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SINOPSIS
El pronunciamiento de julio de 1936 y la guerra civil no fueron inevitables. La República pudo prevenir el golpe de estado y desarticular la conspiración que había ido tejiéndose durante años. Ángel Viñas desvela cómo los servicios de defensa interior y exterior detectaron los riesgos y amenazas de involución, pero también cómo los gobiernos de Azaña y Casares Quiroga desoyeron el ruido de sables contra la democracia. Ello permitió que permanecieran en el corazón mismo de los mecanismos de defensa republicanos elementos de la clandestina Unión Militar Española (UME), partícipes de la confabulación monárquica. Gracias a documentación procedente de una docena de archivos españoles, franceses, ingleses, italianos y belgas, este nuevo libro reconstruye tanto las maquinaciones de los futuros sublevados como, y sobre todo, el fracaso gubernamental a la hora de decapitar una conjura amparada por la Italia fascista.
Ángel Viñas
E L GRAN ERROR
D E LA REPÚBLICA
E NTRE EL RUIDO DE SABLES
Y LA INEFICACIA DEL GOBIERNO
A Helen, Laura y Daniel.
There is hope after despair,
And many suns after darkness.
In memoriam
A mis padres, Arturo y Eugenia,
que vivieron aquellos tiempos.
A José Aldomar Poveda
Julio Aróstegui,
Gabriel Cardona,
Gabriel Jackson,
Herbert R. Southworth,
Manuel Tuñón de Lara,
Miguel Ull Laita
y Cecilio Yusta Viñas,
por siempre en mi recuerdo.
Ce qui se conçoit bien s’énonce clairement.
Boileau
La sabiduría no es sino guiarse por la razón;
la estulticia, dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones.
Erasmo
Tout passe, sauf le passé.
Luc Huyse
History is a process. The past and present
are always in dialogue. There can hardly
be history without revisionism.
Hilary Mantel
Sarcasm is the lowest form of wit,
but the highest form of intelligence.
Oscar Wilde
Prólogo
En la historiografía académica es un lugar común afirmar que el golpe de 1936 se veía venir. En la no académica, se añade incluso que se trató de un proceso inevitable. La situación política, social y de orden público de España no admitía otra salida. Esta, aparentemente, extraordinaria coincidencia oculta una pregunta fundamental, que es la que subyace a esta obra. ¿Por qué el Gobierno no paró un golpe del que todo el mundo hablaba? Para responderla he escrito el presente libro en tiempos de coronavirus. Como pertenezco al grupo de personas de alto riesgo, no he podido consultar, o seguir consultando, como quisiera todos los archivos necesarios. Por consiguiente, a pesar de su extensión, debe considerarse en algunos aspectos como una aproximación susceptible de mejora con el acceso a una gama más amplia de documentación primaria.
En la primavera de 2019 publiqué ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración. Fue un éxito rotundo. En poco más de un año se agotaron ocho ediciones. En él argumenté que quienes la quisieron fueron los conspiradores monárquicos, liderados por José Calvo Sotelo, auxiliado, entre otros, por Antonio Goicoechea y Pedro Sainz Rodríguez. Su conspiración la desarrollaron a partir de 1932 con la ayuda de Mussolini y el dinero fascista hasta que, en octubre de 1935, dieron un salto cualitativo. Prometieron al Duce que si las izquierdas llegaban al poder incluso por medio de elecciones (lo que ocurrió en febrero de 1936) ellos se sublevarían. Llevaban tiempo azuzando al Ejército a través de la Unión Militar Española (UME), que contribuyeron a poner en pie. También indiqué que el éxito de la conspiración dependió del juego combinado de ciertas condiciones, unas necesarias y otras suficientes. Entre estas últimas destaqué una de las más importantes: que el Gobierno republicano no descabezara o decapitara las maniobras subterráneas que los conspiradores habían puesto en marcha. Ahora trato de avanzar en este último tipo de condiciones.
Después de tantos años y de tantos trabajos sobre el 18 de julio y sus consecuencias, en medio de las batallas por la historia y de las guerrillas o guerrillitas por el significado del pasado que han tenido lugar en España durante los últimos dos decenios, se me había ocurrido pensar en una posibilidad. La de que llevaría a algún alzamiento de escudos la demostración documental de que el golpe militar tuvo esencialmente una inspiración y una preparación de carácter monárquico, militar y fascista. En el bien entendido que, en puridad, el orden cronológico induce a poner el último adjetivo en segundo lugar. No en vano la constatación documental de esta triple caracterización representa un torpedo fundamental contra la línea de flotación de una historiografía centrada, de manera casi exclusiva, en lo militar, con lo civil en papel secundario y el carácter fascista olvidado con sumo esmero. Tal historiografía es, en el fondo, una mitología que, con escasas revisiones sustanciales, se ha mantenido hasta el momento en la literatura más o menos proclive a los vencedores. En ella incluyo los desmadejados intentos de defenderla por parte de algún prestigioso historiador norteamericano cuyo nombre no es el momento de recordar.
Me dejó algo perplejo que tampoco generase ninguna reacción mi acusación contra Franco de haber mentido como un bellaco en la primera historia, oficialísima, de los antecedentes de la sedicente «guerra de liberación» y, en particular, en lo que se refería a su papel en ellos. Análoga consideración podría hacerse con respecto a la posición de la prensa monárquica de la época,