Agradecimientos
L as conclusiones presentadas en este libro se basan en décadas de investigación realizada por cientos de grupos de investigación médica en todo el mundo. Sin sus esfuerzos, sería imposible separar lo efectivo de lo falso y lo seguro de lo peligroso.
Queremos agradecer especialmente a todo el personal del Departamento de Medicina Complementaria, parte de la «Peninsula Medical School» de la Universidad de Exeter, que ha apoyado este proyecto desde el principio y siempre ha sido generoso con sus consejos y aliento.
A pesar de la importancia del tema, hubo momentos en los que no estaba claro si este libro se publicaría alguna vez. Estamos en deuda con nuestros editores en Transworld y Norton, que tenían fe en nuestras ambiciones cuando otros pensaban que la medicina alternativa no era un tema digno de investigación. Sally Gaminara y Angela von der Lippe nos han dado ayuda y aliento durante estos dieciocho meses tan intensos. Por supuesto, también estamos agradecidos a nuestro agente literario Patrick Walsh, que es a la vez un brillante colega y un excelente amigo.
Por último, y probablemente no menos importante, nuestras esposas han sido extraordinariamente maravillosas, pacientes y comprensivas durante el nacimiento de este libro. Anita y Danielle han compartido nuestras alegrías y nuestras ansiedades, nuestras esperanzas y nuestros miedos. Gracias.
¿Cómo determinamos la verdad?
La verdad existe.
Solo se inventan las mentiras.
GEORGES BRAQUE
E l objetivo de este libro es establecer la verdad respecto a la medicina alternativa. ¿Qué terapias funcionan y cuáles son inútiles? ¿Qué terapias son seguras y cuáles son peligrosas?
Se trata de preguntas que la medicina se ha planteado durante milenios. Sin embargo, el desarrollo de un método que permite discernir entre lo efectivo y lo ineficaz y lo seguro de lo peligroso es relativamente reciente. Este método, conocido como medicina basada en la evidencia, ha revolucionado la práctica médica, transformándola de una industria de charlatanes e incompetentes en un sistema de atención sanitaria que puede llevar a cabo milagros tales como el trasplante de riñones, la operación de cataratas, la lucha contra las enfermedades infantiles, la erradicación de la viruela y la salvación de, literalmente, millones de vidas cada año.
Utilizaremos los principios de la medicina basada en la evidencia para poner a prueba las terapias alternativas, así que es crucial que expliquemos de forma adecuada qué es y cómo funciona. En lugar de introducirla en un contexto moderno, viajaremos atrás en el tiempo para ver cómo surgió y evolucionó, lo que nos permitirá apreciar de manera más profunda sus fortalezas inherentes. En particular, echaremos la vista atrás para ver cómo se usó este método para poner a prueba las sangrías, un tratamiento bizarro y común muy utilizado antiguamente que implicaba hacer cortes en la piel y los vasos sanguíneos para curar cualquier dolencia.
El auge de las sangrías empezó en la Antigua Grecia, como consecuencia de la visión ampliamente arraigada de que las enfermedades estaban causadas por un desequilibrio en los cuatro fluidos corporales, también conocidos como los cuatro humores: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Además de afectar a la salud, los desequilibrios en estos cuatro humores daban como resultado temperamentos particulares. La sangre era asociada con el carácter optimista, la bilis amarilla con estar irascible, la bilis negra con el abatimiento y la flema con sentirse indiferente. El lenguaje moderno aún conserva hoy en día el eco del humorismo en palabras tales como sanguíneo, colérico, melancólico o flemático, aunque su significado ha ido evolucionando con el paso del tiempo.
La medicina griega, desconocedora de cómo circulaba la sangre por el cuerpo, creía que esta podía llegar a estancarse y causar de ese modo problemas de salud. De aquí que defendieran la eliminación de esta sangre estancada, prescribiendo procedimientos específicos para distintas enfermedades. Por ejemplo, los problemas de hígado eran tratados pinchando una vena en la mano derecha, mientras que las dolencias relacionadas con el bazo requerían pinchar una vena en la mano izquierda.
La tradición médica griega se mantuvo en tan alta estima que las sangrías crecieron hasta llegar a ser, en siglos posteriores, un método popular para tratar pacientes a lo largo de toda Europa.
En la Edad Media temprana, quienes podían permitírselo, se sometían a menudo a sangrías que realizaban los monjes. Sin embargo, en 1163 el papa Alejandro III prohibió llevar a cabo este procedimiento médico tan sangriento. A partir de ese momento, los barberos comenzaron a adoptar la responsabilidad de ser el sangrador local. Se tomaron su papel muy en serio, refinando cuidadosamente las técnicas y adoptando nuevas tecnologías. Junto a la simple cuchilla estaba la flemática, una hoja accionada por un resorte que cortaba con cierta profundidad. Años más tarde a esta le seguiría el escarificador, que consistía en una docena o más de hojas con resorte que laceraban la piel de manera simultánea.
Para aquellos barberos que preferían un método menos tecnológico y más natural estaba la opción de usar sanguijuelas medicinales. Estos parásitos chupasangres tienen, en uno de sus extremos, tres mandíbulas separadas, cada una de ellas con aproximadamente cien dientes diminutos. Eran un método ideal para realizar sangrías en las encías, los labios o la nariz de un paciente. Además, la sanguijuela produce un anestésico local que ayuda a disminuir el dolor, un anticoagulante para prevenir la formación de coágulos sanguíneos y un vasodilatador que dilataría los vasos sanguíneos de su víctima e incrementa el flujo. Para permitir sesiones de sangrado mayores, los doctores llevaban a cabo «bdellatomías», que consistían en realizar un corte en la parte final de la sanguijuela para que la sangre penetrara por su extremo succionador y a continuación se derramase por el corte. Esto evitaba que la sanguijuela pudiera llegar a llenarse y la forzaba a continuar succionando.
A menudo se dice que el mástil rojo y blanco de las barberías actuales es un elemento que recuerda el antiguo papel del barbero como cirujano, pero en realidad está asociado a su función de sangrador. El rojo representa la sangre, el blanco es el torniquete, la esfera en el extremo simboliza el cuenco de latón y el propio mástil hace referencia a la vara que los barberos proporcionaban a sus pacientes para que apretaran durante las sangrías, ayudando con ello a aumentar el flujo de sangre.
Mientras tanto, las sangrías eran también practicadas y estudiadas por las principales figuras médicas en Europa, como Ambroise Paré, que fue el cirujano real oficial de cuatro reyes franceses durante el siglo XVI. Este escribió ampliamente sobre el asunto, ofreciendo multitud de pistas y consejos de interés:
Si las sanguijuelas se manejan con las manos desnudas, se enfadan y llegan a estar tan llenas que no morderán; por tanto, deben sostenerse en una tela de lino blanca y limpia y aplicarlas a la piel, que habrá sido levemente escarificada primero o untada con la sangre de alguna otra criatura, puesto que así se agarrarán a la carne y a la piel totalmente y con más avidez. Para hacer que se retiren debe ponerse un poco de polvo de aloe, sal o cenizas sobre sus cabezas. Si alguien desea saber cuánta sangre han drenado, pueden espolvorearse con sal pulverizada tan pronto como son retiradas, puesto que así vomitarán toda la sangre que hayan succionado.
Cuando Europa colonizó el Nuevo Mundo, también se llevó allí la práctica de las sangrías. Desde la medicina americana no se vieron razones para cuestionar las técnicas que se enseñaban en los grandes hospitales y universidades de Europa, así que se consideraron también las sangrías como un procedimiento común que podía usarse en una gran variedad de circunstancias. Sin embargo, cuando se administró al paciente más importante de la nación en 1799, su uso se convirtió repentinamente en un asunto polémico. ¿Eran las sangrías realmente una intervención médica que salvaba vidas o estaban en realidad poniendo en peligro la vida de sus pacientes?