A GRADECIMIENTOS
Los dos autores de este libro hemos contraído una deuda de gratitud con muchas personas que han enriquecido nuestra vida profesional con un amplio abanico de experiencias. Estas personas, demasiado numerosas para citarlas a todas, saben quiénes son.
Leakey en particular, sin embargo, querría dar las gracias al personal del Kenya Wildlife Service por haber apoyado sus esfuerzos y sus ideas mientras fue su director. También le gustaría rendir tributo a su mujer, Meave, que le ayudó a andar otra vez después de haber perdido las piernas en un accidente aéreo. En realidad le debe la vida.
A Lewis le gustaría expresar su agradecimiento a algunos de los muchos científicos que le estimularon e inspiraron en su búsqueda de las pautas vitales y su significado, al mismo tiempo que admite que una lista así es necesariamente incompleta. Se refiere, entre otros, a Stephen Jay Gould, David Jablonski, Thomas Lovejoy, Robert May, Stuart Pimm, David Raup y Edward O Wilson.
A lo largo de la historia de la vida en la Tierra, han tenido lugar cinco grandes extinciones, la más reciente hace 65 millones e años, cuando los dinosaurios perecieron en un brevísimo lapso de tiempo. En todas ellas desapareció al menos el 65 por ciento de las especies aún vivientes. La causa de esas extinciones es aún materia de controversia: ¿repentinos cambios climáticos, asteroides, dificultades de evolución? Sin embargo, las consecuencias y las características de estas catástrofes parecen seguir todas una misma pauta.
Aportando pruebas científicas irrefutables, Richard Leakey y Roger Lewin demuestran que la sexta extinción ha empezado ya: el hombre barre la faz de la Tierra a trescientas especies vivas al año. Una amenaza para el planeta y para la especie «Homo sapiens»… Si no tomamos conciencia de las devastadoras consecuencias de nuestra conducta rapaz y aniquiladora, la especie humana podría caer (tras el mastodonte, el alca gigante o la paloma miradora) en el olvido de la extinción. Leakey y Lewin vuelven su mirada, no sin preocupación, hacia el futuro de la vida, un futuro no tan lejano y que presagia un final.
Richard Leakey & Roger Lewin
La sexta extinción
El futuro de la vida y de la humanidad
Metatemas 050
ePub r1.0
Banshee19.01.14
Título original: The Sixth Extinction. Patterns of Life and the Future of Humankind
Richard Leakey & Roger Lewin, 1995
Traducción: Antonio Prometeo Moya Valle
Editor digital: Banshee
ePub base r1.0
RICHARD LEAKEY. Es el paleontólogo más reconocido y célebre del mundo, además de arqueólogo, ecologista y político. Vive en Kenia, donde dirigió durante cinco años el Kenya Wildlife Service y donde logró frenar, tras una lucha casi a muerte, la caza furtiva de elefantes. En colaboración con Roger Lewin ha escrito varias obras, entre las que destacan Nuestros orígenes, En busca de lo que nos hace humanos e Interpretación de los fósiles.
ROGER LEWIN. Antropólogo británico y bioquímico, trabajó nueve años para la revista londinense New Scientist y otros diez para la revista norteamericana Science. En 1989, su obra Bones of Contention ganó el Royal Society Prize for Science Books. Es miembro del Complexity Research Group en la London School of Economics. En esta misma colección (Metatemas 041) se ha publicado su obra Complejidad, el caos como generador del orden.
Notas
A nuestra especie
y a nuestro futuro colectivo
1
Perspectiva personal
Fui el más sorprendido cuando una tarde de abril de 1989 irrumpió un colega en mi despacho del museo de Nairobi y exclamó emocionado: «¡Enhorabuena!». «¿Por qué?», le pregunté con desconcierto. Mi compañero me contó que acababa de oír por la radio que me habían nombrado director del Departamento de Planificación y Conservación de la Fauna. El nombramiento venía del mismo presidente, Daniel Arap Moi, y se anunció por la radio. «Pues es la primera noticia que tengo», dije. Me fui del museo sin terminar el trabajo del día, y volví a casa. A la mañana siguiente hablé por teléfono con el presidente y me sugirió que nos viéramos para hablar sobre lo que podía hacer yo para impulsar una transformación en la gestión de la fauna de nuestro país, sin olvidar la adopción de medidas para impedir que los elefantes acabaran extinguiéndose por culpa de los cazadores furtivos.
Así comenzó uno de los periodos más estimulantes de mi vida. Tuve que dejar el cargo de director de los Museos Nacionales de Kenia, que había ocupado durante dos décadas, y arrinconar mi profundo amor por la paleoantropología, la búsqueda de los orígenes humanos, que había practicado durante todo ese tiempo en los sedimentos, ricos en fósiles, del norte de Kenia, en las orillas oriental y occidental del lago Turkana. También volví a mis raíces.
Cuando era pequeño, el olor del aire apacible, la contemplación de lugares naturales y criaturas salvajes y los rumores de animales nocturnos que no veía plantaron muy hondo en mí las semillas del amor por África, el amor por la naturaleza. Entonces me interesaban más los seres vivos que los huesos antiguos que, ante mi desconcierto y frecuente irritación, tanto fascinaban a mis padres, Louis y Mary. Sus descubrimientos, que hicieron de África Oriental una región única para el estudio de restos de nuestros primeros antepasados, son leyenda en los anales de la investigación de los orígenes humanos. No obstante, además de estar obsesionado por el pasado, mi padre fue un naturalista ferviente y escribió varios libros sobre los animales de la zona. También fundó la East África Wildlife Society en 1958, que todavía desempeña un papel importante en la investigación y la conservación ecológicas del país. Mi padre nos contaba multitud de anécdotas a mí y a mis hermanos, Jonathan y Philip, cuando éramos pequeños y recorríamos la sabana africana en la garganta de Olduvai; él esperaba encontrar rastros de nuevos yacimientos de fósiles y nosotros la ocasión de entrever cómo mataba un león o acechaba un leopardo. A menudo se nos recompensaba con la contemplación de paisajes de fábula. Además nos tenía en vilo con sus anécdotas durante la noche, en el campamento, mientras los sonidos de la naturaleza rasgaban el silencio del aire. Yo también me volví un naturalista entusiasta y al principio me sentí particularmente fascinado por los escarabajos y las mariposas. Con el tiempo admiré la cualidad asombrosa de los animales superiores y medité sobre la diversidad de la vida y la estrecha interacción de sus múltiples componentes. En 1969 fundé los Clubes de la Fauna (Wildlife Clubs) de Kenia, cuya misión es enseñar a los niños lo que es la vida de su país.