A MODO DE INTRODUCCIÓN
Este libro es el fruto de un proyecto que se ha desarrollado tanto en el ámbito de la docencia como de la investigación. Los dos autores que lo firmamos somos profesores en la Universidad Politécnica de Valencia, trabajamos concretamente en la Facultad de Bellas Artes e impartimos asignaturas bien sobre prácticas artísticas contemporáneas en las que las cuestiones de género y sexualidad desempeñan un papel destacado, o sobre el análisis y la importancia de las diferentes realidades socio-culturales que conforman el espacio urbano.
En las clases que proponemos al alumnado desde hace algunos años, la presencia cultural y artística de América Latina ha ido adquiriendo mayor visibilidad. También ha sido así con el estudio de las aportaciones artísticas surgidas en el estado español. Durante mucho tiempo, quienes nos dedicamos a indagar en materia artística hemos tenido que explorar —como es lógico— la historiografía existente con relación al arte moderno y contemporáneo. Gran parte de los manuales y de las narrativas que ahondan en la producción artística de la modernidad, la posmodernidad y los lenguajes artísticos y estéticos contemporáneos y actuales están centrados en Europa y Estados Unidos. Todavía hoy, años después de la aparición de las luminosas, y controvertidas, teorías poscoloniales y decoloniales (Edward Said, Gayatri Spivak, Walter D. Mignolo...), precedidas por los ensayos pioneros de Aimé Césaire y Frantz Fanon, entre otros, la historia del arte que se enseña en la universidad peca de un sesgo claramente colonial. Una lectura colonial —las supuestas bondades y superioridad de la cultura hecha por los blancos en Occidente— que va acompañada, además, de una jerarquización del pensamiento de base patriarcal —en el que la contribución de las mujeres ha sido claramente subestimada— que se asienta también en el heterosexismo, es decir, en un sistema que define a los/as heterosexuales como el paradigma central que moldea la sociedad excluyendo otras formas de vivir la sexualidad.
Desde los años sesenta se han alzado voces en los movimientos feministas que han redundado beneficiosamente en la incorporación de la obra de artistas mujeres en la historia del arte. Gran parte de esos avances se han producido en el contexto anglosajón (sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido). Ahí está la tarea desempeñada por Lucy Lippard o Griselda Pollock, y más recientemente los proyectos expositivos de Connie Butler, Wack. Art and the Feminist Revolution, y Global Feminism, ideado por Linda Nochlin y Maura Reilly, ambos en 2007. En lo que se refiere al análisis de la diversidad sexual en el arte, la oferta no es tan amplia. Merece destacar, por su ambición, la publicación de Art & Queer Culture, 2013, a cargo de Catherine Lord y Richard Meyer, la primera cartografía sobre las disidencias sexuales que se conoce hasta el momento. En esta significativa empresa, el arte contemplado y valorado es mayoritariamente estadounidense. Las aportaciones culturales de otros países y culturas se limitan a algunos ejemplos franceses o alemanes al tiempo que se incluyen algunos pocos nombres del ámbito cultural latinoamericano y español (Leonilson, Juan Dávila, Hélio Oiticica, Nahum B. Zenil, Pepe Espaliú, Juan Hidalgo, Cabello/Carceller).
El libro que el lector tiene en sus manos no aspira a subsanar la invisibilidad en materia de heterodoxia sexual en las prácticas artísticas latinoamericanas y españolas. Sería esta una labor colectiva que requeriría mayor investigación y el concurso de muchos agentes que han intervenido o participado en las distintas manifestaciones artísticas. Por otro lado, somos conscientes de que la situación política de las mujeres en cuestiones de igualdad es muy dispar. Además de la discriminación laboral, el aborto está totalmente prohibido en muchos países latinoamericanos y en otros es ilegal salvo en algunos supuestos (violación, riesgo para la madre...). La interrupción del embarazo está despenalizada en Cuba, Uruguay, Puerto Rico y México DF. Por otro lado, los casos de violencia de género han alcanzado una escala insoportable, particularmente son conocidos, por sus dimensiones, los de México y Guatemala. Ser mujer es una situación de riesgo en muchos lugares. También en España, pese a la existencia de una ley contra la violencia de género (2004).
En lo que se refiere a la situación de los homosexuales, gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, transgéneros y personas intersexo, la igualdad en el plano legislativo pone de manifiesto algunos logros obtenidos en Argentina, Uruguay y México DF con la aprobación del matrimonio igualitario, aunque este hecho no afecte del mismo modo a todos los colectivos citados. Pero queda mucho por hacer en el plano educativo —todo/a niño o niña viene al mundo en un orden simbólico claramente heterocentrado como también sucede en España— para cambiar una realidad plagada de opresiones e injusticias. La homofobia y la transfobia son prácticas habituales inclusive en la clase política —véase a título de ejemplo las descalificaciones e injurias dirigidas al conocido dirigente de la derecha venezolana Henrique Capriles por parte del poder chavista—. También en los sectores conservadores en América Latina abundan el desprecio y el odio en lo que se refiere a la diversidad sexual.
Una revisión del pasado, concretamente del formado por ese inmenso mapa temporal de más de quinientos años, permite constatar que la relación exclusivamente colonial —y por ende explotadora entre España y América Latina en provecho de la primera— ha ido cambiando con el tiempo sobre todo gracias a la independencia lograda hace doscientos años por la mayor parte de países latinoamericanos que dependían de la férula de la monarquía española.
En la actualidad se alzan voces justificadas que hablan de usos neocoloniales vigentes hoy impulsados por las multinacionales de origen español. Lo que antaño se imponía con la fuerza de las armas se hace ahora con la sutileza subrepticia del gran capital. Dicho esto, hay ejemplos recientes que ponen de manifiesto que el poder financiero de algunas multinacionales de América Latina (mexicanas en particular) está alcanzando mayor implantación en la geografía española, por no hablar del poderío económico de países como Brasil y sus consecuencias en la redistribución de las fuerzas económicas y su control en lugares como Cuba.
En el plano cultural, que es el que más nos interesa, las relaciones entre ambos lados del Atlántico han ido mejorando en pos de lograr el respeto y la igualdad sin olvidar la potencia de la industria del libro en España donde publicaban y lo siguen haciendo muchos/as autores/as de América Latina. Razones políticas y económicas han dado pie a procesos migratorios (españoles que marcharon a Argentina y México, o recientemente a Ecuador, en busca de trabajo; argentinos, uruguayos y chilenos que vinieron a España huyendo de la represión de las respectivas dictaduras).
En lo que respecta al arte y a su relación con los feminismos y la disidencia sexual, durante mucho tiempo quienes llevan a cabo un trabajo en ese sentido en España y quienes lo hacen en las distintas geografías latinoamericanas no se miraban entre sí, ignorándose mutuamente. Tenían el horizonte puesto en lo que sucedía en Nueva York, en California o en Londres y los paradigmas teóricos procedían del ámbito anglosajón o del francés.
Sin desdeñar el impacto anglosajón —constitutivo del imperio cultural y simbólico actual que se disfraza de globalización—, tal vez en los últimos años se observa un giro hacia los espacios de diálogo, intercambio e interculturalidad entre Latinoamérica y España: la mayor presencia de artistas latinoamericanos en España (Alexander Apóstol, Cecilia Barriga, ambos residentes en Madrid, o Lucía Egaña que vive en Barcelona, aunque mantienen una actividad internacional); las visitas a España de Mujeres Públicas o Mujeres Creando o de historiadores como María Laura Rosa, Fernando Davis; los viajes a México de Juan Hidalgo, O.R.G.I.A, Diana J. Torres, Cabello/Carceller; a Argentina de la pareja citada y de Ana Navarrete, a Chile y Perú de Beatriz Preciado, etc... La puesta en marcha de la red de Conceptualismos del Sur sin duda ha tenido un efecto beneficioso en el conocimiento de realidades y producciones artísticas poco apreciadas o semiocultadas tanto a un lado como a otro del Atlántico. Los intentos por conocerse mejor dadas las ventajas que ofrecen un idioma común y un sinfín de experiencias culturales compartibles y compartidas está dando sus frutos.
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