Sonó de pronto el teléfono. Era un mensaje de texto de Fidel Castro cumplimentándole por su discurso de la tarde. Me lo mostró: “21h30. Estuve escuchándote. Me pareció muy bueno. Te felicito. Estás jugando fuerte. Fue fenomenal. Estás brillante”. No hizo ningún comentario, pero lo noté feliz. Le tenía a Fidel un afecto profundo.
Llegamos al casco antiguo. La noche había caído y la ciudad no estaba bien iluminada. Apercibimos el sorprendente palacio del Marqués y la desmesurada cárcel antigua. Recorrimos su geografía personal barinense: me enseñó el liceo O’Leary donde cursó su secundaria, y la academia de arte donde empezó sus estudios de pintura… Pasamos ante el que fue su hogar de adolescente en el barrio Rodríguez Domínguez, el domicilio de sus amigos Ruiz Guevara, la casa de su primera novia, la cancha de béisbol entre vecinos…