Quinto Aurelio Símaco - Cartas Libros VI-X

Para los libros VI-VIII de las Cartas hemos empleado la edición más reciente, la de J. P. Callu, Symmaque. Lettres. Tome III (Livres VI-VIII), París, 1995. No obstante, en cuanto a los encabezamientos de las cartas (donde no está generalizado el nombre del autor) y a la presencia o ausencia de despedida (uale, ualete), hemos preferido seguir la tradición manuscrita de acuerdo con O. Seeck (Q. Aurelii Symmachi quae supersunt, Berlín, 1984 [=1883]). Además hemos optado en VI 45, 1 por la forma manuscrita iactatum frente a la conjetura de Scioppius aceptada por Callu, iactatam.

Cuando este volumen se hallaba próximo a su impresión, apareció la edición crítica de J. P. Callu correspondiente a los libros IX-X (Symmaque. Lettres. Tome IV. Livres IX-X, París, 2002). La buena disposición de la editorial ha permitido incorporar las novedades de la nueva versión. No obstante se han mantenido de la edición de Seeck las lagunas en IX 11, 1; 13, 1; también tuo †cedatur de IX 50, 1.

QUINTO AURELIO SÍMACO (h. 340-h. 402 d. C.) fue, además de prefecto de Roma durante un año, un destacado orador y prosista. Perteneció a una de las más distinguidas familias senatoriales romanas, que poseía grandes territorios en África, Numidia, Sicilia y el sur de Italia. Se puso dos veces del bando de un emperador usurpador: Máximo en el 383 y Eugenio en el 392-4. En ambas ocasiones logró congraciarse con Teodosio después de la derrota y muerte del adversario (Teodosio necesitaba su apoyo, pues era una de las cabezas visibles de la clase senatorial). Símaco era pagano, y es una ironía de la historia que fuera él quien recomendara a san Agustín para el puesto de profesor de retórica en Milán.

Título original: Epistulae

Quinto Aurelio Símaco, 0402

Traducción: José Antonio Valdés Gallego

Diseño de cubierta: Piolin

Editor digital: Titivillus

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A Paladio (desde 381)

Si el recuerdo de nuestra vieja amistad se mantiene y no ha sido atenuado por olvido alguno, creo que recibirás con agrado mi carta, que he enviado por mi fe en el afecto mutuo, y he de restituirte mucha gratitud si la reciprocidad responde a mis muestras de consideración. Ahora quiero rogarte en favor de mi amigo Benedicto que del mismo modo que el aire del cielo y la luz del día son comunes a todos los que hemos sido puestos y establecidos en esta vida, así también los votos y la suerte de todos experimenten la clemencia de nuestro grandísimo príncipe. Que te vaya bien.

A Jámblico (después de 380)

La mayoría ama adquirir cosas preciosas en cualquier país: a mí me agrada poseer la amistad de varones apasionados por la sabiduría; que tú eres una eminencia entre ellos lo atestiguan hace ya tiempo los entendidos, singularmente nuestro íntimo Eudoxio, reconocido por todos como juez diligente de lo bueno, quien después de haber tanteado desde más cerca tus virtudes, ha aprendido a alabar igualmente a los demás que tienden a la integridad y estima en ellos su deseo de sabiduría y de vida, y en ti la perfección en ellas. En consecuencia, invitado por la unanimidad de tu fama y por la fiabilidad de unos testigos inmejorables, tiendo mi diestra a tu amistad y al mismo tiempo deseo que la carta que me remitas declare la conformidad de tu voluntad y el logro de un afecto mutuo entre nosotros. Que te vaya bien.

A Zenodoro (398-401)

He de reiterar, no iniciar, la recomendación de Euscio ante ti, pues cuando te encontrabas en Roma, como habías sido incitado por mi ruego a apoyarlo, tomaste de buen grado a tu cargo la causa de la benevolencia. Así pues, es el momento de que ayudes a mis intereses en la persona de Euscio, cuya prudencia asistirá de tal modo a nuestros asuntos que no menoscabará nada el buen nombre del gobernador. Que te vaya bien.

A Dionisio

Hace ya tiempo que te recomienda ante mí la fama de tus principios y de tu habilidad médica, así que por exhortarme a ello ambos méritos, tiendo la mano a tu amistad y por iniciativa propia te invito a confiar en nuestra intimidad. Por otra parte, te dará una prueba que no es débil de mi estimación el hecho de que se recurra a ti como preceptor de estos a quienes hemos enviado para que sean instruidos en el arte de la medicina. Págame pues a cambio la prenda de la buena voluntad mutua y acoge para enseñarles a curar a los que Euscio te entrega y nosotros confiamos a tu lealtad e integridad. Que te vaya bien.

A Auxencio

Incremento con el don de un escrito las relaciones amistosas que se habían iniciado entre nosotros cuando te encontrabas en Roma, para que la garantía de la muestra de consideración que he ofrecido a quien está ausente te certifique mi disposición de ánimo. Tu afecto hacia nosotros nos lo atestiguará en privado la reciprocidad de tus cartas y en público tu atención por Euscio en el foro. Que te vaya bien.

*** (sobre 398-401)

Los administradores de los ausentes, a quienes se confian unos bienes que se hallan muy alejados, viven como si estuvieran libres de las leyes, porque a los establecidos lejos no los asalta ningún terror a los amos. En consecuencia es preciso el vigor de la justicia para que paguen lo registrado en sus contratos de arrendamiento. Por lo cual te ruego que te dignes apoyar lo que te sugiera mi secretario, a quien he encomendado realizar algunos trámites para el ejercicio de la pretura y arrancar la deuda a los siervos sujetos a dependencia, y que no rechaces acoger bajo tu cuidado la suerte de lo que me inquieta. Que te vaya bien.

A Carterio

Por mi hijo Auxencio he asumido en mi persona la conciencia de un padre, las evoluciones de un aspirante, el crédito de un testigo, así que si ante ti tiene algún peso la influencia de valores tan grandes, te ruego que acojas en tu familia a un joven adornado con todos los bienes de la vida y todos los dones de la Fortuna. Te prometo que seré su fiador para todo lo que suele apreciar la inquietud de unos padres. Aunque sé que los futuros yernos son estimados por su carácter, no obstante, por detrás de los ornamentos naturales, también la hacienda redunda en el ennoblecimiento de éste. Podría hablar más copiosamente de él, pero la verdad no quiere ayudarse con palabras. Por lo cual, si te parece que no soy insignificante como fiador, sopesa al hombre a partir de mi testimonio y dígnate prometer el matrimonio con tu hija a una persona que cuento de buena gana entre las prendas de mi afecto. Cuando estos votos hayan salido adelante, quisiera que creyeras que tú, a quien se ruega, no sentirás más gratitud hacia mi intervención que aquel a quien recomiendo. Que te vaya bien.

A Pompeyano (400)

No puedes reprocharme mi prolongado silencio, porque has sabido que he estado hasta ahora en la corte sacra. Nada más regresar de allí me ocupo de honrarte con un saludo. Tu reciprocidad atestiguará que has recibido con agrado mi página. Entretanto te recomiendo a quien te entrega mi escrito. Sin duda será provechoso para mí que dispenses algún apoyo a lo que él te sugiera. Que te vaya bien.