O TROS LIBROS DE E BEN A LEXANDER , M.D.:
La prueba del cielo
Simon & Schuster Paperbacks
Una división de Simon & Schuster, Inc.
1230 Avenue of the Americas
Nueva York, NY 10020
www.SimonandSchuster.com
Copyright © 2014 por Eben Alexander LLC
Originalmente publicado en inglés bajo el título The Map of Heaven .
Algunos nombres y características de personas han sido modificados.
Todos los derechos reservados, incluyendo el derecho a reproducir este libro oporciones del mismo por cualquier medio. Para obtener información, comuníquese con el Departamento de Derechos Subsidiarios de Simon & Schuster: 1230 Avenue of the Americas, Nueva York, NY 10020.
Primera edición en rústica de Simon & Schuster: noviembre de 2014
SIMON & SCHUSTER PAPERBACKS y colofón son marcas registradas de Simon & Schuster, Inc.
La Oficina de Oradores de Simon & Schuster puede llevar autores a sus eventos. Para mayor información o para reservar un evento, comuníquese con Simon & Schuster Speakers Bureau en el 1-866-248-3049 o visite nuestra página en www.simonspeakers.com.
Diseño de las páginas interiores: Akasha Archer
Diseño de la cubierta por Christopher Lin
Loto blanco © CoolKengzz/Shutterstock
Ficha catalográfica de la Biblioteca del Congreso
Alexander, Eben.
[Map of heaven. Spanish]
El mapa del cielo : cómo la ciencia, la religión y la gente común están demostrando el más allá / Eben Alexander, M.D., con Ptolemy Tompkins.
pages cm
Includes bibliographical references.
1. Future life. 2. Heaven. 3. Religion and science. I. Title.
BL535.A45518 2014
202'.3—dc23 2014034209
ISBN 978-1-5011-0048-2
ISBN 978-1-5011-0049-9 (libro electrónico)
A todas las almas valientes cuyos corazones bondadosos añoran la verdad de nuestra existencia.
Índice
Introducción
Yo soy el hijo de la tierra y del cielo estrellado, pero mi verdadera estirpe proviene del cielo.
—FRAGMENTO DE UN ANTIGUO TEXTO GRIEGO EN EL QUE SE DAN INSTRUCCIONES A UN ALMA QUE ACAB A DE MORIR SOBRE CÓMO NAVEGAR POR EL MÁS ALLÁ
I magina una joven pareja en su boda. La ceremonia terminó y todo el mundo está reunido alrededor de los escalones de la iglesia para una foto. Pero la pareja, en este momento particular, no los nota. Están demasiado preocupados el uno con el otro. Se están mirando profundamente a los ojos, las ventanas del alma, como los llamaba Shakespeare.
Profundamente . Una palabra curiosa para describir una acción que sabemos que realmente no puede ser profunda en absoluto. La visión es un asunto estrictamente físico. Los fotones de luz golpean la pared de la retina en la parte posterior del ojo, una mera pulgada y media más o menos detrás de la pupila, y la información que transmite se traduce entonces en impulsos electroquímicos que viajan a través del nervio óptico hacia el centro de procesamiento visual en la parte posterior del cerebro. Es un proceso totalmente mecánico.
Pero, por supuesto, todo el mundo sabe exactamente a qué te refieres cuando dices que estás mirando profundamente a los ojos de alguien. Estás viendo el alma de esa persona, esa parte del ser humano de la que habló el filósofo griego Heráclito hace unos 2.500 años cuando escribió: “No encontrarás los límites del alma, aunque hayas viajado siempre; tan profunda y vasta es”. Ilusión o no, es muy poderoso vislumbrar esa profundidad cuando se presenta a sí misma.
Vemos que esta profundidad se manifiesta con más fuerza en dos ocasiones: cuando nos enamoramos y cuando vemos morir a alguien. La mayoría de las personas ha experimentado la primera, mientras que un número menor, en nuestra sociedad, donde la muerte está tan relegada y fuera de vista, ha experimentado la segunda. Pero el gremio de la medicina y de los trabajadores de cuidados paliativos que ven la muerte con frecuencia, sabrán inmediatamente a qué me refiero. De repente, allí donde había profundidad ahora sólo hay superficie. La mirada viva —incluso si la persona en cuestión era muy vieja y su mirada era vaga y vacilante— se vuelve plana.
Esto lo vemos también cuando un animal muere. La avenida directa a lo que el erudito de las religiones Tito Burckhardt —quien vivió en el siglo xx — llamó “el reino interior del alma” muere, y el cuerpo se vuelve, en esencia, una especie de aparato desenchufado.
Imagina entonces que la novia y el novio se miran a los ojos y ven esa profundidad insondable. Suena el obturador. La imagen es capturada. Una foto perfecta de una pareja perfecta de jóvenes recién casados.
Adelantémonos ahora una media docena de décadas. Imagina que esta pareja tuvo hijos, y que estos hijos tuvieron hijos también. El hombre de la fotografía murió y ahora la mujer vive sola en un hogar para ancianos. Sus hijos la visitan, ella tiene amigos allí, pero a veces, como ahora, se siente sola.
Es una tarde lluviosa y la mujer, sentada junto a la ventana, tomó esa foto de su sitio habitual, enmarcada, en una mesa auxiliar. La mira bajo la luz gris que se filtra. La foto, al igual que la mujer, ha hecho un largo viaje para llegar allí. Comenzó en un álbum de fotos que acabó en manos de uno de sus hijos y luego entró en un marco y vino con ella cuando se trasladó al hogar. Aunque es frágil, está un poco amarillenta y tiene las puntas dobladas, ha sobrevivido. Ella ve a la joven mujer que era mirando a los ojos al hombre con quien se acababa de casar, y recuerda que en ese momento él era más real para ella que cualquier otra cosa en el mundo.
¿Dónde está él ahora? ¿Todavía existe?
En días agradables, la mujer sabe que así es. Seguramente el hombre que tanto amó todos esos años no pudo haber desaparecido simplemente cuando su cuerpo murió. Ella sabe —vagamente— lo que la religión tiene que decir sobre el asunto. Su marido está en el cielo: un cielo en el que ella cree, luego de asistir casi constantemente a la iglesia durante muchos años. Pero en lo más profundo de su ser, nunca ha estado muy segura.
De igual manera, en otros días —como el de hoy— ella duda. Porque sabe también lo que la ciencia tiene que decir sobre este asunto. Sí, ella amaba a su marido. Pero el amor es una emoción; una reacción electroquímica que tiene lugar en el interior del cerebro, que libera hormonas en el cuerpo, dicta nuestros estados de ánimo y nos dice si somos felices o tristes, si estamos alegres o desolados.
En suma, el amor es irreal.
¿Qué es real? Bueno, eso es obvio. Las moléculas de acero, cromo, aluminio y plástico de la silla en la que ella se sienta; los átomos de carbono que componen el papel de la foto que ella sostiene en su mano; el vidrio y la madera de la estructura que protege la imagen. Y, por supuesto, el diamante en su anillo de compromiso y el oro del que tanto este como su anillo de bodas están hechos, esos también son reales.
Pero, ¿el vínculo perfecto, completo y eterno de amor entre dos almas inmortales que estos anillos tienen por objeto representar? Bueno, eso es simplemente algo que suena bonito. La materia sólida y tangible, eso es lo que es real. La ciencia así lo dice.
El interior es tu verdadera naturaleza.
—AL-GHAZALI, MÍSTICO ISLÁMICO DEL SIGLO XI
La raíz de la palabra realidad es la palabra latina res , que significa “cosa”. Las cosas en nuestras vidas, como los neumáticos de los automóviles, los sartenes, los balones de fútbol y los columpios del patio trasero son reales para nosotros debido a que poseen a misma consistencia día tras día. Podemos tocarlos, sopesarlos en nuestras manos, ponerlos hacia abajo y volver más tarde y encontrarlos sin cambios, justo donde los dejamos.
Página siguiente