Agradecimientos
El primero y principal de todos es para la fotógrafa Santha Faiia, que me honró hace veinte años al convertirse en mi esposa. Ya contaba con su propia y exitosa carrera mucho antes de conocerme, pero amablemente accedió a trabajar conmigo. Santha ha realizado la mayoría de las fotografías de este libro, así como muchas de las de mis obras anteriores, además de haber viajado conmigo en cada una de las etapas del largo camino desde Las huellas de los dioses hasta Los magos de los dioses. ¡Gracias! Gracias también para nuestros hijos Sean, Shanti, Ravi, Leila, Luke y Gabrielle. Mientras escribía Los magos nació nuestro primer nieto, una niña llamada Nyla, y es un placer darle la bienvenida a nuestra grande y bulliciosa familia. Gracias también a mi madre, Muriel Hancock, y a mi tío, James Macaulay, y conservo afectuosos recuerdos de mi padre, Donald Hancock, que tanto me enseñó y que falleció en 2003 tras años de incesante apoyo a mi trabajo.
Mi brillante agente literaria, Sonia Land, ha hecho maravillas y es todo lo que un gran agente debe ser. Mi editor británico, Mark Booth, y mi editor norteamericano, Peter Wolverton, han representado ambos papeles inmensamente positivos en la creación de Los magos de los dioses y en ofrecérselo al público del modo adecuado en el momento preciso.
El equipo gráfico que ha creado los mapas, cuadros, dibujos y diagramas para este libro ha estado formado por Camron Wiltshire y Afua Richardson, con el apoyo de Michael Maudlin y Samuel Parker. Mi hijo, Luke Hancock, también ha proporcionado varios dibujos. Cada artista aparece recogido de forma individual en la página de créditos de las ilustraciones, pero quiero felicitarlos aquí colectivamente por su dedicación, talento, inteligencia y buen trabajo.
El difunto profesor Klaus Schmidt, del Instituto Arqueológico Alemán, fue más allá de lo que exigía el deber cuando me enseñó Göbekli Tepe (Turquía) en 2013. Como su descubridor y excavador, Klaus poseía un conocimiento único de este yacimiento especial, que generosamente compartió conmigo durante tres días de visitas y entrevistas in situ. Lamento su fallecimiento, pero estoy convencido de que su nombre será recordado por la historia.
Realicé una visita de investigación al Líbano en el año 2014. Mi trabajo allí se vio inmensamente facilitado por la amabilidad, buena voluntad y apoyo logístico sobre el terreno proporcionado por mis amigos Ramzi Najjar y Samir y Sandra Jarmakani. Con posterioridad al viaje me beneficié enormemente de una amplia correspondencia sobre Baalbek con el arqueólogo y arquitecto Daniel Lohmann. Fue paciente y convincente en sus valientes esfuerzos por convencerme de los méritos del análisis que realiza la corriente principal de la arqueología.
En Indonesia debo un agradecimiento especial para Danny Hilman Natawidjaja, el excavador del extraordinariamente antiguo yacimiento de la pirámide de Gunung Padang. Gracias también a sus colegas Wisnu Ariestika y Bambang Widoyko Suwargadi, que se nos unieron en un amplio viaje por Java, Sumatra, Flores y Sulawesi.
En los Estados Unidos estoy particularmente agradecido a Randall Carlson, por su profunda visión sobre la geología catastrofista y por el conocimiento que compartió conmigo durante nuestro viaje por carretera desde Portland (Oregón) hasta Minneapolis (Minnesota) para estudiar los efectos en la Tierra de las catastróficas inundaciones que afectaron a toda la región durante la Edad del Hielo. Gracias también a Bradley Young, que nos acompañó durante la travesía conduciendo siempre… ¡un esfuerzo heroico!
Le estoy agradecido a Allen West, autor correspondiente entre el amplio grupo de científicos que investigan el impacto del cometa del Dryas Reciente. Cuento en detalle la historia de su trabajo en los capítulos del 3 al 6; Allen, además, se mostró muy atento a la hora de asegurarse de que mis datos estaban bien y al ofrecerme nuevos datos sobre las implicaciones del cataclismo.
Gracias también a Richard Takkou y Raymond Wiley por sus admirables esfuerzos como mis ayudantes de investigación en diferentes etapas del proyecto.
Muchas, muchas gracias a nuestros queridos amigos Chris y Cathy Foyle, por su solidaridad y sensatos consejos.
Y por último, pero no menos importante, gracias a mis leales y comprensivos lectores de todo el mundo, que me llevan siguiendo los más de veinte años en los que he ido avanzando en mi búsqueda de la civilización perdida. Los magos de los dioses es el más reciente destino de ese viaje y, si bien se trata de una trabajo nuevo, como es lógico, en unos pocos puntos he tenido que volver a visitar terrenos explorados por primera vez en Las huellas de los dioses y en mis otros libros para poder situar las nuevas evidencias que aquí presento en su contexto adecuado.
Apéndice
Graham Hancock nació en Edimburgo en 1950. Es licenciado en sociología y en la actualidad se dedica a la escritura de libros sobre ocultismo y misterios del mundo. Se le considera uno de los creadores de la llamada Teoría de la correlación de Orión, en la que se afirma que las pirámides representan al Cinturón de Orión.
Desde su infancia, Graham Hancock ha pasado grandes temporadas de su vida en países exóticos. De niño, estuvo en la India junto a su padre que trabajaba como cirujano. Fue sólo el inicio de su fascinación por las antiguas culturas, pues tras licenciarse en sociología y periodismo, marchó a Etiopía.
En 1981 publicó su primer libro, Journey through Pakistan, al que le siguieron Under Ethiopian Skies (1983), Ethiopia: The Challenge of Hunger (1984), AIDS: The Deadly Epidemic (1986), Lords of Poverty (1989) y African Ark (1990). Aunque no fueron libros sobre misterios del pasado, ya mostraban su tendencia a escribir obras «de ruta» llenas de espectaculares fotografías, como después también veríamos en sus hoy conocidos y respetados bestsellers como Talismán (2004) o La huella de los dioses.
Capítulo 1
«AQUÍ HAY TANTO MISTERIO…»
Göbekli Tepe es la manifestación más antigua de arquitectura monumental encontrada hasta ahora en el mundo o, en cualquier caso, la más antigua aceptada como tal por los arqueólogos.
Y es enorme.
Figura 1. Localización de Göbekli tepe.
Imponente, magnífico, numinoso y apabullante son algunos de los adjetivos que fracasan con estrépito a la hora de hacerle justicia. Llevo aproximadamente dos horas errando por todo el yacimiento con su excavador, el profesor Klaus Schmidt, y mi cerebro está de verdad patidifuso.
—¿Cómo se siente uno —le pregunto— al ser el descubridor del templo que está reescribiendo la historia?
Schmidt es un rubicundo arqueólogo alemán de pecho poderoso y barba canosa, que viste tejanos desgastados, camisa vaquera con un rayón de barro en la manga y cubre sus pies desnudos y sucios con unas sandalias gastadas. Estamos en septiembre de 2013, tres meses antes de su sexagésimo cumpleaños y, pese a que ninguno de los dos lo sabe todavía, antes de que pase un año estará muerto.
Mientras madura su respuesta, se limpia una gota de sudor de la reluciente bóveda de su frente. Aún no es media mañana, pero aquí en Anatolia, en la región sureste de Turquía, el sol está alto, el cielo carece de nubes y la cadena de montañas del Tauro sobre la que nos encontramos parece un horno. No corre brisa alguna, ni un amago, ni una sugerencia de soplo de aire, ni hay sombra alguna en la que cobijarse. En 2014 se erigirá una techumbre para cubrir y proteger el yacimiento, pero en 2013 solo sus cimientos están construidos, de modo que nos encontramos expuestos sobre una improvisada pasarela de madera. Por debajo de nosotros, en una serie de recintos amurallados semienterrados y más o menos circulares, hay docenas de gigantescos pilares megalíticos en forma de T que Schmidt y su equipo del Instituto Arqueológico Alemán han ido sacando a la luz. Antes de que comenzaran su trabajo, el lugar parecía una colina redondeada —de hecho Göbekli Tepe significa «colina del ombligo», pero las excavaciones han hecho desaparecer la mayoría de su perfil original.