La normalidad es un camino pavimentado: cómodo para caminar, pero ninguna flor crece en él.
Vincent Van Gogh.
El acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón.
Erich Fromm.
Yo, mariposa ajena a la modernidad, a la posmodernidad, a la normalidad. Oblicua. Bizca. Silvestre. Artesanal.
Susy Shock.
PRÓLOGO
Rojo sangre, rojo bilé, roja tu falda. ¿Y nosotras?
Este es un texto que escribo desde las entrañas de mi cuerpa, es un sentir compartido e inquietante que me ha dejado con muchas preguntas y dándole vueltas a un asunto muy particular que encarno en este país: los transfeminicidios. De acuerdo con estadísticas realizadas por organizaciones mundiales especializadas en derechos humanos, México es el segundo país a nivel mundial en presentar crímenes de odio a mujeres trans. Día con día, somos desaparecidas, torturadas, enjauladas y criminalizadas por este estado machista, misógino y enraizado en un patriarcado voraz. Este patriarcado que nos encierra en una idea de lo que significa ser mujer y que al mismo tiempo intenta des-hacer, des-acomodar y des-valorizar nuestra feminidad trans, desde una serie de discursos que ondean la bandera de la radicalidad pero que en la práctica y la acción segregan una de las acciones más revolucionarias que existen: dejar de ser hombre, demostrar que nunca fuimos hombres o que matamos el hombre que nos quisieron poner encima, porque siempre fuimos, somos y seremos mujeres: libres, menstruantes, brujas, sirenas y guerreras en constante sentido de batalla.
Cuesta darse cuenta que el enemigo acecha fuera de nuestras plataformas, pero también cuesta creer que algunos pedazos de él están al mismo tiempo entre nosotras. Nuestra resistencia desde el feminismo ha sido un ir y venir de emociones y sentimientos que dejan distintos sabores de boca, distintos matices y distintas conclusiones. ¿Cómo nombrar el feminismo que nos incluye a las trans? Y ¿cómo nombrar al que nos excluye y violenta? Nosotras como cuerpos en resistencia siempre estamos en una frontera dentro del espectro feminista. Construimos alianzas, algunas sin respuesta y otras con efectos y afectos trans-formadores pero siempre con la interrogante y filosa situación sobre si algún día seremos o no, sujetas de los feminismos, y digo feminismos porque cada vez emergen más discursos y prácticas que plantean una nueva forma de pensarnos entre mujeres, de sentirnos y de vivir(nos), mientras que otras siguen apelando a la segregación de las mujeres, realizando exhaustivos exámenes genitalistas para ver a quién si y a quien no le calza bien la zapatilla o la bota del llamado fe-mi-nis-mo.
Feminismo descolonial, lesbofeminismo, transfeminismo, feminismo de las olas (primera, segunda, tercera…) ecofeminismo… máquina procesadora de feminismos que incluyen, excluyen y plantean otras realidades. Todos y cada uno persiguiendo el objetivo de destruir el patriarcado que nos violenta a las mujeres y nos aísla a una realidad impuesta y gestionada por onvrez, alejándonos de la que siempre nos ha pertenecido, ¿hasta cuándo centraremos la atención en el que siempre fue nuestro objetivo? ¿En qué momento desviamos la mirada y comenzamos a violentarnos entre nosotras? ¿Cuáles serán los nuevos «exámenes» a los que tendremos que someter a quienes deseen asumirse «feministas»? ¿Somos cómplices de ese patriarcado al aplicar sus mismos mecanismos? Estas y más preguntas son las que me vienen siempre al pensamiento cuando vivo en carne propia las exclusiones en espacios donde deseo construir alianzas y donde comparto mi experiencia de vida con todo y mis errores, vulnerabilidades, deseos, placeres e inconsistencias, esos espacios donde se abren las puertas, pero se cierran los afectos y se silencia de una forma sutil el grito de batalla y las ganas de generar alianzas entre mujeres.
Nosotras no somos las enemigas constantes que acechamos los espacios, y no estamos en un lugar seguro ni privilegiado en esta sociedad, basta creerlo con las cifras diarias de mujeres desaparecidas y asesinadas en este país: casi 10, de las cuales 4 son mujeres trans. Nuestros tránsitos también implican un acto sororario de generar alianzas y poner nuestras vulnerabilidades en el centro para dar cuenta de lo mucho que podemos compartir y generar en colectivo juntas, aliadas, fúricas y contundentes. No somos sujetas del bilé y la falda, no hacemos política desde ahí, encarnamos la violencia del estado patriarcal y ponemos la cuerpa en el absurdo cisgenerista heterosexual capitalista colonizante.
Nunca nos bastó pintarnos los labios de rojo carmín o ponernos una falda para asumirnos mujeres, ¡nacimos mujeres! Y nos hicimos justicia a nosotras mismas. Nuestra postura no es un ir y venir entre el bilé y el bigote, es una postura clara de batalla y autogestión afectiva diaria. Es una lucha constante con objetivos claros de visibilización, autogestión y colectividad.
Lo nuestro no es la comodidad ni el efímero de portar una falda en alguna manifestación o la fiesta «transgresora», es nuestra cuerpa, nuestra piel, nuestra puesta en el espacio público y privado lo que hace nuestro principal activismo, nuestra política íntima y la «otra» marcha de todas nosotras las mujeres: el día a día, ese día en el que tenemos que salir al mundo armadas y con conciencia de autodefensa para volver vivas a nuestras casas, porque vivas nos queremos. Ese día en el que sembramos memoria y resistencia con cada paso que damos en las calles (porque nuestras son también las calles), ese día en el que hacemos posible lo imposible y nos fugamos a esa otra realidad que deseamos seguir viviendo en colectiva, esa otra realidad es la nuestra, una realidad donde todas y cada una de las mujeres nos reconocemos, nos vivimos, nos afectamos, nos levantamos y esculpimos nuestra verdadera lucha: SOBREVIVIR.
Agradezco a Frida Cartas la oportunidad de escribir estas palabras en este proyecto que emana también de sus entrañas. Esto no es solo un libro, es un arma punzocortante para todas nuestras hermanas, es un arma que calza y que abraza nuestras luchas, nuestras historias y propuestas; es una guía de supervivencia para las mujeres que nos enfrentamos a esta realidad machista, misógina y patriarcal. Esto no es un cuento de ficción, es una historia real, tan real como nosotras las trans, y es un intento por incrementar nuestros gritos y denuncias, por saciar nuestra sed de justicia… Acá está ahora el libro de Frida que lo detalla y narra tan puntual y acertadamente capítulo a capítulo.
¡Digna rabia para todas!
Lía Nereida García Barreto
PREFACIO
Los asesinatos de mujeres transexuales también son feminicidios, pues son crímenes por misoginia perpetrados por hombres machistas. Ese desprecio a la feminidad que conlleva a desecharlas como si de objetos se tratara, a arrancarles la vida porque ante la mirada masculina «no valen» o «se lo merecen». Acción que solo puede ejecutar un hombre que ha cumplido cabalmente los roles de género, dominantes, opresivos, violentos, cimentados para ellos desde una falsa superioridad.
Los asesinatos de mujeres transexuales también son feminicidios, y suceden o diario. Estos crímenes llevan implícito además un odio por ser una mujer diferente de lo que socialmente se ha enseñado que «es» (mujer se nace, todas las mujeres tienen vulva, todas las mujeres menstrúan, todas las mujeres son sinónimo de madres, todas las mujeres son heterosexuales, bla bla bla).
México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en asesinatos o mujeres transgénero y transexuales. ¿La estadística exacta? No se sabe. Nadie la ha investigado. Y es «lógico», ya que a nosotras ni siquiera se nos considera mujeres, con menor «razón» nuestros asesinatos, nuestras muertes, nuestros crímenes de odio, son llamados feminicidios o bien, transfeminicidios.
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