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PENSEMOS QUE LOS MCCANN SON INOCENTES
Los padres de Madeleine, la niña desaparecida en Portugal, iban mucho a misa. Incluso tenían la llave de la parroquia. Eso, aunque no se entienda, hay gente a la que le molesta. En este mundo los católicos están a punto de volver a las catacumbas y cuando menos ir a misa de tapadillo, como cuando las reuniones clandestinas de los curas comunistas. Tal vez sea el fondo de esa hipocresía social lo que reina estos días en la prensa: por un lado el estamento oficial diciendo que no tiene nada contra los padres, y por otro, bajo mano, filtrando noticias a cual más acusadora. Jóvenes, guapos y fervientes católicos, «¡Hay que ver lo que jode!».
Algunos testigos dicen haberlos visto en los alrededores de la parroquia a altas horas de la madrugada, lo denuncian como si vinieran de un aquelarre. Lo que pasa es que los McCann han inventado la iglesia de guardia, que es una necesidad muy antigua y nunca resuelta. ¿Qué hace uno si tiene un apretón espiritual en medio de la noche? Ellos iban a la parroquia para huir del horror. Sin embargo ahora dicen que van a excavar en los alrededores por si estuviera allí enterrado el cadáver de Maddie. Parece directamente sacado de una película de miedo.
Pensemos por un momento que son inocentes, pero totalmente inocentes, y la Policía se equivoca, como ya ha pasado: que señaló hace unas semanas a otro británico y a un ruso a los que ahora tal vez debería pedir disculpas.
La Policía tiene el derecho a sospechar del entorno de la víctima y a equivocarse. De hecho más del setenta por cien de las muertes violentas las provocan personajes del círculo más cercano del fallecido. También se da un batallón de aparentes católicos involucrados en muertes violentas, pero cuando hay por medio unos padres heridos es preciso extremar el cuidado.
Kate y Garry son listos, médicos e influyentes. Estaban de vacaciones cuando perdieron a su hija. Los McCann no son lo que aparentan. Parecen una pareja de modelos de alta costura o de actores de película de acción, pero son dos esforzados doctores. Ella, arrebatadora y frágil, parece la Lady Di de la medicina. Y él, el príncipe de los cardiólogos. Les sientan muy bien las portadas a sus cabezas rubias como la cerveza. Dentro tienen un apretado nudo de convicciones que les hace llamar a los periodistas de Sky News antes que a la Policía y al párroco de la iglesia más próxima inmediatamente después.
Kate, muy delgada, es la radiografía de sí misma. Ofrece un rostro bello y expectante. Le sienta bien la ropa de sport y le afecta la angustia que le da un aire dolido y melancólico. Arrastra a todas partes el peluche que era la mascota de Maddie donde los perros de Scotland Yard huelen a muerto.
Otros se habrían quedado paralizados, pero ellos contrataron asesores de prensa para abanderar un gran movimiento mediático. Garry repartía pulseras amarillas. El rostro de la niña desaparecida fue impulsado alrededor del globo de la mano de las grandes estrellas mediáticas como David Beckham, Cristiano Ronaldo, J. K. Rowling y los jugadores del Everton, el equipo de la pequeña. Fueron recibidos por el ministro español de Interior y por el Papa. Durante semanas, se difundió la idea de que un pederasta loco había raptado a Maddie y huido quizá a España. Durante semanas, los policías portugueses, más cercanos a Colombo y a Plinio que al CSI Las Vegas, callaban como zorros bajo la excusa de que no descartaban ninguna hipótesis. A mediados de agosto estaban completamente perdidos y aceptaron la ayuda de los ingleses. CSI Birmingham mandó los perros adiestrados y se ofreció a hacer el análisis de las muestras biológicas. Los perros policías encontraron restos de sangre compatible con Madeleine en el apartamento que ocupaba y otros indicios en el coche que sus padres alquilaron veinticinco días después de la desaparición. El Colombo portugués, siempre como el que no quiere la cosa, acumulaba pruebas que ¡ay! acababan siendo noticia en el periódico correspondiente.
Los McCann, que ya no son estrellas mediáticas, sino unos padres abrumados por el tamaño del monstruo que ellos mismos han creado, han tenido que salir apresuradamente de Portugal donde habían prometido quedarse hasta que apareciera la pequeña. Volvieron a casa falsamente confiados en el parapeto de los tabloides que ahora han dado la vuelta dejándolos con el flanco al aire. Las hipótesis de la investigación, que no son otra cosa que ideas aventuradas, se han publicado en inglés. En la investigación creen falsamente que la madre está involucrada en la muerte accidental de la niña y que recibió ayuda para deshacerse del cuerpo del delito. Lo último publicado es parte de su diario en el que supuestamente se queja de que la excesiva vitalidad de la niña la tenía agotada. ¿Qué hay detrás de todo esto?
Los McCann, ya no son estrellas mediáticas, sino unos padres abrumados por el tamaño del monstruo que ellos mismos crearon. Actualmente ya casi no hablan y solo tratan de difundir su inocencia.
Insuficiencia de pruebas. Dentellada de Colombo que no está dispuesto a soltar la presa y versatilidad de los informadores que al final lo único que quieren es gresca. Los McCann, curiosamente, mantienen el tipo, aunque ya casi ni hablan. Difunden su inocencia y dicen que nadie ha probado nada de lo que se les acusa.
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EL CRIMEN EMPIEZA
A LOS 7 AÑOS
Se rebaja la edad mínima del asesinato en el mundo. Ha sido en Argentina. Donde una pareja de niños, de 7 y 9 años, hermanos, han participado presuntamente en la muerte violenta de una niña de dos. Es algo que en la sociedad que vivimos era cuestión de tiempo. Hasta ahora los niños asesinos tenían al menos diez años y se contaba a partir de esa edad; pero desde lo ocurrido, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, ha bajado bruscamente. En los países avanzados que están viendo venir el fenómeno ya estarán buscando las causas, mientras que en España, donde los instigadores de la Ley del Menor persisten en su fracaso, se mantiene en la oscuridad el impulso criminal de la infancia.
En Buenos Aires, territorio del Petiso Orejudo, infante e infanticida, criminal en serie de principios del siglo XX, pese a su gusto por la intelectualidad y el psicoanálisis, no han podido evitarlo. La criminalidad ha tardado un siglo en bajar tres peldaños: ya hay un sospechoso de 7 años y otro de 9, que según los peritajes policiales actuaron «con placer». Es una tragedia mundial, de proporciones colosales, ante la cual debería conmoverse el propio Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, preocupado por lo que le pasa a la infancia, sus sufrimientos y degradación. Aunque sea desde Buenos Aires, la maldad viaja más veloz que la luz del sol.