• Quejarse

Cornelio Tácito - Anales Libros XI-XVI

Aquí puedes leer online Cornelio Tácito - Anales Libros XI-XVI texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2017, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Cornelio Tácito Anales Libros XI-XVI
  • Libro:
    Anales Libros XI-XVI
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2017
  • Índice:
    4 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 80
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Anales Libros XI-XVI: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Anales Libros XI-XVI" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Cornelio Tácito: otros libros del autor


¿Quién escribió Anales Libros XI-XVI? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Anales Libros XI-XVI — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Anales Libros XI-XVI " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
FAMILIA JULIA CÉSARES FAMILIA CLAUDIA LIBRO XI 1 y apoyarse en - photo 1

FAMILIA JULIA (CÉSARES)

FAMILIA CLAUDIA LIBRO XI 1 y apoyarse en múltiples y poderosos - photo 2

FAMILIA CLAUDIA

LIBRO XI

1. *** y apoyarse en múltiples y poderosos parentescos, tenía facilidades para provocar revueltas entre los pueblos de su nación. Y Claudio, sin investigar nada más, despachó tropas a toda prisa, como si se tratara de sofocar una guerra, al mando de Crispino, prefecto del pretorio, quien dio con él junto a Bayas y lo arrastró encadenado a la Ciudad.

2. Y no se le dio oportunidad de comparecer ante el senado: se le toma declaración en la alcoba, en presencia de Mesalina y acusándolo Suilio de haber corrompido a los soldados, a los que alegaba que con dinero y deshonestidades se tenía ganados para toda clase de infamias, luego de adulterio con Popea, y por último, de ser un afeminado. Ante esto venció el reo su silencio y estalló diciendo: «Pregunta a tus hijos, Suilio; ellos confesarán que soy un hombre». Comenzó entonces su defensa, que causó mayor emoción en Claudio, pero que incluso a Mesalina le arrancó lágrimas. Al salir de la cámara para enjugárselas previene a Vitelio para que no deje escapar al reo; ella personalmente se apresura a perder a Popea, poniendo a su lado a quienes, aterrorizándola con la idea de la cárcel, la empujaran a una muerte voluntaria, tan sin que lo supiera el César que, pocos días después, teniendo a su mesa a su marido Escipión, le preguntó por qué no se sentaba con él su esposa, y él le respondió que su mujer había cumplido su destino.

3. Mas cuando Claudio estaba dando vueltas a la idea de absolver a Asiático, Vitelio le recordó entre lágrimas lo viejo de su amistad, y las atenciones que juntos habían tenido para con Antonia, se bañó, comió de buen humor, y tras decir que hubiera sido más honroso para él perecer por las malas artes de Tiberio o la violencia de Gayo César que por el engaño de una mujer y la impúdica lengua de Vitelio, se abrió las venas, no sin antes inspeccionar su pira funeraria y ordenar su traslado a otro sitio para que la espesura de los árboles no resultara dañada por los ardores del fuego; tanta entereza tuvo en sus últimos momentos.

4. Tras esto se convoca al senado, y Suilio continúa amontonando acusados: dos caballeros romanos ilustres, ambos apellidados Petra. Y la causa de su muerte fue que habían facilitado su casa para los encuentros de Mnéster y Popea. Pero a uno de ellos se le imputaba haber tenido un sueño en el que habría visto a Claudio ceñido con una corona de espigas vueltas hacia atrás, y que por aquella visión había pronosticado una escasez de trigo. Algunos cuentan que vio una corona de vid con las hojas blanquecinas, y que lo había interpretado en el sentido de que al caer el otoño moriría el príncipe. De lo que no hay duda es de que uno u otro sueño le valió su muerte y la de su hermano. Se votaron para Crispino un millón y medio de sestercios y las insignias de la pretura. Añadió Vitelio la propuesta de un millón para Sosibio por ayudar a Británico con su magisterio y a Claudio con sus consejos. Cuando se le preguntó su voto a Escipión dijo: «Como pienso sobre la conducta de Popea lo mismo que todos, haced cuenta que digo lo que todos»; gesto de elegante compromiso entre el amor conyugal y sus obligaciones de senador.

5. A partir de entonces la crueldad de las acusaciones de Suilio fue continua, y su osadía tuvo muchos imitadores; pues, al tomar para sí todo el poder de las leyes y la autoridad de los magistrados, el príncipe había dejado campo libre para el pillaje. Por entonces no había mercancía más venal que la perfidia de los abogados, hasta el punto de que Samio, caballero romano insigne, que había dado a Suilio cuatrocientos mil sestercios, al descubrirse su prevaricación se dio muerte en su casa dejándose caer sobre una espada. En consecuencia, por iniciativa del cónsul designado Gayo Silio, de cuyo poder y perdición hablaré a su tiempo, por la que está establecido de antiguo que nadie reciba dinero o dones por defender una causa.

6. Después, cuando alborotaron aquellos contra quienes se preparaba tal condena, Silio, que era enemigo de Suilio, arremetió con dureza recordando ejemplos de los viejos oradores, que habían considerado la fama y la gloria en la posteridad como el premio de la elocuencia; que de otro modo la más hermosa y la principal de las artes liberales quedaba mancillada por sórdidas mercaderías; que tampoco la integridad permanecía a salvo si se miraba a la magnitud de los honorarios. En cambio —decía— si los pleitos no se hacían para provecho de nadie, habría menos; ahora se favorecían las enemistades, las acusaciones, los odios y las injusticias, de manera que, al igual que la virulencia de las enfermedades proporciona ganancias a los médicos, así también la podredumbre del foro les suponía dinero a los abogados. Los invitaba a recordar a Gayo Asinio, a < Marco > Mesala y, entre los más recientes, a Arruncio y a Esernino: habían llegado a las más altas cimas sin corromper su vida ni su elocuencia. Ante tales palabras del cónsul designado, con las que los otros estaban de acuerdo, ya se estaba preparando un decreto por el que se los incluía en la Ley de Concusión, cuando Suilio, Cosuciano y los demás, que veían que lo que se establecía no era un juicio —pues se procedía contra culpables manifiestos—, sino una pena, asedian al César pidiendo perdón para sus acciones pasadas.

7. Una vez que asintió, comienzan ellos a argumentar: ¿quién era tan soberbio como para presumir con sus esperanzas una fama duradera? Lo que se hacía era proporcionar un apoyo a la necesidad práctica, de manera que nadie se encontrara a merced de los poderosos por falta de abogados. Ahora bien, la elocuencia no era un don gratuito: se abandonaban los intereses familiares para dedicarse a los asuntos ajenos. Muchos se ganaban la vida en la milicia, otros cultivando los campos; nadie se esfuerza por algo cuyo fruto no haya previsto antes. Asinio y Mesala, colmados de recompensas en las guerras entre Antonio y Augusto, o los Eserninos y Arruncios, herederos de grandes fortunas, bien podían haber adoptado un aire magnánimo; pero a la mano estaban los ejemplos de cuánto cobraban por sus discursos Publio Clodio o Gayo Curión. Ellos —decían— no eran más que unos modestos senadores que en una república tranquila no buscaban más que las recompensas propias de la paz. Debía pensar en los plebeyos que resplandecían en la abogacía; si se suprimían las recompensas a esos estudios, también los estudios mismos perecerían. El príncipe, juzgando que si estas consideraciones no eran muy honorables tampoco carecían de sentido, limitó los honorarios a un máximo de diez mil sestercios; los transgresores serían procesados por concusión.

8. Por el mismo tiempo Mitridates, de quien ya conté.

9. Entonces, divididas las fuerzas del Oriente sin que se viera claro de qué lado se inclinarían, se dio a Mitridates la oportunidad de ocupar Armenia, con la ayuda de los soldados romanos para tomar las fortalezas de las alturas y también la del ejército hibero, que campeaba por los llanos. Los armenios no opusieron resistencia una vez desbaratado el prefecto Demonacte, que había intentado presentar batalla. Provocó una breve dilación Cotis, rey de la Armenia Menor, al que habían recurrido algunos de los notables; luego se sometió ante una carta del César, y todo se puso de parte de Mitridates, el cual adoptó una actitud demasiado dura para un reinado incipiente. Los caudillos partos, cuando estaban ya preparándose para la guerra, hacen repentinamente un pacto al enterarse de una conjura del pueblo que Gotarzes descubrió a su hermano; se reunieron, y tras algunas vacilaciones iniciales, estrechándose las manos pactaron ante un altar de los dioses vengar la deslealtad de los enemigos y hacerse concesiones mutuas. Pareció Vardanes más capacitado para conservar el reino, y Gotarzes, por que no hubiera lugar a rivalidades, se marchó al fondo de la Hircania. Cuando Vardanes regresa se le entrega Seleucia, a los siete años de su defección, no sin deshonor de los partos, a quienes una sola ciudad había burlado por tanto tiempo.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Anales Libros XI-XVI»

Mira libros similares a Anales Libros XI-XVI. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Cornelio Nepote - Vidas
Vidas
Cornelio Nepote
Tácito - Anales
Anales
Tácito
Plinio el Joven - Cartas
Cartas
Plinio el Joven
Cornelio Agripa - Filosofía oculta
Filosofía oculta
Cornelio Agripa
Cornelio Tácito - Historias Libros III-V
Historias Libros III-V
Cornelio Tácito
Cornelio Tácito - Historias Libros I-II
Historias Libros I-II
Cornelio Tácito
Cornelio Tácito - Anales Libros I-VI
Anales Libros I-VI
Cornelio Tácito
Cornelio Agrippa - Filosofía oculta
Filosofía oculta
Cornelio Agrippa
Reseñas sobre «Anales Libros XI-XVI»

Discusión, reseñas del libro Anales Libros XI-XVI y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.