ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
Edward Hopper (1882-1967)
- , 1942. Óleo sobre tela. 84, 1 x 152, 4 cm. Friends of American Art Collection, 1942.51. Fotografía de Robert Hashimoto. © The Art Institute of Chicago.
- , 1942. © Terra Foundation for American Art, Chicago / Art Resource, Nueva York.
- , 1948. Óleo sobre tela. 76, 68 x 101, 92 cm. Cortesía del Whitney Museum of American Art, Nueva York. Adquisición e intercambio 50.8.
- , 1960. Óleo sobre tela. 101, 92 x 127, 48 cm. Cortesía del Whitney Museum of American Art, Nueva York. Adquirido con fondos del Friends of the Whitney Museum of American Art, 60.54.
- , 1940. © 2007, The Museum of Modern Art (MoMA), Nueva York / Scala, Florencia.
- , 1956. Colección privada.
- , 1925. © 2007, The Museum of Modern Art (MoMA), Nueva York / Scala, Florencia.
- , 1950. Óleo sobre tela. 89, 4 x 153 cm. Cortesía del Whitney Museum of American Art, Nueva York. Adquirido con fondos de Gertrude Vanderbilt Whitney, 31.426.
- , 1936. Colección privada.
- , 1939. Óleo sobre tela, 91, 9 x 127, 2 cm. © The Corcoran Gallery of Art, Washington D. C, Adquisición del Museo 43.6. William A. Clark Fund.
- , 1939. Óleo sobre tela. 101, 6 x 76, 2 cm. Colección de John Hay Whitney, cortesía del Board of Trustees, National Gallery of Art, Washington D. C.
- , 1947. Cortesía del The Butler Institute of American Art, Youngstown, Ohio, EE. UU.
- , 1960. © 2000, Smithsonian American Art Museum, Washington D. C. / Art Resource / Scala, Florencia.
- , 1950. © 2000, Smithsonian American Art Museum, Washington D. C. / Art Resource / Scala, Florencia.
- , 1952. © Columbus Museum of Art, Ohio. Adquisición del museo, Howald Fund 195.031.
- , 1961. Óleo sobre tela. 101, 92 x 155, 58 cm. Cortesía del Whitney Museum of American Art, Nueva York. Donación por el 50.º aniversario de los señores Hackett en honor de Edith y Lloyd Goodrich 84.31.
- , 1949. Óleo sobre madera. 40, 64 x 30, 16 cm. Cortesía del Whitney Museum of American Art, Nueva York. Legado de Josephine N. Hopper 70.1265. © Herederos de Josephine N. Hopper, con permiso del Whitney Museum of American Art.
- , 1965. Colección privada.
- , Cortesía del Des Moines Art Center, Iowa.
- , 1939. © 2007, The Museum of Modern Art (MoMA), Nueva York / Scala, Florencia.
- , 1927. Óleo sobre tela. 101, 9 x 122, 5 cm. Toledo Museum of Art, Toledo, Ohio. Adquirido con fondos del Libbey Endowment. Donación deEdward Drummond Libbey. 1935.49.
- , 1957. Cortesía de Yale University Art Gallery, New Haven, Legado de Stephen Carlton Clark, B. A. 1903.
- , 1956. Cortesía de The Forbes Magazine Collection, Nueva York.
- , 1931. Cortesía del Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. © 2007, Photo Art Resource / Scala, Florencia.
- , 1954, © Hirshhorn Museum and Sculpture Carden, Smithsonian Institution, Washington D. C. Donación de la Fundación Joseph H. Hirshhorn, 1966. Fotografía © Lee Stalsworth.
- , 1932. Oleo sobre tela. 74, 4 X 93 cm. Sheldon Memorial Art Gallery and Sculpture Garden, Universidad de Nebraska-Lincoln, UNL-F. M. Hall Collection. Fotografía © Sheldon Memorial Art Gallery.
- , 1959. Colección de Richard M. Cohen.
- , 1950. Colección privada. James Goodman Gallery, Nueva York / The Bridgeman Art Library.
- , 1951. © Yale University Art Gallery. Legado de Stephen Carlton Clark, B. A. 1903.
- , 1963. Colección privada.
Prefacio
Mi propósito al escribir sobre la pintura de Edward Hopper no ha sido únicamente aclarar mis propias ideas al respecto, sino corregir lo que me parecen interpretaciones inexactas propuestas por otros críticos. La mayor parte de lo que se ha publicado parece eludir la pregunta fundamental de por qué gente tan distinta entre sí se siente conmovida de manera similar cuando se enfrenta a la obra de este pintor. Mi aproximación a este y otros asuntos relacionados ha sido fundamentalmente estética: estoy menos interesado en la evidencia de determinadas fuerzas sociales en la obra de Hopper que en la presencia de estrategias pictóricas. Ciertamente, sus cuadros representan un mundo que parece diferente del nuestro, pero las satisfacciones y los desencantos vinculados a los cambios que la vida norteamericana ha experimentado a lo largo de la primera mitad del siglo XX no pueden, por sí mismos, explicar la intensidad de la reacción de la mayoría de los espectadores. Los cuadros de Hopper no son documentos sociales, y tampoco alegorías de la infelicidad o de otros estados de ánimo que podrían ser atribuidos con similar imprecisión al perfil psicológico de los estadounidenses. Lo que sostengo es que los cuadros de Hopper trascienden el mero parecido con la realidad de una época y transportan al espectador a un espacio virtual en el que la influencia de los sentimientos y la disposición de entregarse a ellos predominan. Mi lectura de ese espacio es el tema de este libro.
Mark Strand
Prólogo
Como muchos otros poetas —entre los que se cuenta el gran William Carlos Williams—, Mark Strand (Summerside, Isla del Príncipe Eduardo, Canadá, 1934) quiso ser pintor, o cuando menos comenzó una carrera universitaria en artes plásticas. Él mismo lo cuenta en la introducción a un libro titulado The Best American Poetry 1991,
El generalismo de la primera parte de la respuesta la revela como un juego retórico: el propio Strand señala en la introducción al libro que la identificación con los cuadros, común a tantos estadounidenses nacidos en las proximidades de los años treinta, no explica la intensa respuesta que produce la pintura de Hopper; se trata de un artificio que realza la segunda parte de la frase, la sensación de lejanía que prevalece en el mundo de Edward Hopper, comparable al extrañamiento de un niño que se enfrenta a un mundo «entrevisto al pasar […] desde el asiento trasero del coche», antecediéndola con un «quizá» paradójicamente confirmador. Una paradoja que al cabo abre paso a otra mayor: la constatación de una lejanía que acerca a Strand y a Hopper.
La poesía de Edward Hopper «explora los límites del yo y del mundo exterior»,
La transparencia de Strand busca llegar al mundo por la vía de un peculiar vaciamiento de las palabras, de los objetos y, por último, de la figura misma del poeta como un yo estable y sólido: «Me vacío de mi vida y el residuo es mi vida».
En un particular alfabeto poético publicado en The Weather of Words («El clima de las palabras»), Strand escribe: «La A es por ausencia. Algunas veces —pero no siempre— es agradable pensar que otros puedan estar hablando de ti cuando no estás, que eres el tema de una conversación que no has inducido tú, y cuya evolución depende de tu ausencia. Eso les sucede a los famosos. Y a los muertos». Como puede verse en la cita, este vaciamiento no carece de humor, y más que definirlo por su dramatismo habría que subrayar su parentesco con los sueños: «Mis padres se levantan de sus tronos / hacia lácteos cuerpos de nubes. / ¿Cómo cantar?».
Muchos críticos han notado esa misma textura onírica en Hopper. Cuando Hopper pinta, sus «representaciones realistas de escenas de la cotidianidad urbana conducen al observador al reconocimiento de la extrañeza de entornos aparentemente familiares», es decir, a una emoción común en el caso de los sueños. Lo anterior, sin embargo, no convierte a Hopper —o a Strand— en un surrealista, aunque en cierto sentido sí lo aleja del realismo o, en todo caso, lo extraña de diversas escuelas pictóricas al uso en su época.
La pretensión de Mark Strand es, justamente, establecer las lindes del espacio en el que se mueve Hopper sin acudir a estereotipos pictóricos o a condicionamientos críticos variados: «La mayor parte de lo que se ha publicado —escribe— parece eludir la pregunta fundamental de por qué gente tan distinta entre sí se siente conmovida de manera similar cuando se enfrenta a la obra de este pintor».