Carmen Martín Gaite (Salamanca, 8 de diciembre de 1925 - Madrid, 23 de julio de 2000) fue una escritora española.
Se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde tuvo su primer contacto con el teatro participando como actriz en varias obras. En 1950 se trasladó a Madrid y conoció a Ignacio Aldecoa, que la introdujo en el círculo literario que acabaría conociéndose como Generación del 55 o Generación de la Posguerra.
Tras escribir varias obras de teatro, como A palo seco (1957) o La hermana pequeña (1959), continúa con la narrativa con Las ataduras (1960), Ritmo lento (1963) y Retahílas (1974), entre otras novelas. Se doctoró en 1972 presentando en la Universidad de Madrid su tesis Usos amorosos del XVIII en España. En 1976 recopila su poesía en A rachas y dos años después hace lo propio con sus relatos en Cuentos completos.
Paralelamente ejerce como periodista en diarios y revistas como Diario16, Cuadernos hispanoamericanos, Revista de Occidente, El País, El Independiente y ABC, en los que se dedica a la crítica literaria, y traducción.
Con El cuarto de atrás obtiene en 1978 el Premio Nacional de Literatura, convirtiéndose así en la primera mujer en obtenerlo. Le siguen una larga lista de prestigiosos galardones: el Príncipe de Asturias en 1988, el Premio Nacional de las Letras en 1994, la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 1997 y la Pluma de Plata del Círculo de la Escritura en 1999, entre otros.
Colabora en guiones de series para Televisión Española Santa Teresa de Jesús (1982) y Celia (1989).
La Agrupación Cultural Carmen Martín Gaite, de Madrid, trabaja desde 2001 en la organización y celebración anual del Certamen de Narrativa Corta para escritores de habla hispana, en el aniversario del fallecimiento de Carmen Martín Gaite.
Carmen Martín Gaite, 2006
Editor digital: Titivillus
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[1] Carmen Martín Gaite colaboró en Diario 16 desde el primer número (18 de octubre de 1976), con «Estar à la page» (incluido en Agua pasada, Barcelona, Anagrama, 1993), hasta «Clamor deshumanizado», una reseña de La enfermedad de Gallistl, de Martin Walser, fechada el 26 de mayo de 1980 y que recogemos en nuestra recopilación. Con respecto a lo que fue su principal labor en el periódico, la crítica de libros, son frecuentes sus balances y recapitulaciones. Léanse en este sentido «Morir aprendiendo», escrito tras medio año de colaboración (18.4.1977), «Tentáculos del fracaso» (17.9.1979) y «Tragarse el humo», publicado con motivo de la milésima edición del diario (13.12.1979) e incluido en Agua pasada. Se marchó en solidaridad con Miguel Ángel Aguilar, que fue destituido como director del periódico por la empresa editora. Véase la noticia en la sección «Gente» de El País de 3 de junio de 1980, y sobre todo en el artículo firmado por Silvestre Codac, del que extraigo las siguientes consideraciones: «España ha perdido una de las mejores críticas literarias que se ha merecido últimamente […]. La vi un día llorar para decir que no era de este mundo, que a ella no la compraba ni la coca-cola de la edición multinacional. […] Lo suyo es decirlo todo pareciendo que pide perdón por decirlo. Muchos de sus criticados habrán respirado tranquilos. Pero en cualquier momento puede resurgir. Lo suyo es despedirse y volver […], despedirse es su forma de amar» («Lunes ya no es lunes», Triunfo, núm. 47, del 12 al 18 de junio de 1980). A partir de esa fecha sus colaboraciones en Diario 16 solo fueron esporádicas.
[2] Algunos de estos artículos pudieron tener su origen en una disertación, pero siempre fue retocada por su autora con el fin de que pudiera ser publicada como artículo de prensa. Por ello incluyo «El crecimiento de Celia» y excluyo, hasta una próxima entrega, la última conferencia pronunciada por Carmen Martín Gaite, «Adulterio y chantaje en El primo Bazilio», que, aunque fue publicada póstumamente en El País (29.7.2000), la muerte no le dejó tiempo para que en el proceso de revisión traspasara la frontera de conferencia a artículo de prensa. Sin embargo el camino más habitual fue el contrario, esto es, los artículos se convirtieron en la mayoría de los casos en el germen de sus conferencias.
[3] «Procesos que se hurtan al crítico» (28.11.1977).
[4] Precisamente en los Cuadernos de todo (ed. de Maria Vittoria Calvi, Barcelona, Random House Mondadori, 2002) podemos encontrar borradores y notas complementarias de algunas de las reseñas incluidas en esta edición. Lo indicaré a pie de página tras cada artículo.
[5] Amalia Iglesias, «Debería haber más mujeres ensayistas», Diario 16, 16 de mayo de 1993.
[6] Léanse también algunas manifestaciones muy explícitas al respecto en sus artículos dedicados a Los alumbrados de Antonio Márquez (enero de 1973) o a El futuro de la novela de Henry James (24.4.1975).
[7] Cf. «La participación del lector» (17.4.1983), «La cosecha de la lectura» (enerofebrero de 1987) y «La lectura amenazada» (15.10.1990).
[8] Sobre el grado de tergiversación de esta palabra, véanse sus artículos «Morir aprendiendo» (18.4.1977), y «De la afición y otras etimologías» (1990), incluido este último incluido en Agua pasada, págs. 294-296.
[9] «La innovación intrínseca» (11.7.1977), incluida en Agua pasada (págs. 226-228) y véase en esta colección «Etapas de aprendizaje» (27.3.1978).
[10]El cuento de nunca acabar (Barcelona, Destinolibro, 1985), pág. 312.
[11] «A la defensiva» (7.4.1980).
[12] Cf. «El coito-circuito. La Habana para un infante difunto, de Cabrera Infante» (14.1.1980).
[13] Cf. «Palabra y escenario» (4.5.1991).
[14] De los Cuadernos de todo, entresaco una anotación, fechada el 9 de octubre de 1980 en Manhattan, durante el semestre de otoño en que enseñó como Visiting Professor en Barnard College, en la que tras constatar el diálogo placentero con los libros que le van saliendo al encuentro recuerda la época de la lectura tensa, semanal y obligatoria: «¡Qué lejos me parece leer libros sin placer, con prisa para la crítica de Diario 16, aquel llenarme la semana, embutírmela con la obligación de sacarme algo de la mollera para llevárselo a Jubi!» (pág. 499).
[15] Cf. «Se canta lo que se pierde. El amor y Occidente, de Denis de Rougemont» (4.6.1979). Para completar este ciclo de Diario 16, entre el 18 de octubre de 1976 y el 26 de mayo de 1980, remito al lector interesado a los artículos incluidos en La búsqueda de interlocutor (Barcelona, Anagrama, 2000) y Agua pasada.
[16] Cf. «La confortable ambigüedad» (31.1.1977).
[17] Extraigo dos comentarios de la autora sobre este su primer artículo. En el cuaderno de todo número 1 (1961-1962) comenta: «Me da un poco de risa acordarme de “Vuestra prisa”: era muy cursi y vagamente poético. Solo existía la intuición. El haber vivido en una capital de provincia […] es algo que se dice haber superado, pero alimento importante para la timidez y el asombro» (Cuadernos de todo, pág. 39). Y en «Un aviso: Ha muerto Ignacio Aldecoa» (1969), añade: «Mi artículo […] trataba de desahogar la impresión de desarraigo que me había producido la gran urbe y era bastante pretencioso. Mis nuevos amigos, que no vacilaban en decir siempre lo que pensaban, se rieron un poco de él y me dijeron que no era para tanto. Pero cuando me dijeron esto, ya la sensación de desarraigo se me había aliviado mucho precisamente por el hecho de que me venían a buscar y me admitían con ellos» (