Martín Rodríguez
Pablo Touzon
¿QUÉ HACEMOS CON MENEM?
Los noventa veinte años después
Autoras y autores:
Lorena Álvarez
Florencia Angilletta
Tomás Borovinsky
Luciano Chiconi
Walter Manuel Fresco
Alejandro Galliano
Matías Matarazzo
José Natanson
Cristian Navarrete
Carolina Pellejero
Camila Perochena
Martín Rodríguez
Fernando Rosso
Mariano Schuster
Ernesto Semán
Pablo Touzon
Federico Zapata
Rodríguez, Martín
¿Qué hacemos con Menem? / compilado por Martín Rodríguez, Pablo Touzon.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2021.
Libro digital, EPUB.- (Singular)
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-801-098-4
1. Historia Política Argentina. 2. Política Argentina. 3. Partidos Políticos Argentinos. I. Touzon, Pablo Ezequiel. II. Título.
CDD 320.0982
© 2021, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.
Diseño de cubierta: María Elizagaray Estrada
Foto de cubierta: gentileza Víctor Bugge
Ilustraciones de interior: gentileza Juan Di Loreto
Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina
Primera edición en formato digital: agosto de 2021
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-098-4
A la memoria del compañero Walter Manuel Fresco
Presentación
Menem con el diario del lunes
Martín Rodríguez
Pablo Touzon
Los noventa nacieron para ser reinterpretados. Nacieron para ser película, ensayo, ciencia política, teoría literaria, sociología. De algún modo es la última década con relato de sí; una década romana, del Imperio Universal, con una narración compacta y eficaz. Existieron varias formas de entrarle, desde la academia, desde el periodismo, y hubo también varias escrituras sagradas (Música mala, de Alejandro Rubio; Vivir afuera, de Rodolfo Fogwill; Pizza, birra, faso, de Bruno Stagnaro e Israel Caetano; y cuando el ciclo ya estaba en llamas, La ciénaga, de Lucrecia Martel). En todo caso, la sociedad argentina llegó a esa década a caballo de un doble miedo: el miedo a los carapintadas y el miedo a los remarcadores. El corazón y el bolsillo. “Menem lo hizo” porque pudo con la inflación. Y ahí cavó la otra tumba de los tiempos: capital y trabajo ya no van a negociar como antes. Aplastar para construir. Un imperio plantado sobre el lodo, sobre nuestras arenas movedizas. El fin de la inflación como fin también de una Argentina distributiva. El menemismo fue onírico y al mismo tiempo demasiado realista. Menem es el hijo de un proceso, de una década imposible (la de los años ochenta) y del segundo terror: el de la híper. Menem administró el inconsciente de un país que sueña en dólares.
¿Para qué sirve el diario del lunes? Todos los que escribimos este libro –peronistas, kirchneristas, liberales, trotskistas, aceleracionistas, cristianos y socialdemócratas, una desordenada familia argentina– escribimos desde la zozobra colectiva de un siglo XXI devenido pesadilla. Parados, como el resto de la humanidad, en el ojo del huracán embarbijado. Una década que empieza –los acelerados años veinte– y que parece empeñada en demoler las esperanzas y promesas de la versión occidental del fin de la historia. El “Go West” de los Pet Shop Boys hoy tiene la actualidad de una película de Luis Sandrini, y las protestas de Tiananmén se mudaron a la plaza del Capitolio.
Escribimos también desde otros lunes. Escribimos después de las largas experiencias en el poder del kirchnerismo y del macrismo, los movimientos sociales y políticos que marcaron –y todavía marcan– el incipiente y equívoco siglo XXI argentino. ¿Es posible decir hoy exactamente lo mismo que decíamos ayer sobre temas tales como la “corrupción estatal” o “el ingreso al primer mundo” en aquella década? Revisitamos a Menem y su época con la total autoconciencia de ese tiempo transcurrido, y creemos que ahí reside precisamente la “gracia” de este intento colectivo. Los noventa, veinte años después.
Los noventa son un desfile de vivos y muertos. Sombra terrible de Norma Plá, vamos a evocarte para que, sacudiendo el polvo, muestres eso ensangrentado: jubiladas y jubilados en la mishiadura, laburantes que ayudaban a sus viejos que no llegaban a fin de mes, docentes que ganaban dos mangos, la Argentina del guardapolvo blanco se la daba en la ñata. El fin de la colimba en el velatorio de nuestro soldado Carrasco y un tiro del final: una tierra donde el Estado (de bienestar, de semibienestar, de algo) se volvió la casa tomada al revés: una casa abandonada de ministerios casi sin hospitales ni escuelas. Que el último tire la llave. Al mar. El horizonte dolarizado: Miami o La Habana. ¡Elige tu propia Cuba! ¿Quién no quería guita? ¿Quién la tuvo de verdad? La larga marcha de la columna vertebral: del movimiento obrero al movimiento de desocupados. Jorge Guinzburg tuvo en esa década un programa cuyo nombre era a la vez una metáfora obvia y tal vez por eso inevitable: La Biblia y el calefón. La Biblia de la estabilidad monetaria y de la Argentina en colores de la modernización capitalista, y el calefón del final del ideario igualitario de la Argentina del siglo XX y de la corrupción que mata –Río Tercero y la AMIA, los clasificados como género literario–.
El drama de los noventa se cifra en sus contradicciones flagrantes, en esa idea de armar un orden posible sobre la tumba de lo que alguna vez quisimos ser, en términos tanto materiales como “éticos”. Construir sobre las ruinas de la vieja civilización argentina, la misma que desenterraba el arqueólogo alemán personificado por Tato Bores. ¿El huevo o la gallina? ¿Esa Argentina ya había estallado en 1989 o la hizo estallar, de manera deliberada, el peronismo de Menem? La Argentina de los noventa se narra también en clave de cuento policial. “Oficial, cuando yo llegué a la casa, a esa Argentina ya la encontré muerta”.
Modernidades y excluidos. Menem vino del fondo de los tiempos a trompearse con la Historia. Enigma y certeza.
Nombrar al innombrable
El cuerpo de Menem estaba vivo cuando imaginamos y publicamos, en la revista Panamá, el dosier que dio origen a este libro. Pero ahora, ¿qué nos dice su muerte? No de él, de nosotros.
Sarmiento no escribió sobre Rosas, escribió sobre Quiroga. La elección del objeto no es adhesión al objeto. El riesgo de romantizar a Menem es el exacto complemento de romantizar los noventa como años de resistencia, de dirección única, de engaño y simulación exclusivamente. Cierta base electoral kirchnerista era menemista. Pero, sobre todo, hasta 1994 “la resistencia” se concentraba en puntos específicos: Madres, Abuelas, CTA, MTA, sindicatos estatales y docentes, el nacimiento de HIJOS poco después. Del antimenemismo encapsulado al “yo no lo voté”, ¿qué pasó? ¿Qué podemos decir nosotros, muchos, que efectivamente no lo votamos? Hay un triángulo de las Bermudas entre la Argentina, el peronismo y la sociedad. ¿Cómo se entra ahí? Agarrando a Menem pero para poder volver, en definitiva, sobre esos vértices.
¿Menem explica el peronismo o el peronismo explica a Menem?
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