El diseño ha muerto viva el diseño
1a edición, agosto de 2018.
Autor: Gonzalo Castillo
Prólogo: Alfonso Gómez
Dirección de arte: Roberto Concha
Diseño y diagramación: Angelina Riquelme + Gabriel Naranjo
Edición de texto: Hernán Díaz
Corrector de texto: Javier Araya
Inscripción Nº
I.S.B.N. 97 8- 95 6- 393 -8 5 6- 2
Una publicación de:
Procorp
Universidad Andrés Bello
Campus Creativo Universidad Andrés Bello
Imprenta Feyser Ltda.
Impreso en Chile
1.000 ejemplares
Derechos Reservados.
© 2018 Gonzalo Castillo L.
Queda prohibida la reproducción de este libro
en Chile y en el exterior sin autorización previa del autor.
Dedicatoria
Más que una dedicatoria, estas líneas nacen como un saludo a la distancia a quienes fueron mis referentes en los albores de mi carrera. Son personajes que tienen en común el valor de sus obras, la sabiduría y generosidad de sus actos y el talento que ha marcado su vida profesional .
Son, hasta hoy, figuras que inspiran a muchos. Algunos ya no están, pero tuve la oportunidad única de conocerlos a todos y experimentar de cerca su calidad humana y profesional.
Un saludo:
Wally Olins
Frank Memelsdorff
Ronald Shakespear
Vicente Larrea
Introducción
D écada de los sesenta , plena Guerra Fría. Gran Bretaña era cuna de una serie de simposios sobre metodologías de diseño, encuentros en los que participaban diseñadores y arquitectos, reunidos en torno a un tema central: ¿Es posible modelar la actividad de diseño y tratarla, no solo como un acto creativo emparentado con la estética y el arte, sino como una disciplina modelable desde una base científica, con metodologías cercanas a las nacientes tecnologías digitales? Estas discusiones estaban destinadas a tener profundas implicaciones filosóficas y prácticas en la profesión del diseño; primero en el Imperial College, en Londres (1962), y luego en Portsmouth (1967). Ambas fueron sede de dos de los más importantes debates sobre cómo modelar el acto de diseñar. Un par de años más tarde, Herbert Simon publicó The Sciences of the Artificial , con toda seguridad el libro más influyente entre arquitectos, diseñadores e ingenieros por esos años. En él, Simon habla por primera vez de diseño como “una manera de pensar” (“design as a ‘way of thinking’”), idea profundizada por Bruce Archer algo más tarde desde el Royal College of Art, quien se refiere a esta como “un tipo fundamental de actividad propia de lo humano” y funda la disciplina de Investigación de Diseño (y el Department of Design Research del rca ).
Con ello, estos influyentes autores pavimentan el camino para el surgimiento del Design Thinking , término que así, sin traducción, ha sido determinante en el amplio espacio de influencia y acción que ha alcanzado la disciplina del diseño en los ámbitos de la ingeniería, los negocios y que –por cierto- está en el centro de la profunda transformación que han experimentado tanto la enseñanza como la práctica del diseño.
Gonzalo Castillo ha sido activo testigo de esta transformación. Lo conocí en los inicios de la década de los ochenta, cuando él era miembro de la más inquieta generación a la que me tocó hacerle clases en la Escuela de Diseño de la puc. No fue por azar que lo invité algo más tarde a integrarse al equipo de diseño que formamos al interior del Departamento de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Católica, desde donde acometimos desafíos proyectuales en el ámbito de los productos industriales, la identidad corporativa y la gráfica en general. Desde entonces hemos compartido en diversas tribunas y roles una de las más profundas transformaciones que ha sufrido en su historia nuestra pasión común, el diseño.
Más allá de sus talentos con el portaminas, la Letraset y el rapidograph (herramientas obligadas de la época), Gonzalo fue desde siempre una mente inquieta, a quien le era natural indagar en el porqué de lo que hacía. Reflexionar acerca de los procesos creativos en los que participaba le resultaba tan motivador como ineludible. Para una sensibilidad como la suya, ha sido un regalo haber crecido profesionalmente en la era de la transformación digital y del abordaje interdisciplinar de proyectos complejos. En ese paisaje ha experimentado en carne propia el proceso de despojarse de la piel profesional del diseñador clásico –en esencia, un creador de imágenes y cuerpos físicos– hacia ser un inventor de experiencias, capaz de contribuir ya no tan solo a la resolución de un desafío, sino de liderar el trabajo de equipos profesionales encargados de definir la naturaleza misma del problema que se va a acometer.
Y es que, en un lapso de no más de tres décadas, el diseño murió como mero aportante a la dimensión estética y funcional del mundo construido y renació potenciado, ganándose un espacio y el respeto de profesiones para los cuales, hasta no hace mucho, representaba un quehacer más bien marginal, si no derechamente frívolo. Ese es precisamente el proceso del que da cuenta este libro.
La espiral que ha llevado a nuestra cultura a apreciar como nunca a la innovación como fuente ineludible de una sociedad desarrollada, ha valorado sin reservas el rol de la ciencia y la tecnología como fuentes de originalidad e invención. Sin desmentir en absoluto el protagonismo de la explosión del conocimiento científico en nuestra era, quienes operamos desde el diseño tenemos una tarea adicional: asegurar que el diseño, en su sentido más contemporáneo, sea debidamente reconocido y desarrollado como una fuente complementaria a la ciencia en la lucha por avanzar hacia una sociedad armónicamente desarrollada, de calidad de vida alta y sustentable.
La evolución de los sistemas industriales en una era donde se mezclan oportunidades y amenazas de gran impacto, demanda repensar, reinventar, rediseñar procesos, relaciones, experiencias y, por cierto, productos y servicios.
Diseño y modelos de negocio serán dos fuentes clave de creación de valor en los años venideros, algo que este libro ayuda a entender y a realzar. «Poblar el mundo de objetos físicos y visuales más honestos, prácticos y accesibles» es la forma como lo expresa el autor.
En síntesis, El diseño ha muerto viva el diseño es un aporte valioso y oportuno para comprender la profunda transformación que ha experimentado esta profesión en las últimas décadas. Confío en que estas páginas contribuirán significativamente en la cruzada por hacer visible y relevante al diseño como una fuente de construcción de la cultura proinnovación, que nuestro país y nuestro tiempo tanto necesitan.
Alfonso Gómez,
noviembre 2017
El libro de Simon junto con Notes on the Synthesis of Form , de Christopher Alexander, y Design Methods , de John Christopher Jones, eran las lecturas obligadas de todo estudiante de arquitectura y de diseño durante la década de los setenta.
Cómo llegué acá
H ace treinta años ya que con un grupo de 4 compañeros de universidad, formados tanto en los patios como en las aulas del Campus Lo Contador de la Pontificia Universidad Católica de Chile, creamos un pequeño estudio de diseño y arquitectura que con alguna desfachatez decidimos llamar Proyectos Corporativos.
Éramos universitarios de fines de los setenta, egresados a principios de los ochenta en medio de una brutal recesión económica que, a mí por lo menos, me dejó en calidad de desocupado a 24 horas de haberme titulado oficialmente como diseñador.
Estas especiales circunstancias marcaron mi tránsito, como el de buena parte de mi generación, entre la universidad y el mundo profesional. Y en particular, el devenir de quienes nos habíamos propuesto, majaderamente acaso, vivir de la carrera que habíamos estudiado.
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