Los OVNI s, la Atlántida, los astronautas fósiles, las misteriosas ruinas mayas, Stonehenge, las pirámides, el I Ching , la percepción extrasensorial. las curas mágicas, Velikovsky, el yeti, la macrobiótica zen, el movimiento perpetuo… las seudociencias. Un documentado y minucioso acerca de las curiosas y descabelladas creencias que todavía son los evangelios de millones.
John Sladek
Los
nuevos
apócrifos
Guía de ciencias extrañas y creencias ocultistas
Ilustrado por Alfredo Grondona White
© Texto en inglés: 1973 John Sladek
© Texto en español: Carlos Gardini
ISBN inglés: 0-8128-1712-5
Escaneado: Danielus
Edición digital: Sargont
(2021) para eXvagos
Agradecimientos
En primer lugar, me gustaría dar las gracias a Michael Moorcock, que originó la idea de este libro y le dio un título. En su forma actual, puede que sólo sea una distorsión submarina de su idea, pero aquí está, Mike, y gracias.
También me gustaría agradecer a Bob Marsden, Bookends, Langdon Jones y otros por prestarme oscuros textos pseudocientíficos. Por cualquier error de gusto o de juicio, y por cualquier opinión equivocada, sólo puedo agradecerme a mí mismo.
“Einstein y gente como Einstein dijeron que la Tierra era plana.”
Lobsang Rampa
“«Estás bajo el Espíritu Santo. Corto y fuera…» A la noche siguiente, cuando estaba sentado en el jardín, habiendo magnetizado una hamburguesa y comido la misma…”
Robert Alexander
Contenido
La ciencia como Esaú
La ciencia vino al mundo hace un par de siglos, con una gemela, la seudociencia, asida del talón. Desde entonces, ambas han estado maniobrando para conseguir nuestra bendición: la ciencia ofreciéndonos sus dones, y su gemela mediante una taimada impostura.
Como el ciego Isaac, titubeamos, tratando de tomar una decisión. El periódico que en primera plana publica fotos tomadas en la Luna también publica adentro el horóscopo diario. Los trasplantes de corazón y el curanderismo son tratados con igual seriedad por todos los diarios salvo les más responsables, y ni siquiera éstos pueden resistirse a una suculenta nota sobre Loch Ness.
Los otros medios no son más alentadores. Las ventas de libros sobre ocultismo nunca han ido mejor. Los productores de TV mezclan películas de investigaciones cerebrales serias con películas de aficionados que juguetean con sus ondas cerebrales. Siguiendo a la prensa underground, las revistas sofisticadas presentan a menudo artículos sobre percepción extrasensorial, dietas de moda y espiritismo.
Hay varias razones para titubear. Primero, cualquier cosa que parezca ciencia luce como una impecable fuente de verdad. Damos una significación terrible a la menor insinuación de un laboratorio. Sí un doctor indica la posibilidad de una relación entre el colesterol y las afecciones cardiacas, corremos a comprar margarina vegetal. “Cualquier científico le dirá…” y “la ciencia dice” se han vuelto maneras habituales de endilgarnos cualquier argumento.
Además está el misterio de la ciencia. Las entidades de la física ―quark, bosón, máser― son tan incomprensibles para la mayoría de nosotros como cualquier cosa producida en el gabinete de un médium espiritista, y el nombre completo del virus mosaico del tabaco, especie Dahlemense, que contiene 1.185 letras (“Acetílseriltirosilserilisoleucil…”), bien podría ser glosolalia.
La galopante ciencia ficción aporta su grano de arena para fertilizar nuestras fantasías. El viaje espacial, los rayos de la muerte y los cerebros cibernéticos fueron una vez mera utilería del género. Ahora podemos ver inventos similares en la televisión, que es también un sueño de la ciencia ficción. ¿Por qué el resto de la parafernalia de la ciencia ficción no podría volverse real? ¿Por qué no el viaje por el tiempo, los universos paralelos, los escudos gravitatorios, los monstruos de ojos saltones, la invisibilidad y la comunicación con los muertos? Nuestra imaginación está embriagada del Futuro Ya, y ―al contrario de los científicos― nosotros no vemos ningún obstáculo.
Por último, la ciencia no las tiene todas consigo. La atacan por no haber resuelto todos nuestros problemas, por no haber siquiera intentado resolver muchos de ellos. La llaman herramienta de la dominación tecnocrática:
La tecnocracia [es] aquella sociedad en la cual quienes gobiernan se justifican a sí mismos apelando a los expertos técnicos, quienes a su vez se justifican a sí mismos apelando a las formas científicas de conocimiento. Y más allá de la autoridad de la ciencia, no hay ninguna apelación.
Se dice que la ciencia es desalmada o, más bien, indiferente a las necesidades de la psique. Si un hombre tiene empleo, coche, casa, esposa y un número estadístico de hijos, si goza de comodidades como el psicoanálisis, el seguro y un encendedor electrónico, ¿qué más (pregunta la tecnocracia) puede necesitar?
Bien, aún es posible que la ciencia desarrolle una conciencia, y aún es posible que los científicos adviertan que su lealtad última no se debe a la compañía X ni al gobierno Y, sino a todos. Es posible que los reproches surtan efecto.
Fuera de la ciencia, el mensaje de que la ciencia no las tiene todas consigo ha llegado al ignorante como un farfulleo confuso: la ciencia está muerta. Algunos aplauden la noticia como una justificación para la seudociencia en la que siempre han creído de un modo u otro. Otros, liderados por Colín Wilson, la reciben como excusa para una zambullida entusiasta en el ocultismo.
¿La ciencia ignora al hombre como espíritu? Pues convirtámonos a la teosofía, con su evolución del alma. ¿La ciencia no puede pesar y medir el amor? Pues allí está Wilhelm Reich, con sus cuidadosas mediciones de los rayos azules emitidos durante el orgasmo. ¿La ciencia dice que no podemos superar la velocidad de la luz? Lobsang Rampa la supera todo el tiempo. ¿La ciencia no puede curar el cáncer? Aparecen mil curas instantáneas. Si las Escrituras modernas parecen proponer como mandamiento científico “no harás tal cosa”, los nuevos Evangelios apócrifos dicen “lo harás y tienes que hacerlo”.
Los capítulos que siguen se proponen brindar una muestra representativa de estos nuevos apócrifos. Trato de describirlos sin ensañarme demasiado, aunque debo confesar de antemano mi propia parcialidad contra muchas creencias ocultistas y seudo-científicas. No obstante, hago lo posible por distinguir entre ideas descarriadas e ideas simplemente descarriladas.
Trato de incluir ejemplos de casi todo. Para nombrar unas pocas piezas selectas: la Atlántida, las claves baconianas en las obras de Shakespeare, la cuadratura del círculo, la busca de agua con varas bifurcadas, la percepción extrasensorial, la Tierra plana, la Gran Pirámide, la homeopatía, el I Ching, los mitos de segunda mano, la koreshanidad, Loch Ness, los médiums, Nostradamus, la comida orgánica, el movimiento perpetuo, los códigos de los cuásares, la radiestesia, la cientología, Ted Serios, los OVNI s, Velikovsky, Wilhelm Reich, la visión de rayos X, el yeti y la macrobiótica zen.
No incluyo la brujería, el satanismo y algunos sistemas religiosos o filosóficos como los del doctor Ouspensky y Aleister Crowley, pues tienen poco que ver con la causalidad física. Por diferentes motivos omito las supersticiones cotidianas sobre los gatos negros y los números afortunados, las martingalas y otros sistemas de apuestas, y los actos compulsivos privados con que muchas personas ornamentan sus vidas. Son demasiados y demasiado tediosos, aun para compilarlos, fuera de un trabajo de índole psicológica.
Por último, omito la alquimia, que por cierto es una seudociencia. Pero la mayor parte de la literatura alquímica parece ser histórica (semblanzas de Paracelso o Alberto Magno) o bien, en fin, algo así:
Hallándose aquí les gigantescos carámbanos talámicos que empiezan a derretirse, mas ahora Fuente Prototípica del Fiero Goteo, de la Nueva Virgen Espermatizando Gracia Atómica. Los Tálamos unificados dando ahora una visión concentrada, dirigiendo todos los nervios craneanos con su eterno renacer.
Página siguiente