«Los que no ven de la vida más que el triste pedazo de pan y los modos de conseguirlo me parecen muertos que comen.»
«… sus casas estaban muy mal construidas, porque allí desprecian la geometría práctica como cosa vulgar. Su espíritu era bajo y grosero, no tenían cultura ni educación. Además, no sabían hablar si no era para contradecir, excepto la rara vez que pensaban correctamente, y entonces callaban… Otra de las rarezas de ese pueblo era el sobresalto en el que vivían constantemente. Por ejemplo: temían que la Tierra fuera devorada por el Sol o que este astro un día se apagase. Que el esperado cometa, que según sus cálculos debía aparecer dentro de treinta y un años, sacudiendo su cola sobre la Tierra, la confundiera con sus rayos hasta convertirla en cenizas… Éstos son los ordinarios miedos e inquietudes que les quitaban el sueño y les privaban de toda clase de placeres…»
PRÓLOGO POR EL ESCRITOR E HISTORIADOR MARIANO FERNÁNDEZ URRESTI
Un día, como Alicia, algunas personas se encuentran con un Conejo Blanco de ojos rosados. En principio puede que ese encuentro no tenga nada de extraordinario, salvo que el Conejo hable:
—¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!
Incluso es posible que, como a Alicia, hasta ese fenómeno le pueda llegar a parecer lo más natural del mundo. Ahora bien, si el Conejo saca del bolsillo de su chaleco un reloj, lo mira con atención y echa a correr, las cosas adquieren indudablemente un color tan llamativo que es imposible no reparar en él. De manera que, como la Alicia de Lewis Carroll, los más curiosos se apresuran a ir tras el Conejo. Yo lo hice.
De hecho, llevo toda mi vida persiguiendo al Conejo.
Como Alicia, llegué a tiempo de ver cómo se ocultaba en una madriguera que había al pie de un seto. Y sin reparar en cómo me las arreglaría para salir después, me precipité en su interior.
Pero lo peor (o lo mejor) estaba por venir. El resultado de mi búsqueda, como a otros antes que a mí, me arrojó a un mundo diferente y tan real como aquel del que procedía. De hecho, tengo dudas sobre si el lugar del cual venía era el verdadero mundo o era en realidad una ficción, mientras que lo que había al otro lado de la madriguera del Conejo Blanco era la vida real.
Y ahora resulta que Fran Renedo Carrandi ha decidido ir corriendo tras otro Conejo Blanco. Pero lo que tal vez no sabe es que muy pocos van a dar crédito a las historias que cuente, porque son muy pocos los que han visto al Conejo Blanco, y aún muchos menos los que se han atrevido a ir tras él.
Este libro está repleto de historias que se encuentran al otro lado del espejo. Recorriendo sus páginas me he visto a mí mismo en casi todas ellas, pues recorrí esos mismos senderos hace mucho tiempo, antes de que otros cruces de caminos del mundo del Conejo Blanco me atrajeran más poderosamente.
Generalmente, escribir un libro es una proeza. Lo primero que el autor deberá dominar es su ego; después, se granjeará la profunda envidia de muchos de quienes lo conocen (posiblemente porque no pueden escribir, o no saben, o no tienen ni idea de lo poco que gana un escritor), y finalmente se verá arrojado a una soledad que sólo podrá compartir con sus personajes. Pero si eso es lo que sucede al escribir un libro, al escribir sobre lo que hay al otro lado del espejo se paga un precio mayor: en muchos casos la sonrisa de suficiencia o la burla, que nace del miedo a descubrir que lo evidente no es lo real, sino su mitad.
Por todo eso deseo de corazón éxito a Fran Renedo.
De todos modos, hay algo que no le podrán arrebatar si es capaz de soportar el acoso del Capitán Garfio que, con muchos rostros diferentes, saldrá a su encuentro. De momento, ha logrado dar cuerpo de papel a personajes que viven en el país de Nunca Jamás, que limita al norte, al sur, al este y al oeste con la patria del Conejo Blanco.
Mucha suerte, Fran, en tu aventura. Por si te sirve de algo, Peter Pan sonríe a mi lado.
M ARIANO F. U RRESTI
INTRODUCCIÓN
Pienso que todas las personas, desde que tienen uso de razón (curiosa frase hecha, en el verdadero valor de cuyo significado muchas veces no nos paramos a pensar), muestran curiosidad por todo lo que se escapa a la lógica o a las leyes naturales dadas como dogmas de fe. Se sienten atraídas por lo desconocido (o quizá huyen de un mundo al parecer desquiciado), como puede ser todo lo relacionado con los asuntos misteriosos, las otras realidades, en las que tantos y tantos autores e investigadores han dejado su granito de arena, para que, si pudiera ser posible aunque fuese en una mínima parte, alguna de estas cuestiones fueran resueltas de manera clara y concisa, o simplemente se las reconociera como base de unas argumentaciones que hoy por hoy, como decimos, se escapan al razonamiento humano.
Sería misión harto complicada enumerar a los investigadores y gente de buena fe que un día sintieron la necesidad de conocer de primera mano unos rompecabezas que, en muchas ocasiones y a primera vista, parecían escabrosos, rayando a veces con lo grotesco, y que descubrían cómo detrás de esa primera impresión existían testimonios humanos, personas corrientes, sin artificios, asustadas, desorientadas, a quienes la mayoría de las veces esa experiencia les iba a dejar una imborrable huella en sus vidas. Gentes de todos los ámbitos, profesiones y lares, los cuales coinciden en descripciones y sensaciones, sin saber siquiera que otras personas tuvieron, y con toda seguridad tendrán en el futuro, unas experiencias que en ese momento les parecen increíbles.
Hasta tal punto que muchos de estos individuos nunca expondrán abiertamente su vivencia por miedo al «qué dirán», autoconvenciéndose de que todo fue un mal sueño o queriendo razonar lo irrazonable. Sería justo añadir que junto a estas nobles personalidades, tanto investigadores como testigos, existen otras que, queriéndose aprovechar de la situación y por razones diversas que pueden llegar desde el afán de protagonismo hasta un interés descaradamente lucrativo, son capaces de inventar todo tipo de aventuras y situaciones, que, en definitiva, hacen un flaco favor al verdadero espíritu de rigurosidad que se requiere para la difusión de todo este tipo de asuntos. Saber quiénes son es difícil en la mayoría de las ocasiones. Desenmascararlos, mucho más para las personas que actúan de espectadoras. A veces, sin querer, los errores en una investigación, una traducción defectuosa o incluso unos datos mal transcritos pueden llevarnos a pensar que tal asunto es un fraude, siendo todo lo contrario; y antagónicamente, casos profusamente descritos, con varios supuestos testigos, no son más que una manipulación de la información por parte de informantes sin escrúpulos, con Dios sabe qué intenciones.