Las jornadas del Coronel es un libro que sorprende gratamente en muchos aspectos. En primer lugar, porque es inusual unas memorias de un militar de la España democrática y europea. Sus vivencias, lecturas y lugares, que relata a lo largo de cuatro décadas (1976-2016), son muy actuales y nos ayudan a comprender mejor una profesión no siempre bien entendida y tolerada pero tan relevante en la historia.
En segundo lugar, porque es original y ocurrente la forma que tiene el autor de mezclar su hoja de servicios con los conflictos y acontecimientos relevantes (Vietnam, las Malvinas, la Guerra Fría, las guerras árabes-israelíes, los Balcanes, Irak o Afganistán) que le tocó vivir o estudiar, a la vez que entrelaza todo ello con el pensamiento de líderes y tratadistas militares relevantes.
En tercer lugar, porque tiene una escritura cuidada y ágil, reflexiones y comentarios muy oportunos sobre la profesión, así como fascinantes descripciones de la naturaleza que acompaña al soldado en campaña y de los lugares por donde le llevaron sus destinos y desplazamientos con breves pinceladas históricas que ponen al lector en contexto.
La obra es un compendio bien organizado y argumentado de recuerdos, historia y pensamientos sobre la esencia militar, la paz y la guerra («un fenómeno contradictorio... pero ella sigue ahí, agazapada y dando zarpazos a discreción»), y también de la estrategia, geopolítica y relaciones internacionales. Se abra por donde se abra siempre hay algo que invita a la lectura.
Desde el «estricto régimen prusiano de formación e internado» de la Academia General Militar de Zaragoza, el protagonista avanza como un corredor de fondo y con espíritu montañero, atravesando una gran variedad de destinos y escenarios que van explicando la transformación de un hombre de acción y mando en uno de estudio y reflexión.
Del empleo de capitán dice que es uno de los más gratificantes de su profesión, requiere pujanza y serenidad por igual; con el de coronel comprendió la definición que dice que «mandar es resolver con calma y ejecutar sin titubeos». Pero es en el Estado Mayor donde su vida militar da un giro con el estudio detallado, el rigor y el compromiso con el pensamiento.
A partir de ahí, en los albores del nuevo siglo, se le abren las puertas de la enseñanza superior y posteriormente las del servicio internacional como asesor y analista en Europa y de la OTAN, donde percibió en las operaciones multinacionales que existe un alma común al soldado. Todo un viaje por un excelente historial militar que despierta el interés y nos descubre el valor de una vida castrense bien aprovechada.
Toda la obra está sazonada con oportunas referencias a reconocidos líderes y pensadores militares como Clausewitz, Molke, Vigny, Weyler, Sun Tzu, Liddel Hart, Fuller, Villamartín, entre otros muchos, con los que el coronel Romero nos ayuda a entender mejor los rasgos de soldados universales «que en su forma de vivir derrochaban libertad y resignación a la vez».
Este ensayo-memorias o viceversa derrocha amor y orgullo por una carrera que se rige por la esencia de las virtudes prusianas, «una mezcla de sencillez y sobriedad, y sentido del deber; pero también modestia, frugalidad, disciplina y una tendencia a aceptar el sacrificio». Valores que siguen teniendo vigencia en una vida que, por paradójico que pueda parecer, lleva en su interior la búsqueda de la libertad.
La obra termina con una separata donde se reflexiona sobre siete contradicciones relacionadas con la esencia militar, pero no solo: libertad-sometimiento, romanticismo-rutina, reclutamiento-voluntariedad, valores-racionalidad, el uso de la fuerza y la moderación, la guerra y la no-guerra y lo divino y lo humano del mando. Y cierra el libro los cinco principios del Arte de la Guerra de Sun Tzu, general, estratega y filósofo de la antigua China por el que no parece pasar el tiempo.
En definitiva, un libro para todo tipo de público que busque una lectura original, amena y no convencional, pero que puede servir particularmente de guía a todo joven oficial con ambiciones en el Ejército y, en general, a todo joven que sienta curiosidad o atracción por la profesión militar hacia la que podría encauzar su vocación. Una vida llena de normas y rutinas, de sacrificios y fatigas, sí, pero también una vida plena de compañerismo, de estudio y aprendizaje, de desafíos personales y profesionales, de crecimiento en definitiva que justifican y dan valor a esta profesión que no se ha estancado y, como cualquier otra, sigue en continua transformación hacia el futuro.
Las jornadas del Coronel acaban en el Instituto de Historia y Cultura Militar, allí donde velan con mimo los fondos documentales de la Historia de los Ejércitos «raíz y médula de la Historia de España», pero a este coronel ya en la reserva, y profesor, aún le quedan muchas reflexiones por compartir, su dedicación a la investigación y estudio avanza sin descanso. Con una narrativa ágil y sencilla ha visto la luz este libro tan personal gracias al cual conocemos mucho mejor cómo es la vida y la transformación de un oficial español en unas Fuerzas Armadas abiertas al mundo.
Iciar Reinlein, periodista.
Prólogo
Las páginas que siguen constituyen una salva sobre la milicia, sobre el Ejército; describen la vida militar de un soldado, las jornadas de un oficial en el tiempo que le ha correspondido vivir. Comprenden esos decenios que van desde mediados de los años setenta (1970) hasta algún día alrededor de 2016.
Son años que se vivían mirando la acción informada en las pantallas de la televisión. La guerra de Vietnam, las guerras árabe-israelíes, Malvinas, las guerras revolucionarias, Irak, Afganistán. Guerras que eran el reflejo de su profesión militar, de aquello que quería y ambicionaba ser.
El texto recoge la vida de un militar que llegado este momento ve cómo sus capítulos se han cumplido. Lo que sigue narra el tiempo en la Academia General Militar, marcado por un estricto régimen prusiano de formación e internado. El mismo general von Moltke, que abre estas líneas, bien podría haber sido su profesor en el solar zaragozano. El recorrido nos lleva por las primeras jornadas de un joven oficial de Infantería que se ajustaban a la perfección a aquella sucesión de rutinas militares descritas por Alfredo de Vigny en las fortalezas francesas del siglo XIX; jornadas regidas por la vida de guarnición y el cumplimiento exacto del servicio. El tiempo de mando de capitán, en la montaña, no estaba lejos de los ideales de Valeriano Weyler, de la acción ininterrumpida y que venía festejado por el empuje y el sufrimiento del soldado en campaña. El capítulo que sigue nos describe la laboriosidad de los trabajos del oficial de Estado Mayor, que ha sido el signo distintivo de este Servicio a lo largo de su historia. El general profesor Alonso Baquer, la faceta de la enseñanza superior, el compromiso con la reflexión, dieron un giro a la vida de este comandante. El destino en el extranjero vino con el empleo de teniente coronel, de oficial de enlace insertado en un Ejército ( British Army ) que conservaba intacto el aire victoriano del duque de Wellington. El paso por el destino internacional en la Alianza llegó con el puesto de asesor para asuntos de seguridad, con las lecturas de Henry Kissinger, en un crisol militar de diferentes culturas profesionales. El mando de regimiento, la aspiración de todo oficial, reside allí en la belleza de las islas Afortunadas y en la bondad de sus gentes; un historial unido a las hazañas de los isleños por la defensa de sus islas y de sus campañas ultramarinas. Finalmente, la labor de analista le llevó de nuevo al tablero de la Alianza sobre el que los rusos jugaban con maestría sus opciones geopolíticas. Desde el Báltico hasta el Mar Negro, un gran desafío que rememoraba la movilidad estratégica de los mariscales soviéticos, de un Zhukov, en la Segunda Guerra Mundial.