Por Siempre Mía
Era una noche fría y me movía inquieta por el salón de mi casa, estaba nerviosa, asustada, cansada, triste… Todos los sentimientos que podíamos experimentar una persona humana, los tenía yo en este instante, como si de un coctel molotov se tratara. Era fuerte para muchos, pero en realidad ahora mismo sólo era una mujer vulnerable, desvalida por todos los sentimientos que tenía hacia él.
«Porque ese hombre me hacía perder la razón de tal manera, que me convertía en lo que era ahora, una chica débil».
Yo que siempre había sido fuerte, de las mujeres que no perdían las bragas por ningún hombre, de las que sabían darse su lugar. Pero todo había cambiado en mi vida al conocer a Cristian, mi mundo se había vuelto del revés, todas las personas que me conocían íntimamente me decían: «quién te ha visto y quién te ve, tú perdiendo la vida por un chico, tú aguantado todo esto por Cristian».
Pero, ¿qué más podía hacer si lo amaba con locura? No concebía mi vida, si mi chico no estaba en ella.
Y ahora lo estaba esperando como una tonta enamorada, mientras mi marido estaba con la otra en los Goya, fingiendo algo que no eran, mientras yo su verdadera mujer me quedaba en casa esperando a que él llegara.
«De verdad, que eres tonta Ariadna, tonta», me repetía a mí misma una y otra vez.
En ese momento se escuchó un sonido de llaves al otro lado de la puerta, lo que hizo que mi cuerpo se congelara. Un escalofrío recorrió todo mi ser, poniéndome más nerviosa de lo que ya estaba, Cristian había llegado y no sabía qué hacer, no sabía cómo recibirle, si con un beso, un abrazo, un no puedo aguantar más, o con un se acabó. Otra vez mi cabeza y mi corazón volvían a tener una lucha interna, que se estaba llevando a cabo desde hacía ya dos años y medio.
Todo comenzó en el verano del 2012. Yo triunfaba en las pasarelas de toda España y también estaba rodando “Deseos Cumplidos”, la nueva serie que preparaba Telecinco, cadena con la que iba a hacer mi primera aparición televisiva.
La verdad que no me podía quejar, todo me iba muy bien profesionalmente, y emocionalmente me iba mucho mejor, porque mantenía una relación desde hacía ya casi un año con el actor por el que todas las chicas suspiraban, Cristian Rodríguez, al que conocí en la “Fashion Week” de Madrid, donde yo desfilaba, aunque era una relación secreta, ya que para todos solo éramos buenos amigos, aunque yo ya me estaba cansando de esta situación, ya que quería dar un paso más en nuestra relación. Quería gritar a los 4 vientos que estaba locamente enamorada de Cristian, que éramos novios y que éramos muy felices, no podía guardar mas esta confidencia que me estaba matando, necesitaba decirla. Así que preparé una preciosa velada para convencer al amor de mi vida.
Me dirigí hacia el apartamento de la playa que nos habíamos comprado en Cádiz este verano, antes de ir para allá los dos juntos. Cristian me había dicho que por que no comprábamos algo los dos para ir siempre que pudiéramos y a mí no me pareció mala idea, había que decir que mi novio como siempre, me convenció con una tarde llena de besos, arrumacos y palabras de amor dulces.
Cuando llegué al apartamento, lo llené de pétalos de rosa rojas esparciéndolas por cada rincón del loft, formando corazones con nuestros nombres: “Cristian & Ariadna”.
Cuando acabé de colocar los pétalos, construí un camino de velas aromáticas hasta llegar al jacuzzi donde las coloqué alrededor. Cuando ya tuve todo terminado, puse una botella de champán con dos copas y un tazón de fresas con nata, erotismo total, pero no había otra manera de convencer. En eso Cristian era como todos los hombres, una noche llena de pasión y me daba todo lo que pidiera por esa boquita.
Así que cuando quedé feliz con el resultado, fui hacia el baño y me di una ducha rápida, pensaba en mi novio y en todo lo que lo amaba.
5 minutos después, me sequé mi cuerpo con la toalla y salí de la ducha. Cuando salí me senté en la taza del wáter, y me eché por todo mi cuerpo aceite “Johnson Baby”, cuando terminé de embarullarme todo mi cuerpo y me extendí bien el aceite, cogí mi body milk con aroma a vainilla, que tan loco le volvía a mi Cristian. Desde que lo conocí hacía ya 1 año siempre me decía: «Ariadna, me encanta tu aroma a vainilla, me vuelve loco».
Sonreí al acordarme mientras que mi piel se erizaba tan solo al recordar su cuerpo tan pegado al mío, sus preciosos y profundos ojos azules como el océano, clavados en los míos color noche, mi suave piel en contacto con la suya. Me sentía en las nubes cuando estaba en sus brazos, era mágico, nuestro amor era mágico, yo jamás había sentido algo tan especial por alguien como lo sentía por él.
Un solo recuerdo de mi Cristian y me hacía vibrar como si estuviera en el cielo, flotando en las nubes mientras mil mariposas revoloteaban por mi estómago, lo que sentía por Cristian era tan fuerte e intenso que no había palabras para describirlo, él era mi verdadero amor.
En mi rostro, mi sonrisa cada vez se hacía más grande, mientras me ponía el bikini favorito de Cristian, uno rosa palo diminuto. Cuando me lo puse me coloqué encima una camiseta azul de gafas, y después me recogí el pelo en una coleta alta.
Me miré en el espejo, respiré hondo y me dije a mí misma «allá vamos, Ariadna». Me di el último retoque para estar perfecta para mi chico y fui al salón a esperarlo.
Rato después oí como la puerta de la calle del apartamento se abría, al escucharlo mi corazón empezó a acelerarse, parecía que iba a salirse de mi pecho, de la velocidad que había cogido en un momento, era increíble.
La puerta poco a poco se fue abriendo, entrando él, mi niño, guapísimo con un bañador negro, una toalla alrededor de su cuello azul del mismo color de sus ojos y su pelo rubio mojadito, sus abdominales se marcaban en su escultural cuerpo, haciendo una tableta de chocolate bastante apetecible.
Me quede mirándolo embobada, vamos si alguien pasaba ahora mismo hacia mi salón, se pegaba una hostia enorme con las babas que estaba soltando, pero es que cómo no las iba a soltar si Cristian era un Dios griego y no lo decía porque era mi novio, era más media España por no decir España entera me daba la razón.
—Hola, mi amor —me dijo acercándose a mí, juntando sus carnosos y deseosos labios a los míos, dándome un suave pero apetecible beso.
—Hola, cariño, tenemos que hablar —le contesté mirándole con una sonrisa enamorada, mientras seguía ese beso que me sabia a gloria. Sus besos me hacían tocar el cielo, eso sí que era el paraíso y no las tetas de la serie del Duque.
—Mi amor, ¿todo está bien? —me preguntó parando el beso de golpe.Mientras me miraba fijamente a mis ojos negros con sus dos océanos, «ay, pobre mío, le había dejado descolocado con lo que le había soltado, pero es que no podíamos seguir así».
Cuando sentí que acariciaba mi cara con esa ternura que solo el desprendía, haciéndome perder más la razón, ahí supe que estaba completamente perdida. «¿Por qué Cristian tenía que ser tan perfecto?», así no había manera de decir las cosas.