REGINALD GARRIGOU-LAGRANGE
LA MADRE DEL SALVADOR y NUESTRA VIDA INTERIOR
A la Bienaventurada Virgen María, Madre de DiosyMadre nuestra, que puso en Dios toda su grandeza y que fue colmada por Él con todo género de gracias, homenaje de profundísima gratitudyde filial obediencia.
INDICE RESUMIDO
PRÓLOGO
PRIMERA PARTE
LA MATERNIDAD DIVINA Y LA PLENITUD DE GRACIA
I. - LA EMINENTE DIGNIDAD DE LA MATERNIDAD DIVINA
II -LA PLENITUD INICIAL DE GRACIA EN MARÍA
III -PLENITUD DE GRACIA EN EL INSTANTE DE LA ENCARNACÓN Y DESPUÉS
IV. -PLENITUD FINAL DE GRACIA EN MARÍA
SEGUNDA PARTE
MARÍA, MADRE DE TODOS LOS HOMBRES. SU MEDIACIÓN Y REINADO UNIVERSALES
I. - MARÍA, MADRE DEI, REDENTOR Y DE TODOS LOS HOMBRES
II. -LA MEDIACIÓN UNIVERSAL DH MARÍA DURANTE SU VIDA TERRESTRE
III. - LA MEDIACIÓN UNIVERSAL DE MARÍA EN EL CIELO.
IV. -MADRE DE MISERICORDIA
V. - REINADO UNIVERSAL DE MARIA
VI. - LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
VII. - LA PREDESTINACIÓN DE SAN JOSBYSU EMINENTE SANTIDAD
APÉNDICE
PROLOGO
Deus, humilium celsitudo…
Oh Dios, grandeza de los humildes, reveladnos la humildad de María proporcionada a la profundidad de su caridad.
Nuestro propósito, en este libro, no es otro que el exponer las grandes doctrinas de la Mariología en su relación con nuestra vida interior. Al escribirlo hemos comprobado en muchísimas de las más hermosas tesis, que con mucha frecuencia el teólogo, en un primer período de su vida, se inclina a ellas por un sentimiento de piedady de admiración; en la segunda etapa, al darse cuenta de ciertas dificultades y de las dudas de algunos autores, es menos categórico. En un tercer período, si tiene tiempo y oportunidad de profundizar en estas tesis, bajo su doble aspecto especulativo y positivo, vuelve a su primer punto de vista, no sólo por un sentimiento de piedad y de admiración, sino con conocimiento de causa, al darse cuenta, por los testimonios de la Tradición y por la profundidad de las razones teológicas generalmente aducidas, que las cosas divinas y particularmente las gracias de María son más ricas de lo que se piensa, y entonces el teólogo afirma, no sólo porque es bello y admitido generalmente, sino porque es verdadero. Si las obras maestras del pensamiento humano en literatura, pintura o música encierran tesoros insospechados, lo mismo sucede, con mucho más razón, con las obras maestras de Dios en el orden de la naturaleza y muchísimo más en el orden de la gracia, sobre todo si estas últimas tienen relación inmediata con el orden hipostático, formado por el misterio mismo de la Encarnación del Verbo.
Nos ha parecido que estos tres períodos bastante frecuentes en la evolución del pensamiento de las teólogos, pueden señalarse en el progreso del pensamiento de Santo Tomás respecto a la Inmaculada Concepción.
Estos tres períodos, por lo demás, no carecen de analogía con los otros tres, muy parecidos desde el punto de vista afectivo.Se ha señalado con frecuencia que aparece primero la devoción sensible, hacia el Santísimo Sacramento o a La Santísima Virgen, por ejemplo, después, el de la aridez de la sensibilidady,por fin, el de la devoción espiritual perfecta, que tiene sus raíces en la sensibilidad; se encuentra entonces la devoción sensible, más de una manera completamente diferente de la primera fase, en la que se detenía demasiado y en la queelalma no estaba desprendida por completo de los sentidos.
Que el Señor Se digne hacer comprender a los lectores de este libro, lo que debe ser este progreso espiritual, pues en él sólo pretendo dejar entrever la grandeza de la Madre de Dios y de todos los hombres.
No exponemos aquí opiniones particulares, sino que hemos procurado poner de relieve la doctrina más comúnmente admitida entre los teólogos, principalmente tomistas, aclarándola lo más posible que sea, fundándonos en los principios formulados por Santo Tomás.
Pondremos particular atención en la propiedad de los términos, evitando en Lo posible la metáfora, muy empleada con frecuencia al tratar de la Santísima Virgen. La bibliografía principal será citada a medida que se vayan tratando las cuestiones.
PRIMERA PARTE
LA MATERNIDAD DIVINA Y LA PLENITUD DE LA GRACIA
I DIGNIDAD EMINENTE DE LA MATERNIDAD DIVINA
Las dos grandes verdades que, en la doctrina revelada sobre la Virgen María, dominan todo como dos cimas y de donde se derivan todas las otras, son la maternidad divina y la plenitud de la gracia, afirmadas ambas por el Evangelio y por los Concilios.
Para comprender bien su importancia, será bueno compararlas, inquiriendo cuál de las dos es la primera, y de la cual se deriva todo en la Mariología. ¿Qué es lo más grande que existe en María? ¿Es su maternidad divina, su título de Madre de Dios o bien la plenitud de gracia?
Planteo del problema
Algunos han respondido: la plenitud de gracia. Se han inclinado a esta manera de ver porque el Evangelio narra que pasando Jesús por entre medio de la multitud, dijo una mujer (Luc., XI, 27): “Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”; y Jesús respondió:”Bienaventurados, sobre todo, los que escuchan la palabra de Dios y la conservan en su corazón”. Pareció a algunos, por esta respuesta del Salvador, que la plenitud de gracia y de caridad, principio de los actos sobrenaturales y meritorios de María, es superior a la maternidad divina, que de por sí sería de orden natural y corpóreo.
Según muchos otros teólogos esta razón no es concluyente, por muchas razones; en primer lugar, porque esta mujer no hablaba precisamente de la maternidad divina; no consideraba a Jesús como Dios, sino más bien como un profeta escuchado, admirado y aclamado, hablaba principalmente de la maternidad material según la carne y la sangre: “Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron.” No pensaba para nada en lo que la maternidad divina trae espiritualmente, como consentimiento sobrenatural y meritorio, al misterio de la Encarnación redentora. De ahí la respuesta: del Señor: “Bienaventurados, sobre todo, los que escuchan la palabra de Dios y la conservan en su corazón.” Precisamente María llegó a ser Madre del Salvador, escuchando la palabra de Dios, creyendo en ella y diciendo generosamente con una perfecta conformidad con la voluntad de Dios y con todo lo que esto entrañaba: Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum; no cesó de conservar en su corazón las palabras divinas, desde el día venturoso de la Anunciación. Hasta tal punto que Santa Isabel le dijo: Beata quae credidisti, quoniam perficientur ea quae dicta sunt tibi a Domino, “Bienaventurada eres por haber creído en la palabra de Dios, pues ella se realizará en ti”; mientras que por el contrario, Zacarías quedó mudo por no haber creído en las palabras del ángel Gabriel, “et ecce eris tacens… pro eo quod non credidisti verbis meis”. (Luc., 1, 20.)
La cuestión queda, pues, en pie: ¿qué es lo más grande en María: su maternidad divina, tal como se ha realizado en ella, o la plenitud de la gracia y de la caridad?
Conviene insistir, para precisar la cuestión, en este punto: que la maternidad en una criatura racional no es sólo la maternidad según la carne y la sangre, como en el animal, sino que requiere de por sí
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