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AA. VV. - Twin Peaks

Aquí puedes leer online AA. VV. - Twin Peaks texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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AA. VV. Twin Peaks
  • Libro:
    Twin Peaks
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2015
  • Índice:
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Twin Peaks: resumen, descripción y anotación

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Cierren los ojos de la razón Pónganla a soñar Iniciarán un viaje por el que - photo 1

Cierren los ojos de la razón. Pónganla a soñar. Iniciarán un viaje por el que solo su imaginación podrá guiarles: entrarán en Twin Peaks, el pueblo donde nada es lo que parece. Si se atreven, lean este libro, penetren con nosotros hacia lo más profundo de los bosques de este onírico pueblo, e incluso más allá, donde solo Dale Cooper y Windom Earl se atrevieron a ir. Más allá, donde habitan los monstruos.

AA VV Twin Peaks 25 años después todavía se escucha música en el aire ePub - photo 2

AA. VV.

Twin Peaks

25 años después todavía se escucha música en el aire

ePub r1.1

Titivillus 23.09.17

Introducción a un sueño
con música en el aire

Un semáforo es la primera imagen que asocié con Twin Peaks (1990), la serie creada por David Lynch y Mark Frost. Por supuesto, un semáforo rodeado de noche. Un semáforo suspendido, como si se encontrara entre el cielo y la tierra, o entre la visible negrura del fondo, y la no manifiesta solidez del suelo, la imposibilidad de cimientos para las certezas, el fuera de campo al que siempre estarán expuestas, el fuera de campo de lo posible y lo incierto, de los abismos en los que se difuminan los contornos. ¿Piensas que si cayeras en el vacío, se ralentizaría la caída al de un rato o te precipitarías cada vez más rápido?, pregunta Donna a Laura, en una secuencia de Twin Peaks: Fuego, camina conmigo (Twin Peaks: Fire walk with me, 1992), la precuela que Lynch rodó después. Laura no se lo pregunta, sabe cómo se siente. Sabe que no deja caer, y ni el aturdimiento en la embriaguez evita que esa caída deje de quemar. La caída es precipitación, caballo en fuga que arde: Fuego que camina (y es deriva, no rumbo). Por eso replica: Cada vez más rápido, y durante largo tiempo no sentirías nada, y entonces arderías en llamas. Por siempre… y los ángeles no podrían ayudarte, porque todos se han ido.

Es esa enigmática imagen la que prendió en mí sin aún ver la serie. La imagen de un semáforo que, ya asociado con un conjunto, se utiliza como plano de transición. Y en el entre, en esas transiciones que son fisuras y umbrales, habitan los insectos bajo la hierba, las humaredas vivas de los radiadores, el pabellón auditivo de una oreja cortada, la abertura negra de la capucha que oculta la deformidad de quien es calificado como El hombre elefante, o la pulpa que se agita en las emociones de quien no ve porque no sabe ver y se estrella una y otra vez en carreteras perdidas (que a veces se llaman Mulholland Drive). El cine de Lynch es un cine de transiciones y umbrales y fisuras, entre un mundo y otro, que no dejan de ser el mismo y múltiple, facetas en vaivén, del mismo modo que en un semáforo se pone la luz en verde y en otro momento en rojo. Y está entre medias la luz ámbar. Y el cine de Lynch se despliega en esa zona del ámbar, por eso es imprevisible, como la relación con lo real, con los otros, con uno mismo. Las tartas de cereza pueden convertirse en el plástico que contiene un cadáver, las orquídeas cultivadas con mimo en un invernadero en el ruido del brazo de un tocadiscos que se ha quedado atascado en el tope.

La dama del leño invita a tomar el té, como el sombrerero loco, y a los que buscan, e indagan, les dice que llegan dos días tarde, como el conejo blanco. Ella sabe que somos troncos de un bosque, y que a veces, o con frecuencia, nos incendiamos, y la razón se fractura y se exilia. No es fácil tampoco tener la visión de conjunto. Las ramas no dejan ver el árbol, ni los árboles el bosque. Y las ramas se mueven por un viento cuyo origen es una incógnita, como su aparición imprevisible. En el bosque se cruza el umbral y nos podremos mirar desde otro ángulo que será menos complaciente, la distorsión que nos revela, la distorsión que evidencia cómo negamos la realidad, cómo no nos confrontamos con nuestras sombras y perturbaciones, porque ese otro lado, en los velos de la mente (velos que crecen como venas rojas y generan violencia), donde los reflejos se resquebrajan en esquirlas, muestra nuestras contorsiones y muecas, la sonrisa del trastorno que ya no ve, la enajenación que domina y arrasa voraz.

Por eso su última imagen y la imagen que me resulta más imperecedera la - photo 3

Por eso, su última imagen, y la imagen que me resulta más imperecedera, la imagen que resume y condensa la serie Twin Peaks, y la mirada de David Lynch, es la expresión transfigurada, la expresión perversa, o pervertida, de Cooper, el agente del FBI, el agente del Orden, en el plano final con el que concluye la serie. La expresión resultante de la colisión con las supuraciones de los reflejos, cuando estos crían entre sus recovecos sombras que se afilan cuando crecen (o se retuercen). Cuando las sonrisas falsas de «todo va bien» no se mantienen agazapadas tras las fachadas y las cercas sino que directamente saltan a la yugular con una carcajada de satisfacción. Se resquebraja el orden y la certidumbre, y prevalecen las esquirlas, la contorsión y la mueca, el desfiguramiento, la multiplicidad que no encuentra contorno ni cimiento. La rotunda demolición de esa conclusión es que el rostro que se contorsiona y retuerce y sonríe como un filo es el de la figura que parecía inmune a las agitaciones del viento que sacude las ramas que se engarfían en el interior de tantos que mantienen la sonrisa de «no pasa nada, todo va bien». La figura de gesto y modos y aspecto impecables, tanto que parecía un figurín, como un traje que nunca parece poder arrugarse, ni el gesto nunca despeñarse en la intemperancia. La figura con la expresión de quien nunca torturó animales en su infancia, y aún degusta los dulces como si la vida cada día pudiera ser una porción de tarta que degustar con una sonrisa de realización, porque un pequeño detalle es un infinito. La mirada templada, que parece siempre acoger como una puerta permanentemente abierta, y que no dejaba de desafiar al caos. Y esa mirada es derrotada por la siniestra sonrisa satisfecha de quien bailará, y caminará como una llama de fuego, despreocupado de lo que sufran los demás. Cruza el umbral en el que será otro que dañe, torture, asesine. Dejará de ser un ser de otra dimensión que portaba el objeto mágico de una grabadora con nombre (porque un nombre parece que dota de sujeto al mundo afuera), la contraseña para aún sentir que el mundo escucha, que hay alguien al otro lado con quien conectar, alguien que te haga sentir que no estás solo en la intemperie, ese fuera de campo que dote de un rostro que no sea una amenaza, ni una ausencia, sino una posibilidad de conseguir la armónica conexión con el mundo alrededor. Porque en Twin Peaks son muchos los que sienten que la vida que tienen no es la que desearían tener. Las piezas no parecen encajar como desearían. El brazo del tocadiscos se atascó en algún momento para muchos, y forcejean para que la música suene en su vida como debiera, fluida, sin pausa, sin que las llamas, tarde o temprano, desfiguren la realidad que intentan construir, el sueño que se esfuerzan en configurar.

En el último capítulo de la serie, dirigido por David Lynch, como quien arrea una patada en los genitales de los productores que impidieron que desarrollara la serie como él y Mark Frost habían planeado, ya que impusieron que se resolviera pronto quién era el asesino, el zig zag y el bucle definen los desplazamientos en La Logia negra. Cooper entra y sale por las mismas aberturas de los cortinajes en el pasillo, en salas que se asemejan, más que diferenciarse. Una y es la misma. Un movimiento que no deja de corresponderse con el sonido del brazo de un tocadiscos atascado en el mismo surco, repitiendo la misma estrofa (

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