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Índice
Para Carla
Siglas y acrónimos
Abrasco
Asociación Brasileña de Salud Colectiva
Alames
Asociación Latinoamericana de Medicina Social
APS
Atención Primaria de Salud
CDC
Centers for Disease Control (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades)
CDSS
Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud
CUS
Cobertura Universal de Salud
DALY
Disability Adjusted Life Years (Años de Vida Ajustados por Discapacidad)
DDT
Dicloro difenil tricloroetano
FDA
Food and Drug Administration (Administración de Medicamentos y Alimentos)
HAART
Highly Active Antiretroviral Therapy (Terapia Antirretroviral Altamente Activa)
IEP
Instituto de Estudios Peruanos
MIT
Massachusetts Institute of Technology (Instituto Tecnológico de Massachussets)
MSF
Médecins Sans Frontières (Médicos Sin Fronteras)
ODM
Objetivos de Desarrollo del Milenio
ODS
Objetivos de Desarrollo Sostenible
OEA
Organización de Estados Americanos
OMC
Organización Mundial del Comercio
OMS
Organización Mundial de la Salud
ONG
Organización no gubernamental
ONU
Organización de las Naciones Unidas
ONUSIDA
Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida
OPS
Organización Panamericana de la Salud
PEPFAR
President’s Emergency Plan for AIDS Relief (Plan de emergencia del presidente de los Estados Unidos para el alivio del Sida)
SUS
Sistema Único de Saúde (Sistema Único de Salud)
TTI
Test, Trace, and Isolate
UNMEER
Misión de las Naciones Unidas para la Respuesta de Emergencia al Ébola
UNICEF
United Nations International Children’s Emergency Fund (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia)
TRIPS
Trade Related Intelectual Property Agreement (Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio)
VIH
Virus de Inmunodeficiencia Humana
Agradecimientos
Muchas personas me ayudaron a pensar los textos que aparecen en este libro, aunque, por supuesto, su contenido es total responsabilidad mía. Algunos, físicamente, han partido de manera prematura, pero todos viven en mi memoria. Médicos, científicos y sanitaristas peruanos me educaron en lo que era y lo que podía ser la salud pública. Entre ellos, se encuentran Uriel García, Carlos Monge Cassinelli, Carlos Vidal Layseca, Óscar Ugarte, Víctor Zamora, Pedro Brito, Eugenio Villar, José Moya, Juan Arroyo y Juan Pablo Murillo. Colegas historiadores peruanos me enseñaron que nuestra disciplina es una profesión y un oficio. Quisiera resaltar a Alfonso Quiroz, Carlos Contreras, Tony Zapata, Steven Palmer y Jorge Lossio. En Brasil, país en el que vivo desde 2011, he tenido el privilegio de trabajar con Jaime Benchimol, André Silva y Gabriel Lopes (con este último, desarrollando una historia del sida y una crónica sobre la pandemia del coronavirus en Brasil que forman la base de algunos de los apartados de este libro). No puedo dejar de mencionar a Roberta Cerqueira, editora ejecutiva de la revista História, Ciências, Saúde-Manguinhos de la Fundación Oswaldo Cruz, en la que trabajamos juntos. Agradezco especialmente al Instituto de Estudios Peruanos, en el que comenzaron mis estudios del pasado sanitario peruano gracias, en gran parte, a Julio Cotler, Cecilia Blondet, Carolina Trivelli, Natalia González, Efraín Gonzales de Olarte y Odín del Pozo. Finalmente, tengo que agradecer a Raúl Cachay, Diana Félix, Johann Page y Penguin Random House, por la publicación de este libro.
Introducción
Las epidemias regresan cada cierto tiempo para recordarnos nuestra vulnerabilidad ante la enfermedad generalizada, las desigualdades sociales y el poder. Asimismo, l as pandemias desnudan la precariedad de los sistemas de salud, las pocas defensas en las sociedades ante microorganismos itinerantes transnacionales y revelan que en los países en desarrollo —como los latinoamericanos— el acceso a buenos servicios médicos gratuitos es una ilusión para la mayor parte de los ciudadanos. Las soluciones oficiales a las pandemias, por lo general temporales, fragmentadas e insuficientes, exageran la importancia de la tecnología e ignoran los problemas estructurales que hacen que las epidemias sean recurrentes (Cueto y Palmer, 2015). Entre estos problemas, el más notable es el de la desigualdad social. Al principio, las pandemias parecen ser grandes igualadores sociales, porque se infectan ricos y pobres por igual, pero, al poco tiempo, se hace evidente la importancia de las disparidades en los ingresos, el género, la etnia y la ubicación geográfica, que delatan dónde se encuentra la más alta mortalidad. Por su asociación con la pobreza y la discriminación, que antecede las tragedias sanitarias, el estigma recrudece. Los más pobres, las personas de una raza diferente a los de la élite y los extranjeros, son culpados habitualmente por «esconder algo» en sus organismos que resulta peligroso para el resto de la sociedad. Señalarlos como los causantes de las dolencias sirve para confirmar la supuesta necesidad de una distancia entre ellos y la élite y, de esta manera, encontrar un chivo expiatorio para la desgracia.
Las pandemias también tienen una dimensión humana. Recuerdan que los seres humanos son esencialmente contradictorios, que pueden llegar a realizar actos de gran solidaridad y heroísmo, así como caer en la desesperanza, el egoísmo y la indiferencia frente al dolor ajeno. Para un historiador de la medicina, las epidemias son una riquísima fuente de información. Desde hace un tiempo, los cultores de esta disciplina han dejado de concentrarse en lo que hicieron y escribieron las élites médicas para indagar sobre las percepciones y reacciones de los pacientes, los trabajadores de salud que no forman parte de la «crema y nata» de su profesión y las angustias y conductas vinculadas a la salud del público en general (Cueto, 2020).
Los textos reunidos en las dos primeras secciones del libro tratan asuntos relacionados con epidemias y pandemias (es decir, con eventos nacionales y globales de enfermedad generalizada caracterizados, por lo menos inicialmente, por la absoluta falta de control) así como de instituciones, propuestas y personajes que tuvieron y tienen que ver con preservar y mejorar la salud pública internacional. En la tercera sección se explica cómo una perspectiva histórica nos puede ayudar a comprender mejor aquellos eventos que nos agobian e, inclusive, incentivar entre las autoridades la necesidad de planificar el futuro. En la primera sección aparece la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuya misma existencia fue cuestionada en el primer año de la pandemia (2020), pero de cuya valiosa historia —que contiene el germen de la necesaria cooperación mundial en los asuntos de salud— se conoce muy poco. Asimismo, en el primer apartado se aborda la ambiciosa propuesta integral de Atención Primaria de Salud impulsada por la OMS, que desde hace un tiempo pretende establecer sistemas de salud públicos, amplios, equitativos y bien financiados, que permitan defender a las sociedades de los desastres sanitarios. La segunda sección, sobre la pandemia de la COVID-19 y otras devastadoras epidemias, ha sido estructurada en torno a « viñetas » de divulgación que describen eventos y personajes; y presenta reflexiones preliminares sobre una tragedia que, según los más optimistas, va a disminuir en intensidad recién a fines de 2022 (el texto más reciente presenta algunas interrogantes surgidas tras la aparición de la variante ómicron). Los capítulos sobre la COVID-19 tratan de encontrar un orden en la avalancha de información, temores fundados —e infundados— e incertidumbre, que se ha desencadenado en los últimos años. La pandemia de coronavirus que ahora nos agobia hizo valorar la importancia de la salud pública y demostró que esta es una promesa que va más allá de salvar vidas y difundir la prevención. Es una obligación económica porque, sin una buena salud pública, no puede haber un sistema económico viable; tiene una función social, porque en toda sociedad democrática deben existir mecanismos que garanticen la igualdad de oportunidades más allá de la posibilidad de elegir y ser elegidos; y es cultural, porque la sanidad es el medio ideal para materializar la solidaridad, sin la cual no hay convivencia en sociedad. Vigorosos sistemas nacionales de salud que domen las epidemias y las enfermedades son fundamentales para aspirar a alcanzar sociedades verdaderamente democráticas, con ilusión en el desarrollo económico, en las que las personas tengan la oportunidad de salir adelante por su talento y esfuerzo, independientemente de su condición social, raza o género. Y una buena salud pública es el ingrediente esencial escondido para estimular la esperanza en el futuro y la planificación de las personas, las instituciones y los países.