Introducción
“Dios te perdonará, el estado, no” fue la respuesta que obtuvo William Heirens ante su pedido de libertad bajo palabra. Heirens estaba por cumplir 80 años, 61 de los cuales había pasado tras las rejas por ser encontrado culpable de tres homicidios en 1946. Finalmente, falleció en prisión el 5 de marzo de 2012.
66 años antes, cuando sus perversos asesinatos tomaron estado público y Heirens fue arrestado, un jovencito de nueve años llamado Robert Ressler se interesó en el asunto. Aunque no estaba al alcance de un niño de su edad indagar en profundidad, éste fue el comienzo de una larga vida dedicada al estudio criminológico.
Después de 10 años de servicio en el ejército, Ressler trabajó otros 20 en el FBI. Fue pionero en el diseño del trazado de un perfil psicológico como sistema de identificación y captura de asesinos. En los años 70, Ressler acuñó el término serial killer , asesino en serie.
Para desarrollar las teorías que le permitirían elaborar los perfiles de los sospechosos, el criminólogo entrevistó a cientos de asesinos, algunos famosos como Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, John Wayne Gacy, David Berkowitz, Edmund Kemper o Charles Manson.
Retirado del FBI, en los años 90 prestó ayuda a la policía de diferentes países en casos espinosos. Incluso colaboró en novelas y películas cuyo tema gira alrededor de un asesino en serie, como por ejemplo El silencio de los corderos y Psicópata americano . Sin embargo, Ressler nunca comulgó con el modelo de asesino presentado por Hollywood.
Su aporte a la prevención del crimen se plasma en tres libros, el último de los cuales “Asesinos en serie” explora con magnífica sobriedad un tema que usualmente da lugar al sensacionalismo.
Otra obra interesante al respecto fue concebida por el neurólogo Jonathan Pincus bajo el título “Instintos básicos”. En el libro, examina profusamente la vida de numerosos asesinos en serie y otros criminales violentos. Otros textos valiosos sobre el tema son “Monstruos entre nosotros” de Carlos Manuel Cruz Mesa y “Serial Killers: The Growing Menace” de Joel Norris.
Las apreciaciones vertidas en estas obras no coinciden por completo, pero pueden compendiarse algunas hipótesis a partir de los diversos puntos de contacto, y por las declaraciones de otros criminólogos expertos.
• El factor sexual es imprescindible para interpretar este tipo de crímenes. Actualmente, se supone que el 90 por ciento de los asesinos seriales responden a un móvil de índole sexual, y sólo un 10 por ciento actúa por otro tipo de motivaciones.
• Para que el impulso del asesino en serie sea considerado sexual no es necesaria la penetración. La mente del serial killer asocia sexo y muerte, se llena de fantasías que incrementan su deseo sexual, pero su concreción es la muerte de la víctima y no necesariamente el coito.
• Los asesinos seriales disocian el concepto de sexualidad, lo que les impide mantener relaciones estables. Algunos son en la práctica impotentes, aunque pueden llegar a tener una erección al matar.
• Muchos de ellos vuelven al lugar del crimen, no por arrepentimiento ni para borrar las huellas, sino para excitarse en la evocación del momento del crimen.
• La misma función cumplen los “trofeos”, objetos materiales de las víctimas que guardan con celo; puede tratarse de anillos, collares o pañuelos, que en ocasiones regalan a otras personas, disfrutando íntimamente del significado real de ese objeto.
• La incomunicación social no necesariamente fomenta la aparición de asesinos en serie. Algunos de los más crueles han llevado vidas aparentemente normales mientras desarrollaban sus fantasías en la oscuridad.
• Estos sujetos poseen una conducta ritualizada que mantienen sin modificaciones durante su secuencia de crímenes. Dejarán de matar solamente si se los captura, si se enferman o si mueren.
• La pulsión asesina no es genética. Nadie nace siendo un asesino en serie. El período fundamental en la formación de la mente es el de los primeros seis años de vida. En ese período se plasma la esencia de la personalidad, se concibe el modo de relacionarse con los demás, la forma de distinguir el bien y el mal y de poner límites a los deseos.
• Una buena parte de los asesinos en serie se ha criado en una familia disfuncional, donde los padres maltratan a sus hijos, o son fríos e indiferentes con ellos, o falta alguno de los progenitores. Se dan muchos casos de hijos no deseados; o de madres frustradas por no haber tenido una hija que visten a su hijo con ropas femeninas. En muchas ocasiones, los padres descargan sus decepciones y fracasos en estos hijos.
• Ressler considera que, aproximadamente hasta los doce años, todavía es posible revertir la pulsión asesina a través de alguna figura de autoridad. Si no son los padres, un hermano mayor o algún amigo respetado. Con todo, nacer en una familia disfuncional o no ser querido por los padres no da lugar automáticamente a un futuro asesino.
Algunos datos estadísticos
Hay un conjunto de factores que confluyen en la mayoría de los asesinos en serie. Sostienen los historiadores que si no todos los nacionalismos son fascistas, todos los fascismos sí son nacionalistas. Por ejemplo, los asesinos en serie son casi siempre varones blancos de entre 20 y 40 años, pero eso no impide que, muy raramente, haya algún asesino de menor edad e incluso alguna mujer.
Se han detectado ciertos factores recurrentes que los asesinos en serie suelen compartir: haber provocado pequeños incendios durante la juventud, el maltrato a animales y la enuresis nocturna (pérdida involuntaria de orina durante el sueño), hasta una edad relativamente avanzada.
Un análisis estadístico de la presencia de asesinos seriales en diferentes países concluye que más del 70 por ciento de los asesinos en serie se encuentran en los Estados Unidos.
El estado de California tiene la tasa más alta de asesinatos seriales en la historia del país. Le siguen Texas, Nueva York, Illinois y Florida.
A escala mundial, detrás de Estados Unidos aparecen con mayor cantidad de casos: Inglaterra, Alemania y Francia.
El 90 por ciento de asesinos seriales en el mundo son hombres, el 65 por ciento de las víctimas son mujeres y el 89 por ciento del total de las víctimas (hombres y mujeres) son de origen blanco.
Organizados o desorganizados, siempre crueles
En el libro “Asesinos en serie”, Ressler formaliza una distinción entre asesinos organizados (psicópatas) y desorganizados (que padecen algún otro trastorno mental). Las consideraciones que llevan a esta distinción se conciben a partir de la escena del crimen y del tipo de víctima elegida.
• Los asesinos organizados
Son quienes planifican sus crímenes. En general eligen víctimas que generan bajo riesgo (prostitutas, vagabundos, gente haciendo autostop). Utilizan su propio vehículo, ya sea para dirigirse al lugar del delito o para deshacerse del cadáver. No son demasiado sangrientos a la hora de asesinar y tienen el material necesario para generar el ataque.
De hecho, Ressler habla de que llevan un “kit de violación”. Según sus propias palabras: “Eligen a personas desconocidas y las apresan con mucho criterio. Buscan a alguien que encaje con el tipo de víctima que tienen en mente en cuanto a edad, aspecto, profesión y estilo de vida. Muchos de ellos, cuando salen de ‘caza’ llevan el kit de violación con el fin de no tener problemas a la hora de someter a la víctima y dejarla sumisa, un elemento esencial de su fantasía”.