AGRADECIMIENTOS
A la hora de documentar, escribir y corregir este libro me he beneficiado de la valiosa ayuda de Rosa María Huertas Franco. Sin su colaboración y apoyo, el trabajo habría sido menos liviano.
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CUARTA PARTE
LA REPÚBLICA ROMANA
34
LOS ETRUSCOS ERAN AUTÓCTONOS DE LA PENÍNSULA ITÁLICA
LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS ETRUSCOS
En la Antigüedad, se conocía por el nombre de pueblos etruscos a aquellos que se desarrollaron en la región de Etruria, que ocupaba las tierras que estaban ubicadas entre los ríos Tíber y Arno, y que tuvieron lugar desde la ruptura de la unidad de la cultura apenínica, alrededor de los siglos XII y X a. C., hasta la conquista de las ciudades etruscas por los romanos, que finalizó con la toma de Volsinii en el año 265 a. C.
A lo largo de la Historia, nunca ha habido acuerdo entre los historiadores sobre el origen del pueblo tirreno, ya que todavía se discute acerca de si tuvieron una procedencia foránea o autóctona. Lo único cierto es que se desarrollaron en Etruria y que recibieron unas fuertes influencias del exterior. La riqueza en metales con la que su región contaba propició que establecieran contactos con los micénicos desde muy temprano y que se incorporasen a los circuitos comerciales mediterráneos un poco más tarde.
Los etruscos, de forma similar a los griegos, nunca llegaron a establecer un poder estatal centralizado, sino que se organizaron en ciudades autónomas. Aunque, en la segunda mitad del siglo VI a. C., llegaron a instaurar una especie de confederación de doce de las urbes de la región de Etruria y a formar una especie de Liga etrusca. La sede central de esta coalición estaba en Fanum Voltumnae, un centro que aparece citado por algunos historiadores clásicos como Tito Livio, que terminó siendo el santuario federal de los tirrenos. En este sacro lugar se veneraba a Voltumna, un dios supremo que estaba relacionado con el cambio de las estaciones y con una capacidad de transformación casi ilimitada. No obstante, aparte de su función religiosa, en este centro también se celebraron las reuniones anuales de los representantes de estas doce ciudades de la Liga y unos juegos en los que se elegía a un líder, al que cada ciudad entregaba un lictor en señal de que reconocían su autoridad. Pese a todo, las limitaciones de esta confederación eran palpables. La coalición no podía evitar los enfrentamientos entre ciertos núcleos y, asimismo, algunas de estas alianzas se firmaban con fines concretos, y una vez que eran alcanzados se disolvían. Con todo, los etruscos contaban con una identidad cultural que era común a todos.