LECCIÓN
LOS DEFECTOS PUEDEN SER BELLOS
La belleza y la fealdad son un espejismo. Al final, todos acaban viendo nuestro interior.
F rida personificó el concepto de «guapa fea», la jolie laide —que sigue inspirando a firmas de referencia como Vetements o Balenciaga— y se convirtió en una inspiración de belleza a través de su aceptación honesta y fiel de su apariencia física; destacó sus defectos para reivindicar la belleza de lo imperfecto. Convirtió su cuerpo dañado y su vello facial en su imagen de marca. Para ella estaba bien visto que las mujeres fueran llamativas, ambiciosas y extravagantes, no solo bellas. Como si fuera un cuadro, dibujó su identidad abrazando sus diferencias. La singularidad fue su enseña. Nada consideró más bello que ser única. Rescató y fortaleció de su identidad todo aquello que la convertía en un ser diferente, extraño, anormal, inaudito. Para Frida Kahlo ser hermosa era ser auténtica.
«Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto, sepas que sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú».
Ojos almendrados, boca sensual, uñas encendidas, pero…, ¡por favor!, ¿quién dijo que Frida Kahlo era antiestética? Frida fue una mujer bella, fuerte y llamativa que quiso de manera intencional retratarse fea en sus cuadros. Madonna explicó así el motivo de su admiración por Kahlo: «Vestía de hombre, tenía bigote y aun así era capaz de resultar glamurosa».
Frida ha inspirado la poderosa uniceja cuando se pusieron de moda hacia 2010, lo que llevó al ocaso de la ceja fina después de décadas de dominación. Visionaria y atrevida, ella desafió la sacro-regla de la estética universal en el momento en el que Marlene Dietrich y el arco hilo por encima del ojo eran un rasgo esencial e ineludible en el canon de la belleza femenina. Las seguidoras de estas líneas de alto impacto no dejan de crecer: Lily Collins, Cara Delevingne o Carine Roitfeld han sido sus abanderadas. Esta última, exdirectora de la revista Vogue París y directora creativa internacional de la revista Harper’s Bazaar, lanzó en 2012 una edición limitada de maquillaje para MAC inspirada en su propio look de mirada profunda y ceja ancha porque, tal y como dijo en una entrevista a la edición británica de Vogue en octubre de ese mismo año: «Yo podría haber sido Frida Kahlo».
Sus cejas «como alas de colibrí», como las describía Rivera, resaltaban sus rasgos pintorescos de un solo trazo. Lejos de afinarlas, las remarcó aún más, en ocasiones rellenándolas con sombras oscuras o lápiz negro, transformándolas en dos bellas alas extendidas que volaban desde su entrecejo, como se puede apreciar en muchas de sus pinturas.
Bajo el mantra de que estas dos líneas peludas pueden transformar el rostro, una infinidad de técnicas de cirugía estética para realizar injertos capilares en las cejas, cosméticos de relleno, etc., atraviesan un momento de popularidad asombroso.
Como el movimiento #thepositivebody, que anima a las personas, sobre todo a las mujeres, a ser más indulgentes con su propio cuerpo y que repite con humor: «Mejora tu autoestima, no tus abdominales».
¿Nos recuerda algo? Frida aceptó su vello corporal y facial, coronando sus bellos labios con un obstinado bigote que optó por no depilar, colándose como la única fémina en la honorable lista de los bigotes más célebres del mundo del arte, junto a Van Gogh, Mark Rothko, Toulouse Lautrec, Rembrandt y Salvador Dalí. Posiblemente, este exceso de vello pudo ser una reacción a la medicación que tomó desde pequeña debido a sus múltiples dolencias. Y lejos de luchar contra su naturaleza, invitó a sus taras a interpretar un papel estelar en su extravagante imagen.
Cuentan que, ya casada con Diego Rivera, quiso depilarse y fue el hombre de los ojos de sapo quien le quitó la idea de la cabeza y que ella aceptó por complacerlo. ¿O fue Diego quien quiso complacerla aparentando que era su deseo para no añadir otra tortura más a la dolorosa vida de la pintora?
Aunque ya en el Antiguo Egipto y en los imperios griego y romano se utilizaban métodos de rasurado para diferentes sexos y edades, así como para distintas partes del cuerpo —cejas, axilas, brazos, pecho, piernas—, se trataba de una circunstancia cultural más que de una imposición estética. Hasta iniciado el siglo XX, la recatada moda femenina censuraba la contemplación pública de la piel de las mujeres, así que el vello fuerte o débil, oscuro o claro, no estaba en cuestión ya que resultaba invisible a los ojos de la sociedad.
En mayo de 1915, una publicidad de la revista Harper’s Bazaar dirigida a las señoritas de la alta sociedad neoyorquina mostraba a una joven con los brazos desnudos y en alto con el siguiente reclamo: «La moda para el verano y el baile moderno se combinan para hacer necesaria la eliminación del molesto vello corporal».
Triunfaban los vestidos de tirantes y manga corta y el largo por debajo de la rodilla. Los polvos mágicos para el depilado empezaron a arrasar. La crisis económica que desató la Segunda Guerra Mundial provocó una gran escasez de medias de seda que dejaron al descubierto las piernas y que puso en evidencia la necesidad de depilarlas. El auge de las sexys y sedosas chicas Pin-Up hicieron el resto.
Pocas mujeres desde entonces osaron engrosar la lista de «A mujeres barbudas de lejos se saluda».
En 1996, Connie Sobczak y Elizabeth Scott crearon el movimiento The Body Positive:
«Para animar a las mujeres a amar y perdonar su cuerpo, con la intención de crear un mundo en el que las personas valoren su identidad única y se liberen del odio a sí mismas, para optimizar su energía e intelecto y realizar cambios positivos en sus vidas».
Amor, perdón y humor son las claves sobre las que se sostiene esta corriente.
La página de bienvenida a la web de The Body Positive se abre con esta sencilla declaración de intenciones: «Un cambio de paradigma radical, tan simple, elegante e intuitivo. ¡Ámate a ti mismo y a tu cuerpo!».
Siguiendo esta estela, hace algún tiempo, medios de comunicación de medio mundo se hicieron eco de la sorprendente historia contada en exclusiva para The Guardian de una atractiva periodista británica llamada Emer O’Toole, quien decidió dejar de depilarse y no suprimir su vello corporal. Relató en detalle el rechazo inicial de familiares y amigos. Era su grito para denunciar la depilación femenina como una imposición social.
Más tarde, la firma de lencería Lane Bryant, bajo el hashtag#Iamnotanangel, reivindicó la belleza más allá de los cánones de la firma Victoria’s Secret: «Quema tu sentimiento de culpa, no solo tus calorías». Para transmitir el mensaje de que no tiene sentido sufrir como Adriana Lima, Alessandra Ambrosio o Bella Hadid cuando no tienes el mismo tiempo, ni vas a ser portada ni te van a pagar una fortuna como a ellas.
Tiempo después, la firma Adidas protagonizó una increíble campaña (@adidasoriginals) encaminada a romper estereotipos de la mano de la artista y activista sueca Arvida Byström, como modelo de su campaña. Esta joven mostró su rechazo palmario a los estereotipos femeninos generalizados y apareció mostrando sin pudor su vello corporal. Recibió amenazas de violación y fue brutamente agredida a través de las redes sociales acusada de «maldita feminista».