Rick Atkinson - Un ejército al amanecer
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- Libro:Un ejército al amanecer
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2002
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Un ejército al amanecer: resumen, descripción y anotación
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Quizá el hecho de haber nacido (1952) en el Múnich ocupado y haber crecido en la Austria ocupada como hijo de un miembro del ejército estadounidense explique mi amplia fascinación por la Segunda Guerra Mundial: ¿cómo y por qué nos hallábamos en la Europa central?
Mi pasión se encendió a mediados de la década de 1990 cuando, como corresponsal del Washington Post en Berlín, cubrí una serie de celebraciones a propósito de varias efemérides, como la conmemoración del desembarco de Normandía o la rendición final de Alemania. Paseando por los campos de batalla de Anzio y Arnhem, Salerno y Bulge, y escuchando a los veteranos de guerra se me hicieron evidentes dos realidades: la Segunda Guerra Mundial era la mayor historia del siglo XX, y, como todas las grandes historias, resultaba insondable. Había mucho más material para escribir; siempre habría más. Los ejércitos que liberaron Europa en 1944 y 1945, como todos los hombres que formaron sus tropas, llevaban consigo su propia historia, y no es posible comprender cabalmente la victoria de mayo de 1945 sin entender las primeras campañas en África e Italia. De aquí mi «trilogía de la liberación».
Todo autor del siglo XXI que escriba sobre la Segunda Guerra Mundial asume una deuda incalculable con sus predecesores del siglo XX. Expresaré aquí mi agradecimiento hacia ellos. Entre los cientos de volúmenes consultados para elaborar esta obra, debo un reconocimiento especial a la colección de catorce tomos U. S. Army in World War II, la historia oficial conocida informalmente como «Serie Verde». También me he aprovechado de la británica History of the Second World War, así como de innumerables historias de regimientos y divisiones, memorias personales, análisis históricos y estudios eruditos. Ese extenso compendio añade ahora un libro más a la lista.
Haciendo caso omiso de la condena del territorio como lugar denotador, viajé a Tunicia en septiembre de 1996 y en abril de 2000, a Marruecos también en abril de 2000 y a El Alamein en mayo de 1996. Para familiarizarme todavía más con el contexto visité Volgogrado (el antiguo Stalingrado), Moscú, las colinas de Seelow al este de Berlín y otros campos de batalla de Italia, Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos entre 1994 y 2001.También entrevisté a muchos veteranos. Pero el núcleo de esta narración se basa en fuentes primarias, contemporáneas a los hechos —diarios, cartas, grabaciones oficiales o extraoficiales, informes inmediatamente posteriores a la acción, memorias inéditas, mapas originales— un sorprendente número de las cuales no había sido utilizado con anterioridad en monografías sobre la guerra. Por su ayuda, profesional y paciente, en el rastreo de estos miles de documentos estoy profundamente agradecido a un centenar, si no más, de historiadores y archiveros.
En los Archivos Nacionales de College Park, Maryland, agradezco la ayuda del archivero John W. Carlin, así como de Mihael J. Kurtz, Richard Boulan, Timothy Mulligan y especialmente Timothy K. Nenninger, quien también es presidente de la Society for Military History. Como jefe de grabaciones militares modernas, Tim ha sido un extraordinario guía en los bosques profundos de los archivos federales. También fue lo suficientemente amable como para leer las galeradas y ofrecer consejo. Sin él, éste sería un libro menor.
El Instituto de Historia Militar del Ejército de Estados Unidos en Carlisle Barracks, Pennsylvania, es un tesoro nacional de un valor incalculable y en mis diecisiete visitas allí desde 1998 he acumulado una gran deuda con su director, recientemente jubilado, el teniente coronel Edwin M. Perry , y con John Slonaker, Dennis J. Vetock, Richard J. Sommers, Louise Arnold-Friend, Nancy Baylor, Pamela Cheney, James T. Baughman, Richard L. Baker , Stanley Lanque, Randy Hackenburg, y especialmente con el primer archivero, David A. Keough.
El Centro del Ejército de Estados Unidos de Historia Militar también ha sido un pozo de documentos, fotografías y pericia. Gracias al general de brigada John Sloan Brown, encargado de historia militar, y al primer historiador, Jeffrey J. Clarke, quien generosamente también leyó las galeradas de esta obra. Asimismo, estoy agradecido a Robert K. Wright Jr., a Mary L. Haynes , a Jim Knight, a R. Cody Phillips, a Charles Hendricks, y a Geraldine K. Harcarik.
Thomas J. Mann, de la sala de lectura de la Biblioteca del Congreso, y Frederick Bauman Jr., de la división de manuscritos, fueron ambos de gran ayuda.
En el Centro de Investigación Robert McCormick del Museo de la 1.a división, en Cantigny, Illinois, uno de los mejores archivos del mundo, me fue de gran ayuda John Votaw, director ejecutivo de la Fundación Cantigny de la 1.a división, Andrew E. Woods y Eric Gillespie, así como el apoyo prestado por la Fundación Tribune McCormick.
En el museo Iowa Gold Star de Fort Dodge, con gran cantidad de grabaciones únicas de la 34.a división de infantería, quiero expresar mi agradecimiento a su director, Jerry L. Gorden , al secretario-tesorero de la Asociación de la 34.a división de infantería, Richard A. Moss, y al conservador Mike Vogt.
De la Biblioteca de West Point Library, debo mencionar al director de colecciones especiales, Alan Aimone, a la directora asociada Suzanne Christoff, y a la encargada de manuscritos Susan Lintelman.
Agradezco la ayuda prestada por el Instituto de la Guerra del Ejército de Estados Unidos en Carlisle Barracks, Pennsylvania, y especialmente por su antiguo director, el General de División Robert H. Scales Jr., por su antiguo decano, el coronel Jeffrey D. McCausland, así como por los profesores Samuel J. Newland, Adolf Carlson, J. Boone Bartholomees Jr., y Barrie E. Zais.
También me prestaron gran ayuda Mickey Russel, historiador de la Agencia de Investigación Histórica de la Fuerza Aérea en la base de Maxwell, Alabama, y Sue Goodman, responsable de consultas de la Biblioteca de la Universidad del Aire.
En el Centro de Historia Naval de Washington estoy en deuda con Kathy Lloyd y Michael Walker, de la sección de archivos de operaciones, y con Glenn Helm, de la Biblioteca del Departamento Naval. De forma parecida, en el Instituto Naval de Estados Unidos en Annapolis, Maryland, debo mencionar al director de historia oral, Paul Stillwell, al editor Thomas F. Marfiak y a Ann Hassinger.
Agradezco igualmente la ayuda prestada por el director del Instituto de Estudios de Combate en Fort Leavenworth, Kansas, el coronel Lawyn C. Edwards , así como al teniente coronel Steven Clay y el personal de la Biblioteca de Investigación en Armas Combinadas.
La Biblioteca de Investigación de la Fundación George C. Marshall en Lexington, Virginia, es otro tesoro nacional. Gracias a Thomas E. Camden, el antiguo director del museo y la biblioteca, al archivero Aaron Haberman y al presidente de la Fundación, Albert J. Beveridge III.
También he contraído una deuda con Jane Yates, archivero del Archivo y Museo Citadel en Carolina del Sur, con Rebecca A. Ratcliff, historiadora residente en la Agencia de Seguridad Nacional en Fort Meade, Maryland, con Boyd L. Dastrup , historiador en jefe de la Escuela de Artillería de Tierra del Ejército de Estados Unidos en Fort Sill, Oklahoma, con William F. Atwater, director del Museo de Armamento del Ejército de Estados Unidos, y con Peter S. Kindswatter, historiador en jefe en el Centro y Escuela de Armamento del Ejército de Estados Unidos en Aberdeen Proving Ground, Maryland, con Van Roberts, de la Biblioteca de la Escuela del Ejército de Estados Unidos de Infantería en Fort Benning, Georgia, con Martin K. Gordon, del departamento de historia del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos en Fort Belvoir, Virginia, con Robert S. Cameron, del Centro de Blindados del Ejército de Estados Unidos en Fort Knox, Kentucky, y con Claude Watkins de la asociación Antiguos Prisioneros de Guerra Americanos.
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