Susan Sontag - Yo, etcétera
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- Libro:Yo, etcétera
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1983
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Yo, etcétera: resumen, descripción y anotación
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En ocho historias, esta singular colección de relatos escritos a lo largo de diez años explora el corazón de la vida contemporánea. Con una prosa reflexiva y telegráfica, Susan Sontag confronta al lector con textos reveladores, fruto de un intelecto apasionado, en los que discurre sobre algunos de los temas tratados en sus ensayos: la naturaleza del conocimiento, o nuestra relación con el pasado y el futuro desde un presente alienado. Publicado por primera vez en castellano en 1983, Yo, etcétera sigue siendo el único volumen que, hasta la fecha, recoge la narrativa breve de Susan Sontag.
Susan Sontag
ePub r1.0
Titivillus 19.04.16
Título original: I, etcetera
Susan Sontag, 1983
Traducción: Eduardo Goligorsky
Editor digital: Titivillus
Aporte original: Spleen
ePub base r1.2
Para ti, M.
SUSAN SONTAG (1933-2004) inició su carrera literaria en 1963, con la publicación de la novela El benefactor. Pero es a partir del reconocimiento internacional de sus ensayos reunidos en Contra la interpretación cuando se consolida como una de las principales figuras de los movimientos intelectuales de los años sesenta. Desde entonces su prestigio no ha hecho sino aumentar, tanto por sus obras como por su implicación en la denuncia de los grandes problemas sociales y políticos contemporáneos. En el 2001 recibió el Premio Jerusalén por el conjunto de su obra, y en el 2003 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio de la Paz, concedido por los libreros alemanes. A principios de 2007, se publicó su obra póstuma, Al mismo tiempo (2007), una colección de ensayos sobre cuestiones políticas, literarias, intelectuales y morales. Renacida, la primera parte de su colección de diarios, fue publicada en 2010. Susan Sontag falleció en Nueva York en 2004.
Iré a China.
Atravesaré el puente Luhu que cruza el río Sham Chun entre Hong Kong y China.
Después de pasar un tiempo en China, atravesaré el puente Luhu que cruza el río Sham Chun entre China y Hong Kong.
Cinco variables:
puente Luhu
río Sham Chun
Hong Kong
China
gorras de viser.
Contemplemos otras posibilidades.
Nunca he estado en China.
Siempre he deseado ir a China. Siempre.
¿Este viaje mitigará un anhelo?
P. (ganando tiempo): ¿El anhelo de ir a China, quieres decir?
R.: Cualquier anhelo.
Sí.
Arqueología de los anhelos.
¡Pero es toda mi vida!
No te aterrorices. «La confesión no es nada, el conocimiento lo es todo». Se trata de una cita pero no revelaré quién lo dijo.
Pistas:
— un escritor
— alguien sabio
— un austríaco (o sea, un judío vienés)
— un refugiado
— falleció en Estados Unidos en 195.
La confesión soy yo, el conocimiento son todos.
Arqueología de las concepciones.
¿Me está permitido un retruécano?
La concepción de este viaje es muy antigua.
¿Cuándo fue concebido por primera vez? Tan atrás como puede remontarse mi memoria.
— Investigar la posibilidad de que yo fuera concebida en China, aunque nací en Nueva York y me crié en otra parte (Estados Unidos).
— Escribir a M.
— ¿Telefonearle?
Relación prenatal con China: algunos alimentos, quizá. Pero no recuerdo haber oído decir a M. que le gustara realmente la comida china.
— ¿Acaso no dijo que en el banquete del general escupió en la servilleta todo el huevo centenario?
Algo que se filtró a través de las membranas vasculares, de todos modos.
La China de Myrna Loy, la China de Turandot. Las hermosas, millonarias hermanas Soong de Wellesley y Wesleyan, y sus maridos. Un paisaje de jade, teca, bambú, perro frito.
Misioneros, asesores militares extranjeros. Traficantes de pieles en el desierto de Gobi, entre ellos mi joven padre.
Las figuras chinas del primer cuarto de estar que recuerdo (nos mudamos de allí cuando tenía seis años): un desfile de rollizos elefantes de marfil y cuarzo rosado, angostos rollos de caligrafía negra sobre papel de arroz enmarcados en madera dorada, el Buda Glotón inmovilizado bajo una amplia pantalla de tensa seda rosada. El Buda Compasivo, esbelto, de porcelana blanca.
— Los expertos en historia del arte chino distinguen la porcelana de la protoporcelana.
Los colonialistas coleccionan.
Trofeos que trajimos, trofeos que dejamos atrás en homenaje al otro cuarto de estar, en la auténtica casa china, la que nunca vi. Objetos no representativos, opacos. De dudoso gusto (aunque esto sólo lo sé ahora). Querencias que me confunden. El regalo de cumpleaños: una pulsera con cinco pequeños fragmentos tubulares de jade verde y un baño de oro en cada diminuto extremo, que nunca usé.
— Colores del jade:
verde, de todas clases, principalmente verde esmeralda y verde azulado
blanco
gris
amarillo
pardusco
rojizo
otros colore.
Una certeza: China inspiró la primera mentira que recuerdo haber dicho. Al ingresar en el primer grado, conté a mis compañeros que había nacido en China. Creo que se quedaron impresionados.
Sé que no nací en China.
Las cuatro causas por las que deseo ir a China:
material
formal
eficiente
fina.
El país más antiguo del mundo: se necesitan años de arduo estudio para aprender su idioma. El país de ciencia ficción donde todos hablan con la misma voz. Maotsetunguizada.
¿De quién es la voz de la persona que desea ir a China? Es la voz de una niña. Menor de seis años.
¿Viajar a China es como viajar a la Luna? Os lo contaré cuando vuelva.
¿Ir a China es como nacer de nuevo?
Olvidad que fui concebida en China.
No sólo mi padre y mi madre sino también Richard y Pat Nixon han estado en China antes que yo. Por no hablar de Marco Polo, Matteo Ricci, los hermanos Lumière (o por lo menos uno de ellos), Teilhard de Chardin, Pearl Buck, Paul Claudel y Norman Bethune. Henry Luce nació allí. Todos sueñan con regresar.
— ¿Acaso M. se mudó de California a Hawai hace tres años para estar más cerca de China?
Después de regresar definitivamente en 1939, M. acostumbraba a decir: «En China, los niños no hablan». Pero el hecho de que me contara que, en China, eructar en la mesa es una forma cortés de manifestarse satisfecho por la comida no quería decir que yo pudiera hacerlo.
Fuera de casa, resultaba verosímil que me inventara lo de China. Sabía que mentía cuando contaba en la escuela que había nacido allí, pero dado que sólo se trataba de una pequeña parte de un bulo mucho mayor y de más envergadura, lo mío era harto disculpable. Enunciada al servicio de la mentira mayor, mi mentira se convertía en una especie de verdad. Lo importante era convencer a mis compañeros de que China existía realmente.
¿Mentí por primera vez antes o después de anunciar en la escuela que era huérfana a medias?
— Esto era verdad.
Siempre he pensado que China está en el fin del mundo.
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