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Sinopsis
La vida media del ser humano es ridículamente breve: si llegas a los 80 años, habrás vivido unas 4000 semanas. Si tienes 40, solo te quedan 2000. Sin embargo, estamos obsesionados con interminables listas de tareas pendientes, buzones saturados de correos sin leer y la sensación de que nunca llegamos a todo. La mayoría de los consejos sobre gestión de tiempo fomentan la idea de que un día podremos «hacerlo todo» y convertirnos en los dueños de nuestro tiempo, totalmente optimizados y emocionalmente invencibles. Nada hay más falso que eso. Basándose en las ideas de filósofos, psicólogos y maestros espirituales antiguos y contemporáneos, Oliver Burkeman ofrece una guía entretenida y práctica para construir una vida con sentido, unos objetivos alcanzables y una apuesta por todo aquello que realmente vale la pena.
Cuatro mil semanas
Gestión del tiempo para mortales
Oliver Burkeman
A Heather y Rowan
Es lo último, ¿verdad?, por lo que damos las gracias: por haber existido. Podrías no haber existido, ¿sabes? Podrías no haber existido. Pero has existido.
D OUGLAS H ARDING
Lo que lo hace insoportable es el error de creer que tiene remedio.
C HARLOTTE J OKO B ECK
Introducción: A la larga, estamos todos muertos
La esperanza media de vida del ser humano es absurda, terrorífica e insultantemente corta. Por ponerlo en perspectiva: los primeros humanos modernos aparecieron en las llanuras de África hace al menos 200.000 años, y los científicos calculan que la vida, en una forma u otra, seguirá existiendo como mínimo otros 1.500 millones de años, hasta que el calor cada vez más intenso del sol acabe con el último organismo vivo. Pero ¿tú? Asumiendo que llegues a los ochenta años, habrás vivido unas cuatro mil semanas.
Desde luego, podrías tener suerte: si llegas a los noventa, habrás vivido casi 4.700 semanas. Y puede que la fortuna te sonría de verdad, como a Jeanne Calment, la mujer francesa que en el momento de su muerte, en 1997, se cree que tenía ciento veintidós años, lo que hace de ella la persona de más edad de la que se tiene noticia.Y, aun así, Calment solo tuvo unas 6.400 semanas.
Expresado así, en términos tan llamativos, es fácil entender por qué los filósofos, desde la antigua Grecia hasta hoy, han considerado que el de la brevedad de la vida es el problema que define la existencia humana: se nos ha concedido la capacidad mental de elaborar planes infinitamente ambiciosos, pero no el tiempo suficiente para ponerlos en práctica. «Ese tiempo concedido se nos pasa tan rápido y veloz que, exceptuando a muy pocos, al resto le abandona la vida durante los propios preparativos de la vida», se lamentaba Séneca, el filósofo romano, en una carta conocida hoy con el título de Sobre la brevedad de la vida.
De ello se desprende que la gestión del tiempo, en términos amplios, debería ser nuestra principal preocupación. Podría decirse, en realidad, que la vida no es más que gestionar tiempo. Y, aun así, la disciplina moderna conocida como «gestión del tiempo» —y su pariente de moda, la productividad— es más bien deprimente y cortoplacista, y está orientada a hacer la mayor cantidad de trabajo posible o descubrir la perfecta rutina matinal o cocinar todas las cenas de la semana los domingos. Todas esas cosas son importantes hasta cierto punto, sin duda. Pero, desde luego, no son lo único que importa. El universo está lleno de maravillas, pero pocos gurús de la productividad parecen darse cuenta de que el objetivo principal de nuestra actividad frenética debería ser disfrutar más de esas maravillas. El mundo, además, parece estar yéndose al garete —nuestra vida, como ciudadanos, es una locura; una pandemia ha paralizado a la sociedad, y el planeta se calienta cada vez más—, pero no es fácil encontrar un sistema de gestión del tiempo que te permita dedicarte, de forma productiva, a actividades que involucren a tus conciudadanos, o que traten asuntos relacionados con la situación del mundo o con el medio ambiente. Cuando menos, seguro que imaginas que deben de existir unos cuantos libros sobre productividad que abordan de forma seria el problema de la brevedad de la vida en toda su crudeza, en lugar de fingir que es posible ignorar la cuestión. Pero te equivocas.
Así que este libro es un intento de reequilibrar la balanza, de ver si podemos descubrir, o recuperar, alguna forma de pensar sobre el tiempo que le haga justicia a nuestra situación real: a la indignante brevedad y a las posibilidades espléndidas de nuestras cuatro mil semanas.
La vida en la cinta transportadora
Desde luego, no hay nadie que no sea consciente, en cierto modo, de que no hay tiempo para todo. Vivimos obsesionados con nuestras bandejas de entrada desbordadas de emails, y nuestras cada vez más largas listas de tareas pendientes, sintiéndonos culpables por no estar haciendo más, o por no estar haciendo otras cosas, o por ambas sensaciones a la vez. (¿Que cómo se sabe si alguien está muy atareado? Es como lo que dicen sobre cómo se sabe si alguien es vegano: no te preocupes, te lo va a decir.) Los sondeos demuestran que creemos tener menos tiempo que nunca,En épocas recientes, con el desarrollo de la economía del bolo o gig economy, a esa falta de tiempo se la ha empezado a llamar «lío», que viene a referirse a un trabajo incesante, pero no como una carga que hay que soportar, sino como un estilo de vida estimulante que se practica por elección, y sobre el que se alardea en las redes sociales. En realidad, sin embargo, se trata del mismo problema de siempre: la presión de hacer encajar una cantidad de actividades que crecen sin cesar en una cantidad de horas al día que se empeñan en permanecer invariables. Solo que llevado al extremo.
Y, aun así, ese ajetreo laboral es solo una parte del problema. Si te paras a pensar en ello, a menudo, cuando nos quejamos de ciertas cosas, nos estamos quejando, en realidad, de falta de tiempo. No hay más que pensar en la batalla diaria contra la distracción online, y la sensación, alarmante, de que nuestra capacidad de atención se ha reducido hasta tal punto que incluso a los que éramos de pequeños lectores voraces nos cuesta ahora leer un párrafo entero sin sentir la necesidad de mirar el móvil. A la postre, lo que hace que sea tan preocupante es que supone un fracaso a la hora de darle el mejor uso a la pequeña cantidad de tiempo de que disponemos. (No te sentirías tan mal perdiendo una mañana entera en Facebook si la cantidad de mañanas disponibles fuera infinita.) O quizá tu problema no es tener demasiado lío, sino tener poco lío, languidecer en un trabajo aburrido o no tener empleo. Esa es una situación que la brevedad de la vida hace aún más angustiosa, porque estás dedicando tu tiempo, limitado, a algo que preferirías no tener que hacer. Algunos de los peores aspectos de nuestra era —como nuestra política agresivamente partidista y los terroristas radicalizados a través de vídeos de YouTube