Título original: LIVING IN A MINDFUL UNIVERSE
Traducido del inglés por Vicente Merlo
Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.
Diseño y maquetación de interior: Toñi F. Castellón
© de la edición original
2017 Eben Alexander y Karen Newell
© de la presente edición
EDITORIAL SIRIO, S.A.
C/ Rosa de los Vientos, 64
Pol. Ind. El Viso
29006-Málaga
España
www.editorialsirio.com
I.S.B.N.: 978-84-18000-25-6
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Para nuestros hijos,
Eben IV, Bond y Jamie,
cuya generación confiamos hará
de este mundo un lugar mejor.
PREFACIO
E ste libro constituye un ambicioso esfuerzo por unir ciencia y espiritualidad, dos temas que generalmente se consideran opuestos y rara vez se tratan detalladamente en el mismo libro. Pretendemos llegar a un extenso rango de lectores: a quienes tienen una mayor inclinación hacia la ciencia, a quienes la tienen hacia la espiritualidad... y a los que se hallan entre ambas. Este es un mensaje para toda la humanidad.
Queremos atraer al lector moderno, informado, que tenga un interés sincero en profundizar en la comprensión de la naturaleza de nuestro mundo y de su relación con él. Los cinco primeros capítulos clarifican los problemas a los que se enfrenta nuestra concepción del mundo occidental dominante y hace frente a muchos presupuestos científicos y filosóficos convencionales profundamente arraigados. Luego, esbozamos un paradigma más amplio apoyado tanto por la experiencia humana como por la evidencia empírica de la investigación científica.
Algunos de los contenidos de estos primeros capítulos pueden ser de menor interés para un lector no científico, pero para pasar al resto del libro no se requiere una plena comprensión de estos conceptos. Algunos pueden hallar útil leer los primeros capítulos tras el resto del libro. Los capítulos seis al dieciséis narran ejemplos y ofrecen información referentes a herramientas y técnicas actuales que pueden resultar valiosas para quienes desean saber más acerca de su conexión con el universo y sus capacidades para manifestar plenamente su libre albedrío.
El texto está escrito en mi voz de primera persona, porque es mi narración. Pero mi coautora, Karen Newell, comprende mi voz mejor que nadie y ha añadido, clarificado y refinado de manera significativa lo que constituye nuestro verdadero mensaje –yo solo, apenas podría haber llevado esto adelante–. La vida de Karen, dedicada a la búsqueda de una comprensión más profunda de la naturaleza de toda la existencia, ha ofrecido un tesoro oculto de intuición y comprensión, y este libro resulta mucho más pedagógico (y amable para el lector menos científico) gracias a su sabiduría.
INTRODUCCIÓN
Descubrir consiste en ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado.
Albert Szent-Györgyi (1893-1986),
Premio Nobel de Fisiología y Medicina, 1937
¿ C uál es la relación entre la mente y el cerebro? La mayoría de las personas no se detienen en esta pregunta. Es mejor dejar tales elucubraciones a los neurocientíficos y los filósofos. ¿Para qué perder el tiempo pensando sobre esos asuntos académicos? El cerebro y la mente están claramente relacionados, y saber eso nos basta a la mayoría de nosotros. Tenemos cosas más importantes en las que concentrarnos en nuestra vida.
Como neurocirujano en ejercicio, me he visto expuesto diariamente a la relación mente-cerebro, ya que mis pacientes a menudo tienen alteraciones en su nivel de conciencia. Si bien este fenómeno era interesante, mi actitud era pragmática. Fui formado para valorar esas alteraciones de la conciencia con el fin de diagnosticar y tratar diversos tumores, lesiones, infecciones o derrames que afectan al cerebro. Afortunadamente, tenemos las herramientas y el talento necesarios para beneficiar a nuestros pacientes; para llevarlos de nuevo a niveles más «normales» de conciencia. Seguía de cerca los desarrollos de la física, y sabía que había teorías acerca de cómo funciona todo ello, pero tenía pacientes de los que preocuparme y asuntos más importantes que atender.
Mi complacencia con ese arreglo de «entendimiento» informal se detuvo bruscamente el 10 de noviembre de 2008. Me desplomé en la cama y entré en un coma profundo, tras el cual ingresé en el hospital general Lynchburg, el mismo hospital en el que había trabajado como neurocirujano. Mientras estuve en coma, experimenté cosas que, en las semanas posteriores a mi despertar, me desconcertaron y pedían una explicación dentro de los límites de la ciencia que yo conocía.
Según la neurociencia convencional, debido al grave daño sufrido por mi cerebro a causa de una aplastante meningoencefalitis bacteriana, no tendría que haber experimentado nada –¡absolutamente nada!–. Pero mientras mi cerebro se veía asediado e inflamado por la infección, disfruté de una fantástica odisea durante la que no recordé nada de mi vida en la Tierra. Esta odisea pareció durar meses o años; fue un viaje elaborado en muchos niveles de las dimensiones superiores, a veces vistas desde la perspectiva de la infinitud y la eternidad, fuera del espacio y el tiempo. Semejante inactivación completa de mi neocórtex, la superficie externa del cerebro, tendría que haberlo incapacitado totalmente, excepto las experiencias y las memorias más rudimentarias; sin embargo, me vi inmerso en la persistencia de una enorme cantidad de memorias ultrarreales, vívidas y complejas. Al principio me limité a confiar en mis médicos y en su advertencia de que «el cerebro moribundo puede hacer todo tipo de trucos». Al fin y al cabo, a veces había dado a mis propios pacientes la misma «advertencia».
Mi última visita de seguimiento con el neurólogo principal que llevaba mi caso tuvo lugar en enero de 2010, catorce meses después de despertar de mi peligroso coma, que duró toda una semana. El doctor Charlie Joseph había sido un amigo y compañero cercano antes de que entrase en coma, y había luchado con el resto de mis colegas médicos contra el impacto de mi horrorosa meningoencefalitis, mientras registraba los detalles de la devastación neurológica que padecí a lo largo de todo el proceso. Nos pusimos al día sobre los pormenores de mi recuperación (que resultaban muy sorprendentes e inesperados, dada la gravedad de mi enfermedad durante esa funesta semana) y repasamos algunos de los resultados de las pruebas neurológicas y de las resonancias magnéticas y la tomografía axial computarizada (TAC) realizados durante el tiempo que estuve en coma, de modo que llevamos a cabo un estudio neurológico completo.
Por tentador que fuera simplemente aceptar mi curación extraordinaria y mi actual bienestar como un milagro inexplicable, yo no podía hacer eso. En lugar de ello, me sentí impulsado a hallar una explicación al viaje que realicé durante el coma –una experiencia sensorial que ponía en entredicho nuestros conceptos neurocientíficos convencionales acerca del papel del neocórtex en la conciencia detallada–. La inquietante perspectiva de que las tesis fundamentales de la neurociencia fueran incorrectas me llevó a un terreno más profundo en mi diálogo final con el doctor Joseph aquella tempestuosa tarde de invierno.