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Salvador Freixedo - El cristianismo, un mito más

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Salvador Freixedo El cristianismo, un mito más
  • Libro:
    El cristianismo, un mito más
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1986
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El cristianismo, un mito más: resumen, descripción y anotación

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QUÉ ES UN MITO

La tarea de definir qué es un mito no es nada fácil. De hecho, los grandes investigadores del tema (Mircea Elíade, Levi-Strauss, Jan de Vries, E. Buess, Andrew Lang, Friedric Müller, E. Siecke, C. G. Jung, Goldhammer, etc.) discrepan entre sí acerca de su significado sociológico y de su interpretación. Comienzan por hacer grandes distinciones entre lo que es un mito, una leyenda, una saga, un cuento popular o una tradición, llegando a unas profundidades psicosociológicas bastante difíciles de entender, que por otro lado, en nada ayudarían a la mejor comprensión del propósito de este libro.

Por eso, sin dejar de tener en cuenta lo que aquellos autores han dicho sobre las características fundamentales del mito, nosotros nos fijaremos más en la idea general que la gente tiene de los mismos.

Según la acepción más común, un mito es un conjunto de creencias falsas que se refieren a dioses, héroes, o seres imaginarios, que, en tiempos pasados, intervinieron positiva o negativamente en las vidas de los hombres.

Estas creencias conllevan ciertos ritos, ceremonias y tradiciones, supuestamente exigidos o sugeridos por este tipo de seres. Los mitos, al tratar de seres extrahumanos —y con frecuencia suprahumanos— que trascienden los límites de las vidas de los mortales, suelen tener un carácter religioso, aunque sus protagonistas no sean, con frecuencia, un modelo de bien obrar, y sus acciones dejen bastante que desear, según los cánones de la moral humana.

Otra característica de los mitos es la complejidad y confusión de las mutuas relaciones entre los diversos dioses y héroes. Cuando estos son seres humanos glorificados, sus acciones se distorsionan y se exageran enormemente de modo que estén a la altura de las de los seres suprahumanos.

Parte importante de las creencias mitológicas es la relación que los dioses tienen con los mortales, haciendo que estos cambien sus hábitos de vida o adquieran costumbres y tradiciones nuevas que, con frecuencia, son bastante raras y antinaturales.

Prescindiremos en parte de lo que algunos mitólogos nos dicen acerca de que los mitos, en el fondo, son ideas arquetípicas o modelos que la humanidad debe tratar de imitar, o hacia los cuales debe tender. Sin embargo, sí tendremos en cuenta las características fundamentales que aquellos les asignan a los mitos, para ver si las mismas están presentes en el cristianismo.

Hay otra corriente de pensamiento en cuanto a los mitos, que sostiene que estos, lejos de ser una pura fábula irreal, son, por el contrario, una realidad distorsionada, tanto por el paso del tiempo como por la mente del pueblo. Pero en el fondo, tanto mitos como leyendas, proceden de hechos históricos. Estos hechos históricos pueden haber sucedido hace muchos miles de años y esta es la razón de que hayan llegado hasta nosotros tan deformados y en la actualidad parezcan tan fantásticos y hasta tan absurdos en muchas ocasiones.

Por lo tanto la diferencia fundamental entre la primera y la segunda manera de ver un mito, consiste en la existencia o no existencia de un hecho real que haya dado lugar a la creencia posterior. Sin embargo los dos puntos están de acuerdo en admitir que los hechos, tal como se cuentan en la actualidad, son inadmisibles, o, en otras palabras, no pudieron suceder tal como son narrados ahora.

Los defensores de la irrealidad sostienen que la mente humana crea el mito inconsciente y paulatinamente para ponerse una meta que alcanzar o bien llenar ciertas profundas necesidades anímicas.

Por otro lado, los defensores de la realidad propugnan que la mente humana, alrededor de un hecho remoto y de alguna manera extraordinario, se dedica a fabular, convirtiéndolo igualmente en propósito que conseguir o en motivo que recordar. Pero, real o irreal en sus principios, ambas posiciones sostienen como ya apuntamos que lo que en la actualidad se cuenta y tal como se cuenta, dista mucho de ser objetivo.

Para los propósitos de este libro, ambas posiciones son válidas, si bien el autor se inclina más a pensar que la mayor parte de las leyendas y mitos son hechos reales pero deformados por el paso del tiempo y por los inconscientes deseos del ser humano.

Debido a la gran distorsión con que estos hechos han llegado hasta nosotros, en nuestros días la palabra mito se ha hecho sinónima del adjetivo «falso». Un mito es por lo tanto, en la mente del pueblo, una creencia falsa, no importa su antigüedad, su complejidad doctrinal o todos los ritos misteriosos y venerables de que esté rodeado.

¿Cae el cristianismo dentro de esta definición? Creemos que sí, a pesar de su antigüedad, a pesar de sus millones de fieles en todo el mundo, a pesar de su elaborada teología, y a pesar de los muchos hombres ilustres que a lo largo de los siglos se han declarado cristianos.

He aquí lo que dice Rudolf Bultmann, uno de los teólogos cristianos más eminentes de los últimos tiempos:

«El Nuevo Testamento anuncia a Jesucristo: no solo su predicación acerca del reino de Dios, sino ante todo su persona, que fue mitologizada desde el mismo inicio del cristianismo. Los especialistas del Nuevo Testamento no están de acuerdo sobre si Jesús se proclamó a sí mismo como el Mesías… o sobre si creyó que era el Hijo del Hombre que iba a venir sobre las nubes del cielo. Si así fuera, Jesús se hubiera entendido a sí mismo a la luz de la mitología… Sea como fuera, la primitiva comunidad cristiana lo vio así: como una figura mitológica.

Esperaba que volviese, como el Hijo del Hombre, sobre las nubes del cielo, para traer la salvación o la condena, en su calidad de juez del mundo. También consideraba a su persona a la luz de la mitología, cuando decía que había sido concebido por el Espíritu Santo y había nacido de una virgen; y ello resulta aún más evidente en las comunidades cristianas helenísticas, donde se le consideró como el Hijo de Dios en un sentido metafisico, como un gran ser celeste y preexistente que se hizo hombre por nuestra salvación y tomó sobre sí el sufrimiento, incluso el sufrimiento de la cruz. Tales concepciones son manifiestamente mitológicas, puesto que se hallaban difundidas en las mitologías de judíos y gentiles y después fueron transferidas a la persona histórica de Jesús.

En particular, la concepción del Hijo de Dios preexistente, que desciende al mundo en forma humana para redimir a la humanidad, forma parte de la doctrina gnóstica de la redención y nadie vacila en llamar mitología a esta doctrina…

Para el hombre de nuestro tiempo, la concepción mitológica del mundo, las representaciones de una escatología, de un redentor y de una redención, están ya superadas y carecen de valor». (Jesucristo y Mitología. Edic. Ariel. Barcelona).

Pero a pesar de esto, Bultmann sigue siendo cristiano. Porque piensa que «hay algo más profundo que permanece oculto bajo el velo de la mitología cristiana». Y a eso más profundo, es a lo que él quiere llegar a través de su método:

«A este método de interpretación del Nuevo Testamento, que trata de redescubrir su significado más profundo, oculto tras las concepciones mitológicas, yo lo llamo desmitologización. No se propone eliminar los enunciados mitológicos, sino interpretarlos».

Esta es nuestra gran diferencia con Bultmann, un teólogo inteligente y sincero, que no encubre la evidente realidad de las formas míticas del dogma cristiano como hacen otros. Nosotros, en cambio, no queremos interpretar la mitología cristiana de una manera diferente a como se interpretan las otras mitologías. Puesto que es igual a ellas, habrá que interpretarla de una manera semejante.

Para nosotros el judeocristianismo es una mitología más, basada en la aparición, hace unos 4.000 años, de un misterioso personaje llamado Yahvé, que se manifestó repetidamente al pueblo hebreo, de ordinario en una especie de nube; y basada también en la existencia real de otro extraordinario personaje llamado Jesús. Las apariciones del primero, y las enseñanzas y actuaciones del segundo, han llegado a nosotros muy deformadas, pero no son susceptibles de una interpretación diferente a la que se le da a las demás mitologías.

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