Psicología de las masas reúne tres trabajos escritos por Sigmund Freud (1856-1939) bajo la profunda impresión causada por la bárbara contienda que había asolado Europa entre 1914 y 1919.
- Tótem y tabú
- Introducción del narcisismo
- Duelo y melancolía
¿Qué es "la masa"?, ¿Cuál es la relación entre masa e individuo? ¿Por qué medios el alma colectiva puede ejercer influencia en cada sujeto?, ¿En qué consiste esa influencia?
Estas son las preguntas que estructuran el presente trabajo. Freud se detiene aquí en la causa que mantiene unidas a las sociedades, recurriendo a los conceptos de libido e identificación.
Retomará a su vez sus estudios sobre el y la sugestión, ya tratados tempranamente en su etapa inicial con Jean-Martin Charcot.
La importancia fundamental de la presente obra apunta en dos distintas direcciones:
- La psicología de las masas queda explicada a partir de los cambios en la psicología de la mente individual.
- Resulta ser un avance en la investigación sobre la anatomía estructural de la psique, introducida en Más allá del principio de placer y desarrollada en El yo y el ello.
Sigmund Freud
Psicología de las masas y Análisis del yo
ePUB v1.0
Pumba22.05.12
XII. Consideraciones suplementarias
En el curso de nuestra investigación, llegada aquí a un fin provisional, hemos visto abrirse ante nosotros diversas perspectivas muy prometedoras, mas para no desviarnos de nuestro camino principal, hemos tenido que dejarlas inexploradas. En este último capítulo de nuestro estudio, queremos volver sobre ellas y someterlas a una rápida investigación.
A.- La distinción entre la identificación del Yo y la sustitución del ideal del Yo por el objeto, halla una interesantísima ilustración en las dos grandes masas artificiales que antes hemos estudiado: el Ejército y la Iglesia cristiana.
Es evidente que el soldado convierte a su superior, o sea, en último análisis, al jefe del Ejército, en su ideal, mientras que, por otro lado, se identifica con sus iguales y deduce de esta comunidad del Yo las obligaciones de la camaradería, o sea el auxilio recíproco y la comunidad de bienes. Pero si intenta identificarse con el jefe, no conseguirá sino ponerse en ridículo. Así, en la primera parte del «Wallenstein» de Schiller, se burla el soldado de cazadores del sargento de caballería, diciéndole:
«¡Wie er räuspert und wie er spuckt,
Das habt ihr ihm glücklich abgeguckt!».
No sucede lo mismo en la Iglesia Católica. Cada cristiano ama a Cristo como su ideal y se halla ligado por identificación a los demás cristianos. Pero la Iglesia exige más de él. Ha de identificarse con Cristo y amar a los demás cristianos como Cristo hubo de amarlos. La Iglesia exige, pues, que la disposición libidinosa creada por la formación colectiva sea completada en dos sentidos. La identificación debe acumularse a la elección de objeto y el amor a la identificación. Este doble complemento sobrepasa evidentemente la constitución de la masa. Se puede ser un buen cristiano sin haber tenido jamás la idea de situarse en el lugar de Cristo y extender, como él, su amor a todos los humanos. El hombre, débil criatura, no puede pretender elevarse a la grandeza de alma y a la capacidad de amor de Cristo. Pero este desarrollo de la distribución de la libido en la masa, es probablemente el factor en el cual funda el cristianismo su pretensión de haber conseguido una moral superior.
B.- Dijimos que era posible determinar, en el desarrollo psíquico de la humanidad, el momento en el que el individuo pasó desde la psicología colectiva a la psicología individual.
Para aclarar esta afirmación habremos de volver rápidamente sobre el mito científico relativo al padre de la horda primitiva, cual fué elevado más tarde a la categoría de Creador del mundo, elevación plenamente justificada, puesto que fué quien engendró a todos los hijos que compusieron la primera multitud. Para cada uno de estos hijos constituyó el padre el ideal a la vez temido y venerado, fuente de la noción ulterior del tabú. Mas un día, se asociaron, mataron al padre y le despedazaron. Sin embargo, ninguno de ellos pudo ocupar el puesto del vencido, y si alguno intentó hacerlo, vió alzarse contra él, la misma hostilidad, renovándose las luchas, hasta que todos se convencieron de que tenían que renunciar a la herencia del padre. Entonces, constituyeron la comunidad fraternal totémica, cuyos miembros gozaban todos de los mismos derechos y se hallaban sometidos a las prohibiciones totémicas, que debían conservar el recuerdo del crimen e imponer su expiación. Pero este nuevo orden de cosas provocó también el descontento general, del cual surgió una nueva evolución. Poco a poco, los miembros de la masa fraternal, se aproximaron al restablecimiento del antiguo estado conforme a un nuevo plan. El hombre asumió otra vez la jefatura, pero sólo la de una familia, y acabó con los privilegios del régimen matriarcal, instaurado después de la supresión del padre. A título de compensación, reconoció, quizá, entonces, las divinidades maternales, servidas por sacerdotes que sufrían la castración, para garantía de la madre y conforme al ejemplo dado antes por el padre. Sinembargo, la nueva familia no fué sino una sombra de la antigua, pues siendo muchos los padres quedaba limitada la libertad de cada uno por los derechos de los demás.
El descontento provocado por estas privaciones pudo decidir entonces a un individuo a separarse de la masa y asumir el papel del padre. El que hizo esto fué el primer poeta épico, y el progreso en cuestión no se realizó sino en su fantasía. Este poeta transformó la realidad en el sentido de sus deseos, e inventó así el mito heroico. El héroe era aquel que sin auxilio ninguno, había matado al padre, el cual aparece aún en el mito, como un monstruo totémico. Así como el padre había sido el primer ideal del adolescente, el poeta creó ahora, con el héroe que aspira a suplantar al padre, el primer ideal del Yo. La idea del héroe se enlaza probablemente a la personalidad del más joven de los hijos, el cual, preferido por la madre y protegido por ella contra los celos paternos, era el que sucedía al padre en la época primitiva. La elaboración poética de las realidades de estas épocas, transformó probablemente a la mujer, que no había sido sino el premio de la lucha y la razón del asesinato, en instigadora y cómplice activa del mismo.
El mito atribuye exclusivamente al héroe la hazaña que hubo de ser obra de la horda entera. Pero según ha observado Rank, la leyenda conserva huellas muy claras de la situación real, poéticamente desfigurada. Sucede en ella con frecuencia, efectivamente, que el héroe que ha de realizar una magna empresa -generalmente el hijo menor, que ante el subrogado del padre se ha fingido, muchas veces, idiota, esto es, inofensivo- no consigue llevarla a cabo sino con ayuda de una multitud de animalitos (abejas, hormigas). Estos animales no serían sino la representación simbólica de los hermanos de la horda primitiva, del mismo modo que en el simbolismo del sueño, los insectos y los parásitos representan a los hermanos y hermanas del sujeto (considerados despectivamente como niños pequeños). Además, en cada una de las empresas de que hablan los mitos y las fábulas puede reconocerse fácilmente una sustitución del hecho heroico.