Blake Aguilar - Colección de Asesinos Seriales y Psicópatas Vol 1.: Incluye 2 Libros en 1--Mujeres Asesinas Seriales y Los Psicópatas más Despiadados de la Historia

Descubre Cuáles son las Mujeres Asesinas más Sanguinarias de la Historia

¿Qué les lleva a hacerlo? Es una pregunta que puede hacerse a cualquier criminal, pero que suele ser extremadamente común al hablar de asesinos seriales. Y como las asesinas son una rareza en la mayoría de las sociedades, la pregunta es especialmente pertinente cuando se trata de mujeres que cometen homicidios. Algunos dicen que “el infierno no tiene tanta furia como una mujer despreciada”, pero en la gran mayoría de los casos, la venganza es, como mucho, un componente menor del motivo. De hecho, muchas mujeres asesinas matan a personas que son completamente desconocidas o que apenas pueden considerarse conocidos casuales. En cambio, el impulso más común de las asesinas es ejercer alguna forma de dominio o control sobre otra persona.

Este fue precisamente el caso de la asesina en serie Gwendolyn Graham, que trabajaba en una residencia de ancianos y asfixiaba a pacientes al azar hasta la muerte sólo porque le proporcionaba una emocionante sensación de control sobre las vidas de los demás. Ella elegía quién vivía y quién moría. Resulta repugnante pensar que semejante abuso pueda hacer sentir bien a alguien, pero, según su cómplice Cathy Wood, Gwendolyn se excitaba mucho con ello, hasta el punto de que ella y Cathy celebraban cada asesinato con una ronda de sexo lésbico.

Por otra parte, algunos casos aparentemente aleatorios tienen también un elemento de venganza. La luchadora mexicana Juana Barraza, por ejemplo, no conocía a sus víctimas, pero más tarde admitió que sólo mataba a mujeres que le recordaban a su madre, una prostituta alcohólica que había permitido que los hombres abusaran de ella cuando era niña. Según Juana, cuando mataba, sólo veía la cara de su madre, aunque estuviera haciendo daño a una completa desconocida. Una asesina como Anna Marie Hahn, en cambio, tenía un motivo puramente materialista. Atraía a hombres ricos, se involucraba íntimamente con ellos y luego los envenenaba lentamente.

Antes, por supuesto, se aseguraba de que sus víctimas la pusieran en sus testamentos, aunque tuviera que falsificar sus firmas. Las razones de las transgresiones de estas mujeres son muchas, pero los resultados son uniformemente mortales.

El asesino en serie puede definirse de forma tradicional como una persona que tiene una motivación psicológica particular para matar a la víctima. Los asesinatos se cometen siguiendo un patrón, una forma y un modo únicos, y cada depredador tiene una firma única a la hora de matar por la que es conocido. Desde la distancia, un asesino en serie puede parecer una persona normal, pero en realidad son personas muy peligrosas. Un asesino en serie es alguien que mata a varias personas durante un largo periodo de tiempo. La gente tiene varias preguntas sobre cómo identificar a un asesino. No hay una característica particular que tengan todos los asesinos en serie.

Cada asesino en serie es diferente a su manera pero todos tienen características similares.

Otra definición de Seltzer (2013), un asesino en serie se describe como un patrón de comportamiento distintivo y predecible. Las acciones de estos individuos son horriblemente fascinantes para aquellos que no pueden empezar a comprender por qué hacen lo que hacen. La mayoría de las veces, incluso el asesino es escéptico sobre por qué hizo lo que hizo, aparte de un deseo ardiente y abrumador de mutilar, torturar, dañar, imponer dolor y/o asesinar.

En 1985, el criminólogo Eric Hickey publicó el primer artículo académico -que él conoce- sobre las mujeres asesinas en serie. La escasez de investigaciones sobre este grupo demográfico desmiente una peligrosa suposición: Las mujeres son incapaces de la depravación necesaria para cometer esos horribles crímenes. Al principio de su carrera, en una conversación con agentes del FBI en una conferencia, Hickey describió un caso en el que era consultor. El delincuente no identificado había asesinado a ocho personas durante dos años, todas ellas envenenadas. Les dijo a los agentes de qué sexo sospechaba. ¿Su respuesta? "No hay asesinos en serie femeninos".

En su trabajo posterior, Hickey ha analizado casos que se remontan al siglo XIX. "Siempre los hemos tenido", dice.

"Sólo que no los reconocíamos".

Otros informes sugieren que existen desde hace aún más tiempo. A finales del siglo XVI, Elizabeth Bathory, una condesa húngara, supuestamente torturó y mató a cientos de niñas. Hickey tiende a "descartar esas enormes cifras", pero el hecho es que las mujeres también son responsables de un incalculable derramamiento de sangre, sólo que siguen un modus operandi más sutil.

Es cierto que, al igual que en el caso de los homicidios en general, las mujeres están infrarrepresentadas en los asesinatos en serie, definidos por algunos como más de dos víctimas y por otros como más de tres. Según datos de la Universidad de Radford y la Universidad de la Costa del Golfo de Florida, representan algo más del 11% de todos los casos del siglo pasado. En décadas más recientes, se sitúan entre el 5 y el 7 por ciento. Su prevalencia es también mucho más estable, con sólo unas pocas docenas operando en cualquier década, incluso cuando las cifras de asesinos en serie masculinos se dispararon por encima de 700 personas a nivel internacional en la década de 1980. "No creo que haya un aumento", dice Hickey.