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Zeltacosaco - Un cosaco en el Bierzo

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  • Libro:
    Un cosaco en el Bierzo
  • Autor:
  • Editor:
    Caligrama
  • Genre:
  • Año:
    2019
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Un cosaco en el Bierzo: resumen, descripción y anotación

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Desventuras y aventuras de un cosaco, enrolado en el ejército invasor francés, que en las llanuras castellanas deserta y se une a las guerrillas para poner en jaque a las crueles tropas napoleónicas. Posteriormente, se establece en El Bierzo, donde implanta su semilla y peculiar carácter.

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Se nos acusará de audaces pero no tememos estas acusaciones siempre frívolas - photo 1
Se nos acusará de audaces pero no tememos estas acusaciones siempre frívolas - photo 2

« Se nos acusará de audaces pero no tememos estas acusaciones siempre frívolas. El escritor público debe de dejar a un lado toda consideración y no obedecer más que la voz de su conciencia.

Si no se siente fuerte para luchar debe de romper su pluma y jamás escribir una palabra contra sus propias convicciones.

Emplearla así es un delito.

Solo el hombre que ha llegado al último grado de envilecimiento puede ponerla al servicio de cualquier idea a merced de todo el mundo»

Francesc Pi y Margall (1824—1901)

El origen primero de los Zeltacosacos hay que ir a buscarlo a las montañas del país de los cosacos.

Su lugar de nacimiento es muy impreciso ya que los cosacos son hombres de llanura con cielos abiertos y espacios infinitos. Hombres de caballo con un corazón ancho y pasiones ardientes así como una sangre volcánica y humor risueño... Cuando no de perros. Los cosacos de montaña no son muy numerosos, son tan raros como sus pueblos pequeños y sus pocos miembros.

Saben que son cosacos porque lo han sido sus abuelos, lo son sus padres y lo son ellos aunque vivan apartados de las grandes manadas que desafían la velocidad del viento. Todavía hoy tanto en guerra como en paz solamente se asocia al cosaco cabalgando por campos planos y cortas colinas nunca entre montañas como las que un día vieron llegar a un rudo forastero a las profundidades del Bierzo reclamando en uno de sus pueblos casa y tierras que decía haber ganado en juego.

De la mezcla de esclavos fugitivos son inadaptados de aldea y rebeldes segundones ansiosos de proezas. De ahí surgieron los vagabundos o piratas de la estepa conocidos como cosacos dispuestos a frenar a los sanguinarios tártaros e imponer sus condiciones a los déspotas boyardos de Moscovia.

El cosaco es un hombre orgulloso con un concepto de honor, amistad y hospitalidad casi sagrados. Es un centauro presto a empuñar su sable o fusil cuando requiere el descendiente del gran padrecito que sus antepasados contribuyeron a elegir, una vez sometidos los tártaros y conquistada la inmensa Siberia. Desde entonces los cosacos fueron usados a capricho de los zares y mayor gloría del Imperio es verdad que recibieron privilegios a cambio de su fuerza bruta y que no estando de acuerdo más de una vez se sublevaron para cosechar fracasos en sus anhelos de independencia...

Pero a nosotros nos interesa el pasado de un cosaco y éste se llama Gumer.

Su padre era de los más camorristas del pueblo, tenía veinticinco años y seguía soltero, algo insólito para un cosaco que antes de servir como soldado debía de estar casado. Como era el único varón sus padres se desesperaban al ver que cada una de sus candidatas era rechazada y tener que oír año tras año aquello de que ya escogería él su propia potranca y no una casamentera cualquiera dispuesta a cobrar de ambas familias.

A punto de cumplir los veintiséis años el Zar de todas las Rusias ansioso por extender su dilatado Imperio autocrático llamó a sus cosacos para reprimir a los finlandeses que eran alentados por los suecos para recuperar tierras perdidas de otras campañas guerreras en sus ansias de independencia.

La campaña de castigo fue fulgurante y tanto fue el éxito para los regimientos cosacos que regresaron a sus aldeas cargados de gloria y un cuantioso botín a los seis meses del inicio de las hostilidades. Al revés de sus vecinos el recién ascendido a sargento y que pronto sería padre de Gumer solamente trajo a la grupa de su caballo una caballera de oro con ojos esmeralda propietaria de un cuerpo bien proporcionado y resueltos ademanes.

La mujer era alta, rubia, fuerte, enérgica y vikinga finlandesa. El hombre no era tan alto pero si cosaco de mirada penetrante y piel muy morena curtida por los rayos solares cuando penetra y ayuda a fecundar la tierra. De ese contraste de ojos negros con verdes piel rosada con oscura y pelo azabache con dorado nació el cosaco Gumer de ojos entre gris y verdes, piel morena, pelo color paja, estatura intermedia entre sus progenitores sentimientos de cosaco y fiereza indómita del ladrón del mar. Del padre heredó la vigorosidad física y la intrepidez del cosaco ante la adversidad. De la madre la fuerza del espíritu y esa fantasía del escandinavo y el orgullo de ser libre a pesar de las penalidades que tuvo que aguantar en un país hostil en el que ella tan solo encajaba en el cuerpo de su hombre cosaco y en el amor por el ser que había engendrado y alumbrado... De los dos aprendió lo que puede dar de sí el amor cuando el padre no estaba borracho.

Los años finales del siglo XVIII trajeron días decisivos para la historia del hombre. En América trece colonias se habían rebelado contra su Imperio luchando y consiguiendo así una clara independencia. En Francia habían decapitado a la familia real y el pueblo juzgaba a los que ayer fueron poderosos. Las notas vibrantes de la Marsellesa recorrían los caminos de Francia infiltrándose con las nuevas ideas en los países circundantes. Pronto los ejércitos galos recorrerían los campos de Europa apoderándose de muchas riquezas y tronos tambaleantes...

Ninguna de estas convulsiones históricas llegó hasta el perdido pueblo donde el pequeño Gumer crecía bajo la atenta mirada de su madre y las severas lecciones marciales de su padre.

En el País de los cosacos no hay sitio o lugar para los débiles ni los cobardes y mucho menos cuando corre por sus venas sangre vikinga... El duro aprendizaje empieza nada más andar y se intensifica cuando es capaz de sujetarse encima del caballo. Si hace bien los ejercicios es premiado.... de lo contrario se castiga brutalmente.

En el País cosaco el que no aguanta las penalidades es mejor que muera en la infancia. No existe la piedad ni la comprensión para el que se resista a ser como los demás... el salirse del rebaño solamente produce créditos adversos. El cosaco es un hombre de ideas fijas. Su caballo, el sable y demás armas junto a la esposa y sus tierras son sus pertenencias. Su profesión es la guerra y el botín su paga. Nadie quiere saber de las costumbres extranjeras y sus componendas. Por costumbre es religioso y disciplinado ante el jefe que ha elegido, su Atmán. Jura fidelidad al Zar, su padrecito y a su Atmán libremente elegido y siempre está dispuesto a luchar hasta que le ordena retirada y se consiga su victoria.

Capítulo I

En los primeros días del siglo XIX Gumer cumplía los doce años y montaba como un centauro y aunque necesitaba las dos manos se defendía bastante bien con el sable. Era de carácter serio y no congeniaba demasiado con los chicos de su edad y mucho menos con los castigos corporales.

—¡Maldito hijo de perra vikinga! Te voy a enseñar todos los Cristos habidos y por haber —gritaba el padre mientras le golpeaba con la funda del sable.

—¡Pegue todo lo que quiera que cuando llegue a hombre no pegará más!

—¡No me contestes, descastado!

—Y una mierda ¿acaso se cree que el derecho de hablar es solo suyo?

Un puñetazo le mandó contra la pared exterior de la cabaña e intervino la madre sujetando por la espalda a su marido pero un codazo en la boca del estómago dio con ella en tierra.

—¡Mujer no vuelvas a interponerte entre mi hijo y yo...! Tú misión fue traerlo al mundo y la mía es convertirlo en un guerrero cosaco y ¡me caso con Dios si no lo consigo! ¡Levántate, hijo de la gran perra, levántate y hazlo pronto, levántate antes de que pierda la paciencia!

Con la mirada fija en su padre y odio en sus entrañas se levantó del suelo y acercándose sin perder de vista sus ojos le cogió la mano que sujetaba el cuero del sable y se la besó. Humildemente respondió a su progenitor.

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