Elena Romero Vargas - Todo lo que guardo más allá de mí

Todo lo que guardo más allá de mí Elena Romero Vargas Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). © Elena Romero Vargas, 2018 Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Ángela Álvarez Marín universodeletras.com Primera edición: diciembre, 2018 ISBN: 9788417569303
ISBN eBook: 9788417570477 I Encuentro mi libertad enfrentándome desnuda al espejo de la vida.

Y me siento guapa, aunque nadie lo entienda. Me siento guapa porque no escondo marcas ni vergüenzas, porque mis taras forman parte de mi historia, y solo tomando las riendas de ésta puedo emprender el camino hacia mi felicidad. Me siento guapa porque mis ojeras cuentan las noches que he soñado despierta, y los días en los que el sueño ha sido vencido por la realidad. Me siento guapa porque son mis estrías las que cuentan mi crecimiento, dibujan un sendero por mi cuerpo, el mapa de una historia que no ha hecho más que comenzar. Me siento guapa en la pequeñez de mis pechos y en lo que dicen que sobra de mis caderas, metáfora de la variabilidad de mis metas, testigo de cada cambio que ha llegado y está aún por llegar. Me siento guapa en la irregularidad de unos pies acostumbrados al movimiento, enemigos de lo perenne, que no se cansan nunca de buscar el camino ideal.

Me siento guapa tras los cristales de mis gafas, las que me permiten ver la vida desde otra perspectiva, valorar cada punto de partida, elegir con criterio dónde es mejor arrancar. Me siento guapa en cada gramo de mi cuerpo que se escapa de lo establecido, porque mientras esté viva, el peso de mis palabras es el único que me puede condicionar. Me siento guapa más allá de cánones y patrones normativos, me río en la cara de quien haya establecido esas normas que día tras día me alegro más de burlar. Me siento guapa porque soy mi propia dueña, porque no hay imagen que proyecte la compleja red de ideas que no para de crecer en mi cabeza, porque en mi cuerpo y en mi vida soy yo quien pone las reglas. Me siento guapa porque hoy le sonrió a la vida y no espero nada a cambio, gozando del instante como quien sabe que ahí reside la eternidad. Me siento guapa, aunque no lo entiendan, aunque me salga de esos absurdos esquemas.

Me siento guapa, y libre, porque me he mirado al espejo de la vida y me he reconocido, y a no abandonar esa felicidad me he comprometido, soltando por el camino cada complejo malherido y, con él, una a una mis cadenas. II A ti, poeta del amor (propio): Buscas refugio en los versos que alguien sangró algún día, tratando de avistar el reflejo de algún nombre que revolotea en ti cual mosca cojonera. Siempre lloras al amor en un folio y soplas pestañas, y velas, y estrellas, buscando la explicación a por qué toda ilusión está destinada a morir en el olvido. Siempre buscas el amor pensando en otros. Y siempre concluyes que el amor se encuentra en ti. Niña soñadora de fuerza inquebrantable que lamenta no conocer el amor mientras expone sus cicatrices en un escaparate bajo un letrero que reza “aquí crecí yo”.

Algún día comprenderás de una vez por todas que amor es soñar y arriesgar, caer y confiar en las alas, sonreír cada mañana y retar al nuevo día a convertirse en aliado. Amor eres tú. Por eso no temas nunca volcar el corazón en cada idea. No temas amar la vida y a quien te da vida, amar derrotas y caídas, amar banderas clavadas en corazones con estrías, amar el vuelo y la cuna que sana las heridas. No temas amar, ni temas amarte. Lucha por ti y no dejes de escribir al amor, porque algún día, cuando por fin comprendas de qué va esto, será el amor quien escriba en ti.

III Darle una oportunidad al presente resulta, a veces, tan arriesgado como necesario. Tendemos a dejar las cosas para mañana, ignorando que ese mañana es tan solo una excusa para no declararnos cobardes. Y, a veces, mañana es demasiado tarde. Quizás la clave esté en entender que la vida no entiende de tiempo, sino de ganas. El tiempo es lo que queramos que sea, y las ganas, el motor de los primeros pasos para conquistar cualquier sueño. Algún día temeremos más la duda que la herida, y decidiremos saltar con la seguridad de quien sabe abrir las alas.

Y sólo entonces entenderemos que, mientras sana una herida, se está escribiendo una historia. Poner ganas es arriesgar. Es la esencia del punto de partida. Miedo e ilusión a partes iguales. Lección y victoria. Vida. Vida.

Y puede que, con las ganas enfocadas en vivir, descubramos la grandeza del impulso de un sueño, hagamos las paces con el ahora y construyamos al ritmo de nuestros propios latidos, para que cuando el sol se ponga nos demos cuenta de que podemos prescindir del refugio de “mañana”. IV Busco la inspiración en poesía de otros dedos renegando del miedo que me produce pensar que quizás mañana esto sólo sea un sueño y todo lo que construimos en un suspiro se caerá. No me arrepiento de decir todo lo que siento y, sin embargo, me arrepiento tanto de sentir, de temer recuerdos que nunca sucedieron, de poder recordar algo que ya no está en mí. Ojalá fuese fácil valorar lo que poseo sin sentirme culpable porque decidí vivir, no pensar en porqués ni en buscar explicación a lo que ya ha pasado o a lo que está por venir. Alzando la vista al cielo suplico con todas mis fuerzas que la aurora me brinde una oportunidad para escribir lo que siento sin temor a equivocarme, de sentir lo que escribo sin que me importe fallar. Y si al final nada sale según lo establecido, si se pierde como el humo el sueño que imaginé, espero no arrepentirme por querer arriesgarme sino enorgullecerme porque al menos lo intenté.

V Hoy declaro la guerra a esas palabras que se supieron cadenas, a esas bocas que ladran porque no quieren tragar el veneno de sus lenguas. Puñales afilados que se clavan en la sien, repitiendo el tintineo de quienes no quieren que seas porque ellos no pueden ser. Tengo el alma llena de golpes que escuecen cada vez que ataca el miedo, pobre de él que no sabe que hay corazones rotos que protegen más que corazones cubiertos. Ingenuos aquellos que piensan que me voy a bajar del tren, que abandonaré el viaje, que no queda más que hacer. Pobre de ellos que no saben que esto acaba de empezar, el vuelo ya está emprendido y mi meta está en ganar. Ni en el cielo tengo el límite pues lo he llamado hogar.

Bailan al viento mis alas, saben muy bien dónde van. Y aunque es cierto que al comienzo tantas veces me caí, sólo he perdido una pluma y hoy la uso para escribir. VI La mirada de la luna saca a pasear los fantasmas que suelo esconder entre renglones escritos con el peso de la culpa y mala letra. Supongo que este es el precio de la libertad que da rienda suelta a una mente sin pelos en la lengua, que apura tanto el tiempo que suele pasar por alto eso de pensar. A veces creo que siento en el lugar equivocado. La adrenalina juega alguna mala pasada y el impulso del corazón me deja tambaleando en la cuerda floja entre el deber y el querer, entre pasión y razón.

No sé hasta qué punto soy dueña de mis palabras. Dudo entre callar y asentir, o entre gritar y decir que no me siento culpable de abanderar mi propia lucha. Me gusta imaginar la situación en la que cambiar no sea necesariamente ir a peor, en la que mi argumento sea tomado como fruto de la experiencia, y no palabras vacías que pretenden rellenar mi espacio en el guion. Me gusta pensar que las lecciones de la vida me han dejado algo que decir, que el silencio es el verdugo más cruel cuando una idea nueva empieza a nacer en mi. Me gusta sentirme mi propia dueña, callar las voces externas que me impiden perseguir mis sueños, mosaicos de ideas, llama de esperanza nueva de que algo puede surgir. Y mientras la luna mira, juzga mis pasos y me impide dormir, mis manos siguen su regla: “mientras el corazón tiemble, mientras la inspiración hable, hoy hay algo que escribir”.