Susan Sontag - Estilos radicales
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- Libro:Estilos radicales
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1969
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Los ocho ensayos incluidos en este libro son una portentosa muestra de la pluralidad filosófica de Susan Sontag, una de las intelectuales más comprometidas de nuestro tiempo. Ya se trate de sus consideraciones acerca de la pornografía, de su análisis sobre el cine o el arte contemporáneo, de su creativa lectura de Cioran, o de su valiente visión del propio yo a través del prisma del viaje a un Vietnam en guerra, estas pequeñas joyas ensayísticas, siempre vivas y actuales, son un perfecto ejemplo de su estilo personal y de su voluntad independiente.
Susan Sontag
ePub r1.0
Titivillus 19.04.16
Título original: Styles of Radical Will
Susan Sontag, 1969
Traducción: Eduardo Goligorsky
Editor digital: Titivillus
Aporte original: Spleen
ePub base r1.2
Para Joseph Chaikin
SUSAN SONTAG (1933-2004) inició su carrera literaria en 1963, con la publicación de la novela El benefactor. Pero es a partir del reconocimiento internacional de sus ensayos reunidos en Contra la interpretación cuando se consolida como una de las principales figuras de los movimientos intelectuales de los años sesenta. Desde entonces su prestigio no ha hecho sino aumentar, tanto por sus obras como por su implicación en la denuncia de los grandes problemas sociales y políticos contemporáneos. En el 2001 recibió el Premio Jerusalén por el conjunto de su obra, y en el 2003 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio de la Paz, concedido por los libreros alemanes. A principios de 2007, se publicó su obra póstuma, Al mismo tiempo (2007), una colección de ensayos sobre cuestiones políticas, literarias, intelectuales y morales. Renacida, la primera parte de su colección de diarios, fue publicada en 2010. Susan Sontag falleció en Nueva York en 2004.
[*] Esto está muy claro en el caso de los libros de Genet, que relatan las experiencias sexuales en forma explícita, pero no son excitantes para la mayoría de los lectores. Lo que el lector sabe (y Genet lo ha contado muchas veces) es que el mismo Genet se excitaba sexualmente al escribir Milagro de la rosa, Santa María de las flores, etcétera. El lector establece un contacto intenso y turbador con la excitación erótica de Genet, que es la energía que impulsa estas narraciones tachonadas de metáforas. Pero, al mismo tiempo, la excitación del autor excluye la del lector. Genet tenía razón cuando afirmaba que sus libros no eran pornográficos.
[*] Lamentablemente, la única traducción disponible en inglés de lo que pretende ser Madame Edwarda, la incluida en The Olympia Reader, pp. 662-672, que Grove Press publicó en 1965, sólo reproduce la mitad de la obra. Únicamente se ha traducido el relato. Pero Madame Edwarda no es un relato engrosado con un prólogo del mismo Bataille. Es un invento en dos partes —ensayo y relato— y una parte es casi ininteligible sin la otra.
[*] También publicó un ensayo sobre Maquiavelo y otro sobre Saint John Perse, que aún no han sido incluidos en ninguna colección.
[*] Por ejemplo, Richard Corliss, en el Film Quarterly del verano de 1967: «Alma comprende poco a poco que no es más que otro de los “apoyos” de Elizabeth». Es cierto, en el sentido de que, después de leer una carta que Elizabeth le escribe a la psiquiatra, Alma alimenta esta amarga idea sobre las intenciones de Elizabeth. Es falso, empero, en el sentido de que el espectador carece de pruebas para llegar a conclusiones categóricas acerca de lo que realmente sucede. Sin embargo, esto es precisamente lo que da por supuesto Corliss, para luego poder formular un aserto sobre Elizabeth que no tiene asidero en nada de lo que se dice o muestra en la película. «La actriz había alumbrado una criatura para que la ayudara a “vivir el papel” de madre, pero se sintió indignada cuando el niño se empeñó en seguir vivo después de completar la representación. Ahora desea deshacerse de Alma como si fuera un libreto viejo».
En su comentario negativo sobre la película que apareció en la Hudson Review del verano de 1967, Vernon Young también pone a Elizabeth como modelo de las energías parasitarias e inescrupulosas del artista. Tanto Corliss como Young destacan que Elizabeth comparte el mismo apellido, Vogler, con el mago-artista de The Magician.
[*] Que es lo que la mayoría de los críticos han hecho con esta escena: suponer que se trata de un hecho real e insertarla en la «acción» de la película. Richard Corliss despacha así la cuestión, sin una pizca de incertidumbre: «Cuando las visita el marido ciego de Elizabeth, confunde a Alma con su esposa [y] hacen el amor». Pero la única prueba de que el marido es ciego consiste en que el hombre que vemos usa gafas de sol…, a lo cual se suma el deseo del crítico de encontrar una explicación «realista» para acontecimientos tan poco plausibles.
[*] En su excelente libro Godard (Doubleday and Co., Nueva York, 1968), el primer estudio exhaustivo sobre Godard publicado en inglés.
[*] En términos históricos, parecería que el cine ha influido mucho más sobre la literatura moderna que esta sobre aquel. Pero el asunto de las influencias es complejo. Por ejemplo, la directora checa Vera Chitilova ha dicho que las narraciones alternadas de Las palmeras salvajes le sirvieron de modelo para el díptico de su brillante primer largometraje Sobre mujeres diferentes. Pero también se podría aducir con fundamento que las técnicas cinematográficas ejercieron una poderosa influencia sobre los métodos maduros de construcción narrativa de Faulkner. Hubo un momento en que Godard, inspirado por el mismo libro de Faulkner, quiso que las dos películas que rodó en el verano de 1966, Made in U. S. A. y Dos o tres cosas, se proyectaran juntas, alternando un rollo de una con un rollo de la otra.
[*] Lo que produce el auténtico cambio revolucionario es la experimentación compartida de sentimientos revolucionarios, no la retórica, ni el descubrimiento de la injusticia social, ni siquiera el análisis inteligente, ni tampoco ninguna acción considerada en sí misma. En realidad, se pueden malograr «oralmente» las revoluciones, mediante una desproporción entre la conciencia y la verbalización, por un lado, y la magnitud de la voluntad práctica, por otro. (Esto explica el fracaso de la reciente revolución en Francia. Los estudiantes franceses hablaban —y lo hacían maravillosamente, por añadidura— en lugar de reorganizar la administración de las universidades conquistadas. La escenificación de las demostraciones callejeras y los enfrentamientos con la policía estaba concebida como un acto retórico o simbólico, más que práctico: también era una forma de hablar).
En nuestra sociedad, «idealista» tiende a significar «desorganizado»; «militante» propende a querer decir sólo «emocional». La mayoría de los europeos y estadounidenses que denuncian a voz en cuello la sociedad donde viven están profundamente confusos y desprovistos de ideas no sólo acerca de lo que preferirían en cambio, sino respecto de cualquier plan para la conquista del poder, con miras a efectuar el cambio radical. En los países capitalistas de Occidente, la revolución parece, con demasiada frecuencia, una actividad expresamente pensada para que no triunfe nunca. Para muchas personas, es una actividad asocial, una forma de acción destinada a afirmar la individualidad contra el cuerpo político. Es la actividad ritual de los marginales, más que del pueblo unido a su país por un vínculo apasionado.
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