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Salvador Ulayar Mundiñano - Morir para contarlo

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Salvador Ulayar Mundiñano Morir para contarlo

Morir para contarlo: resumen, descripción y anotación

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Este libro cuenta la increíble y desgarradora tragedia íntima de Salvador Ulayar y su familia frente a ETA y cuánto le costó superar el asesinato de su padre. Relata la enorme calidad humana de su compañera y de sus compañeros de viaje. Finalmente, expone las conclusiones personales, la lectura política, la perspectiva de una víctima del terrorismo.

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A mis hijos

Queridos Daniel y Jaime:

Este libro tiene mucho que ver con vosotros. Además de mi voluntad de contar, de dar testimonio público de cuanto he vivido alrededor del acoso a nuestra familia, del asesinato del aituna Jesús y de sus consecuencias, me empujan la obligación y la necesidad de comunicaros de forma ordenada y sincera esta parte crucial de nuestra historia familiar. No podría sentarme con vosotros a relataros, del modo que merece la cuestión, todo lo que expresan el montón de folios que he ido llenando con dificultad, y que vuestra madre, por haberme acompañado tan de cerca, conoce bien. Fuese porque no existíais o porque erais pequeños y por tanto básicamente ajenos a los acontecimientos, ignoráis algunas cosas que es conveniente y necesario saber.

La mayoría de lo escrito concierne muy directamente a nuestra familia, pero está comprendido en un relato mayor y más importante. No es solo una historia familiar. Forma parte de una historia reciente de opresión y sangre: el ataque terrorista sufrido por tantas víctimas y amenazados, pero dirigido contra todos.

Es preciso nuestro empeño por ser hombres honrados y conscientes de qué se vive en cada momento en el espacio público; ciudadanos implicados con los demás y con su tiempo. No es necesario emprender grandes iniciativas. Normalmente no están a nuestro alcance (ni en nuestros alcances), aunque sí podemos y debemos apoyar las que lo merezcan. Siempre podemos estar atentos e informados de cuanto pasa. Hacer opinión, dudar y evolucionar; desde la realidad, argumentar y defender cuanto creemos justo y bueno. Un mismo denominador une a todas las víctimas del terrorismo: las mataron para atacar nuestra convivencia en libertad, la nación. Ellas son nosotros y no debemos enterrarlas nuevamente con el olvido. Unas pasaban junto al epicentro, otras eran servidores públicos, otras estorbaban los objetivos del terror… Pero a todas las convirtieron en víctimas de los atentados con el objetivo de doblegar a España: nosotros en convivencia. Y con un mismo impulso fanático: el odio a España.

Como el aituna, muchas de ellas plantaron cara a la mentira y el terror de la banda terrorista ETA y sus cómplices, pagándolo con la vida. Optaron de forma valiente y generosa por ser libres, haciéndonos así más libres. No debemos olvidar la determinación de quienes dieron ese paso al frente en nombre de todos, aparcando miedos y comodidad. Si lo pensamos bien, el olvido los vuelve a matar, pero también nos mata a nosotros mismos de algún modo. Rememorar a nuestros muertos es fundamental. No con el fin de entristecernos por su ausencia, ni tampoco para dejarnos atascar por la nostalgia, la ira o el resentimiento, sino para que el legado de los principios que tantos de ellos defendieron —contra el que todos fueron asesinados— viva y fluya en nosotros con gratitud y paz. Una memoria de la persona indisolublemente unida a sus valores justos y buenos, los nuestros. Que mediante su transmisión no mueran nunca, vivan en nosotros.

Álbum
Coda amarga

Bolinaga, el terrorista de la ETA fraudulentamente excarcelado, lleva año y medio dejando en evidencia otra de las traiciones y afrentas que las víctimas, por tanto la nación, seguimos recibiendo de este Gobierno. Recuerdo que Rajoy declaró en televisión en 2012 saber que el ya entonces moribundo pesaba 47 kilos, que qué iba a hacer. O al ministro del Interior que no soltarlo sería prevaricar. Indecencias. Lo que no saben ni les importa es el peso de mi dolor y el de tantos españoles viéndoles tomarnos el pelo. Año y medio de su suelta. Y era terminal, ya. Más parece otro pasito en la llamada hoja de ruta.

Actuaciones policiales antiterroristas produjeron la incautación a la banda de documentación donde relataba que los representantes del Gobierno en la negociación habrían ofrecido a la ETA tumbar la retroactividad de la Doctrina Parot, que retenía a sus más sanguinarios miembros en la cárcel. Esta información saltó a los medios de comunicación. La Doctrina Parot consiste en algo tan lógico y justo como que se le calculen al preso las reducciones de su tiempo de reclusión tomando en cuenta cada una de sus condenas, no el periodo máximo legal de reclusión de treinta años. Algo de cajón, pues se le condenó a cientos de años, no al límite legal de treinta años: ese límite no es su condena sino el máximo tiempo que va a estar entre rejas. Antes de tal doctrina estos terroristas cumplían la condena de una manera absurda e injusta. Se otorgaban al reo reducciones de tiempo de reclusión —muchas veces por hacer macramé o matricularse en una universidad que luego les regalaba el título— tomando como base de cálculo los treinta años del límite legal que, hay que insistir, no es la condena. El resultado: daba igual matar uno, dos o ciento, en pocos años a la calle.

Como decía, tumbar esa aplicación de la Doctrina Parot permitiría excarcelar a muchos y muy sangrientos pistoleros. Tal barbaridad tiene todos los visos de formar parte de los acuerdos básicos de la negociación entre la ETA y ZP: la legalización como partido —ya cocinada en el TC— y presos a la calle. Una amnistía encubierta que se va cumpliendo poco a poco. No sin dificultad, claro, pero en eso están PPSOE y PNV, ese tripartito. Y a los cientos de asesinados y heridos cuyos atentados están por terminar de esclarecerse que los lloren los suyos. Estoy persuadido de que se dejarán de investigar y de buscar a sus autores, si es que no se ha dejado ya de hacerlo. Un caso paradigmático de esta política despiadada con las víctimas es el de los reiterados permisos carcelarios a Valentín Lasarte, asesino de Gregorio Ordóñez, a pesar de no cumplir requisitos precisos como el de colaboración con la Justicia. Igual que no lo cumplen otros supuestos arrepentidos también beneficiados. Cuando Lasarte ha sido llamado a testificar en algún juicio a sus compañeros de la banda resulta que no se acordaba de nada. Y tira, a seguir disfrutando permisos en base a un supuesto arrepentimiento que es falso, de conveniencia. Un día le darán no sé qué grado porque dirán que es un tipo de comportamiento modélico y no pisará más el trullo. El caso es que el 21 de octubre de 2013 el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, en donde Zapatero incluyó un socialista de su confianza que, sin duda, habría ejercido de guardián de los acuerdos con nuestros asesinos, falló a favor de la etarra Inés del Río: declaraba improcedente que se le aplicara el recálculo de su estancia en prisión en base a la Doctrina Parot que, como va dicho, maneja criterios mucho más justos. «Casualmente» se vio realizado el ofrecimiento hecho a los de Ternera y demás matarifes. Con López Guerra, el citado hombre de Zapatero en Estrasburgo, un español apostando claramente con su voz y voto en contra de los intereses de España, es innegable su labor forzosamente persuasiva entre sus compañeros que, unida a la connivente inacción de Rajoy estos años, estoy convencido de que orientó ese fallo. ¿No era demasiado sencilla la decisión para los magistrados ante la evidencia de la postura del colega español y la actitud bastante pasiva del actual Gobierno de España? Rajoy, si nos atenemos solo a su etapa de presidente, tuvo dos años para moverse como Gobierno de España por Europa, para usar su mayoría absoluta, para ejercer la diplomacia judicial… Poco o nada de eso se hizo. Pero el mundo etarra y sus aliados separatistas trabajaron a fondo e hicieron abundante diplomacia y propaganda por Europa. El resumen del resumen, y más allá de los encontrados debates legales a los que hemos asistido a cuenta de este asunto, es que se hizo una promesa a la banda y se ha visto cumplida. Si se parece a un pato, anda como un pato y grazna como un pato, yo creo que es un pato. Y dados la oscuridad y el cinismo con que se ha manejado el proceso negociador es lícito, casi obligatorio, desechar casualidades.

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