Traducción de los textos originales por el P. Felipe de Fuenterrabía, ofmc
EVANGELIOS — Introducción general
NOMBRE.— La palabra «evangelio», que quiere decir feliz mensaje o buena noticia, se emplea en los libros del nuevo testamento para indicar la buena nueva de la salud traída por Jesús al mundo. Esta salud consiste en la liberación del pecado y en la infusión de la gracia santificante, que hace al hombre hijo de Dios y heredero del cielo. En el uso corriente y vulgar, con la palabra evangelio designamos los libros o escritos donde se contienen los hechos y dichos de Jesús, autor de esa salud.
CATEQUESIS APOSTÓLICA.— La doctrina y los hechos de Jesús, antes de ser redactados por escrito, se conservaron oralmente, de palabra. Los apóstoles, a quienes incumbía la obligación de darlos a conocer a todo el mundo, eligieron y ordenaron los hechos más destacados, las doctrinas más fundamentales; luego los fueron enseñando verbalmente, según el método de enseñar que estaba entonces en uso. Esto constituyó la catequesis apostólica.
EVANGELIO ORAL.— Con el tiempo esta catequesis tuvo que abarcar más verdades y más hechos de Jesús. Las iglesias o comunidades cristianas se iban extendiendo y multiplicando, los fieles iban progresando en su fe y pedían alimento espiritual más abundante a los apóstoles. Así se constituyó lo que se llama evangelio oral; es decir, conjunto de verdades cristianas que formaban la materia ordinaria de la predicación de los apóstoles.
EVANGELIO ESCRITO.— Ya a los pocos años de la muerte de Jesús, muchos se propusieron redactar por escrito algunas de las verdades que se contenían en el evangelio oral. Así se originaron nuestros evangelios escritos. La Iglesia no aceptó más que cuatro libros o escritos como inspirados por Dios; y éstos son los evangelios de san Mateo, de san Marcos, de san Lucas y de san Juan.
LA CUESTIÓN SINÓPTICA.— Los tres primeros evangelios, el de san Mateo, san Marcos y san Lucas, se llaman sinópticos. Quiere decir que, si se redactan en tres columnas paralelas, se advierten a simple vista o a una somera lectura sus coincidencias clarísimas en la materia, orden y forma de la narración, al mismo tiempo que sus diferencias, no menos evidentes y chocantes, en los mismos puntos. Es muy difícil dar la razón de estas coincidencias y discrepancias. Para explicar las coincidencias, los autores ponen en juego la existencia de la primera catequesis apostólica y la mutua dependencia entre los mismos sinópticos. Para explicar las discrepancias, se apoyan, más que nada, en la índole del autor, diversidad de lectores y documentos empleados por cada uno de los evangelistas. Pero debe decirse que no se ha llegado a una solución que satisfaga por completo a todos los autores.
AUTENTICIDAD.— Auténtico se dice del libro que realmente fue escrito por el autor a quien se atribuye. Los cuatro evangelios son auténticos en este sentido. Son tantas y tan seguras las pruebas que se pueden aducir, que no dejan lugar a duda; son testimonios, tanto de católicos como de herejes, que lo afirman ya desde el siglo segundo. Con todo, alguna que otra sección puede haber sido compuesta por algún discípulo, inmediato, de los mismos evangelistas.
INTEGRIDAD.— Nuestros cuatro evangelios son también íntegros, es decir, han llegado hasta nosotros tal como salieron de la pluma de los hagiógrafos o escritores sagrados. Con el estudio comparativo de más de 2.500 códices o manuscritos antiguos (cierto que no todos poseen el mismo valor documental), se tiene la certeza de poseer actualmente el mismo texto que escribieron los evangelistas.
Los evangelios constan de unos 3.800 versículos. Pues bien, se puede decir que son solamente seis los versículos de importancia cuyo sentido sea incierto, y se debe añadir que ninguno de estos versículos pone en duda o niega alguna verdad de fe. Ningún libro de la antigüedad se puede comparar a los evangelios en punto a seguridad crítica del texto.
EVANGELIO DE SAN MATEO
E L AUTOR .—El autor del primer evangelio fue san Mateo, hijo de Alfeo.
Se llamaba también Leví; y, según nos refieren los evangelios, era un publicano, es decir, tenía por oficio cobrar los impuestos con que los romanos gravaban al pueblo judío.
Cierto día, estando sentado ante su puesto de aduanas, oyó la invitación de Jesús, que le decía: «Sígueme». Dejó todas las cosas y se dispuso a seguir a Jesús. Ofrecióle luego un banquete y allí tuvo el consuelo de escuchar aquellas hermosas palabras de labios del maestro: «No he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores».
Poco más se sabe con certeza de su vida. Predicó la fe en primer lugar a los judíos; y, según cuenta la leyenda, llevó después la buena nueva de Cristo a los habitantes de Etiopía, teniendo la dicha de confirmar su predicación con el martirio. Su fiesta se celebra el 21 de septiembre.
EL PRIMER EVANGELIO.— San Mateo escribió su evangelio en arameo, la lengua original que hablaban sus compatriotas; pero su obra original se ha perdido. El evangelio griego que poseemos actualmente es un arreglo o refundición del original. No están acordes los autores al precisar la fecha de la aparición de este evangelio en griego. Coinciden en señalar una fecha posterior en algunos años a la composición del evangelio de san Marcos. El evangelio de san Mateo iba destinado a lectores judíos que se habían convertido al cristianismo.
Tenía por objeto principal demostrarles que Jesús era el Mesías que Dios había prometido a los antiguos patriarcas enviar al mundo. Con ese fin recurre frecuentemente a pasajes del antiguo testamento, a los que tan familiarizados estaban sus lectores. Presenta también la doctrina de Jesús como la doctrina verdadera, la que ha de suplantar a la antigua ley. Jesús, como sapientísimo maestro y más todavía como Hijo de Dios, enseña la doctrina recibida del Padre: todos los que quieran llegar a Dios han de creer y practicar lo contenido en ella.
PLAN DEL PRIMER EVANGELIO.—El primer evangelio puede dividirse en las siguientes secciones: