© 2011, Herder Editorial, S. L., Barcelona
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
PRESENTACIÓN
Ofrecemos al lector la decimosexta edición de la Historia de la filosofía de Johannes Hirschberger, publicada por primera vez en alemán en 1949-1952. Desde entonces, esta obra ha sido editada más de ochenta veces y traducida, por ejemplo, al castellano (1954, 1994), al inglés, al japonés y al portugués. En España y en América Latina toda una sucesión de generaciones, tanto en las universidades como en los institutos, se han formado en filosofía con el manual de Hirschberger en su mesa de estudio.
Por lo tanto, «el Hirschberger» es ya un «clásico» de la historia de la filosofía. Para H.-G. Gadamer, lo clásico es lo que se conserva en la ruina de los tiempos, la capacidad de supervivencia de lo que se dice en una obra. Este concepto puede aplicarse en nuestro contexto bajo más de un aspecto. Hirschberger tomó de su profesor Joseph Geyser la persuasión de que el pensamiento se acredita a sí mismo por su propia capacidad de transmitirse y, por otra aparte, ha de valorarse en el marco de una tradición interpretativa. En el fondo de esa interpretación están tanto Hegel como la concepción católica de la tradición.
Enlaza con lo dicho el concepto de philosophia perennis , a saber, la convicción de que la historia de la filosofía es un esfuerzo constante en torno a la comprensión de verdades eternas. Para Hirschberger es «objetivo» lo que se muestra como atemporal en la historia de las ideas. En el acontecer de la historia de la filosofía el espíritu humano llega a sí mismo, por más que el camino de esta evolución pase a través de rodeos y errores. Merecen una valoración positiva los filósofos que tratan lo profundo del hombre y la dimensión divina, que abordan con toda seriedad el reino de lo ideal, mientras que constituye un demérito filosófico la reducción tan solo a lo experimentable a través de los sentidos. Por eso Hirschberger respira con satisfacción cuando constata, frente a Hume, que el psicologismo ha sido superado por Husserl y la fenomenología, y que deciden sobre la verdad y la ciencia, no las maneras de comportamiento psíquico del sujeto, sino las notas objetivas del ser. Desde su punto de vista, el criterio del recto filosofar es la medida en que se quiere alcanzar lo primero y originario.
Un rasgo fuerte de su obra es el propósito de mostrar que el platonismo y el aristotelismo han tenido eficacia histórica en forma de una síntesis, que está presente ya en Aristóteles —un Aristóteles visto a la luz de las investigaciones de W. W. Jaeger— y se mantiene en la Edad Media. Hirschberger afirma que una de las ideas más esenciales de su libro es la comprensión del Medievo sobre la base de una herencia platónica, lo cual afecta también a las relaciones del pensamiento medieval con la filosofía moderna.
Hirschberger defiende que no se puede ser historiador de la filosofía sin pensar su contenido. Lamenta que en su época se da demasiada historia externa y literaria, pero poca filosofía, o demasiada filosofía y poca historia. Él, en cambio, aspira a fundir la actividad historiográfica con la pensante, y esto al servicio de la actividad docente, pues su motivo de escribir es ante todo ofrecer a los alumnos un texto suficientemente amplio, pero a la vez condensado. De hecho ha logrado «resumir con viveza» las corrientes de las épocas y el pensamiento de los autores.
Una obra de estas características tiene derecho a pervivir. Ciertamente, la actividad investigadora y editorial lanza cada día al mercado miles de datos sobre la historia de la filosofía. Pero eso no invalida la actividad de síntesis y comprensión basada en una lectura detenida de los originales y en el uso riguroso de las fuentes; más bien, la inmensidad de los datos requiere como contrapartida una visión unitaria, centrada en cada filósofo y en la relación entre ellos.
Johannes Hirschberger nació en 1900 en Österberg (Mittelfranken) y murió en 1990, en Oberreifenberg. En 1927 inició sus estudios de filosofía y filología griega en Múnich, donde trabajó con el medievalista Martin Grabmann (quien más tarde revisaría la sección de la Historia de la filosofía dedicada al periodo medieval). Por otro lado, asistió a los seminarios de A. Rehm y E. Schwartz, donde desarrolló trabajos de investigación sobre la filosofía griega. En 1930 se doctoró en Múnich con un trabajo sobre Platón («La “frónesis” [sabiduría práctica, prudencia] en la filosofía de Platón antes de la República»). Se familiarizó con la escolástica bajo la guía de Joseph Geyser, quien le inculcó la idea de que la retransmisión en la tradición es un criterio de la verdad de las teorías y los conceptos metafísicos. Fue profesor de Historia de la Filosofía, primero en Eichstädt y, posteriormente, en la Universidad de Frankfurt.