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Rafael Lahoz-Beltra - Turing. La computación

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Rafael Lahoz-Beltra Turing. La computación

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RAFAEL LAHOZ-BELTRA es profesor de matemática aplicada en la Universidad - photo 1

RAFAEL LAHOZ-BELTRA es profesor de matemática aplicada en la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de diversos libros de divulgación sobre la intersección entre biología e informática y entre aquella y la matemática, y en especial acerca de la labor de Alan Turing en este ámbito.

CAPÍTULO 1

¿Qué es un ordenador?

Ya en el siglo XVII Blaise Pascal y Gottfried Leibniz inventaron máquinas con las que se podían realizar operaciones aritméticas elementales. Sin embargo, el propio Leibniz albergaba otro sueño, crear una máquina que fuera capaz de razonar. Hubo que esperar hasta el siglo XX para que Alan Turing desarrollara los conceptos teóricos que permitieron la construcción de los primeros ordenadores.

El 23 de junio de 1912 nacía en Londres Alan Mathison Turing. Hasta un año antes sus padres, Julius Mathison Turing y Ethel Sara Stoney, residían en Chatrapur, India, ciudad en la que por aquel entonces su padre era empleado del Indian Civil Service. Tras ser concebido, Julius y su esposa pensaron que sería mejor que su futuro hijo naciera en el Reino Unido, así que viajaron a Londres para que Sara diera a luz a Alan, el segundo y último hijo del matrimonio Turing. Después del nacimiento de Alan, su padre consideró que la India podría ser un lugar peligroso para vivir, así que dejó instalada a su familia en Inglaterra mientras él se dedicaba a desempeñar su labor de funcionario en Chatrapur, y realizaba varios viajes de ida y vuelta entre la India y el Reino Unido. Tras cumplir Alan el primer año, Sara viajó también a la India para reunirse con su marido, dejando a sus dos hijos al cuidado de un matrimonio de confianza. En esa época sus padres viajaron en numerosas ocasiones entre Guildford, a las afueras de Londres, y la colonia británica.

Los padres de Turing pertenecían a la clase media-alta de una sociedad que aún conservaba las costumbres y los valores educativos tradicionales del Imperio británico, algo muy alejado de la personalidad de Alan y contra lo cual chocaría a la postre. Tanto su familia paterna como la materna carecían de tradición científica o académica. El único Turing que adquirió cierta fama, Harvey Doria Turing, hermano de Julius, lo hizo gracias a su habilidad en la pesca con mosca. Sin embargo, pese a la ausencia de tradición intelectual en su familia, Alan manifestó ser una mente muy despierta a una temprana edad. Se cuenta que desde pequeño manifestó un gran interés por los números, las letras y los rompecabezas, y, por ejemplo, mientras paseaba se paraba ante las farolas para observar detenidamente su número de serie. También se cuenta que, a la edad de siete años, en una merienda en Ullapool, ciudad situada en el norte de Escocia, el jovencito Alan pensó que la mejor manera de recolectar miel era dibujar el trayecto que realizaban las abejas para obtener así el punto de intersección de los recorridos, dado que ese lugar marcaría precisamente dónde se encontraba el panal. En otra ocasión se percató de que la cadena de su bicicleta se salía tras un número determinado de vueltas del plato y los piñones; al parecer le atraía más la idea de resolver un problema que comprar una nueva cadena, opción que hubiera preferido cualquier niño de su edad.

Desde su niñez, Alan Turing mostró pasión por la ciencia, de la que daría signos durante sus años de escolarización. A la edad de seis años, su madre lo matriculó en St. Michael’s, un colegio público en el que daban especial importancia a la enseñanza del latín. Allí comenzaría su formación dentro del sistema educativo inglés, con el que tendría sus más y sus menos a lo largo del tiempo, pues si bien es verdad que es la fuente de la que bebió y que a la postre lo conformó intelectualmente, también es cierto que, dada su personalidad, entró en conflicto con él por sus valores especialmente clasistas, que se sustentaban fundamentalmente sobre dos pilares: la Iglesia anglicana y el Imperio británico. Ese ambiente inculcó en Alan uno de sus rasgos característicos: su respeto hacia las normas. Una anécdota ilustra bien este aspecto de su personalidad: un día que su madre le estaba leyendo The pilgrim’s progress (El progreso del peregrino; 1678), una de las novelas clásicas de la literatura inglesa escrita por John Bunyan (1628-1688), se saltó una parte porque pensó que era pesada y aburrida por su contenido religioso para un niño, y entonces Alan le hizo ver a su madre que la parte que se había saltado era esencial y sin su lectura la historia que le estaba leyendo carecía de sentido.

Concluida la etapa en el St. Michael’s, siguió la misma trayectoria que su hermano mayor, John. Primero ingresó en el centro Hazelhurst, y a continuación fue inscrito en su primer colegio privado, el Marlborough. Por aquella época, como otros muchos niños, Alan realizó experimentos elementales de química y se interesó por la lectura de un libro muy popular en la época, titulado Natural wonders every child should know (Maravillas de la naturaleza que todo niño debería conocer), de Edwin Tenney Brewster (1866-1960). Este libro fue sin duda de gran importancia para él, ya que le abrió los ojos al modo en el que el científico interroga y explica la naturaleza, además de que fue la primera vez que el joven Turing leía algo relacionado con la biología en cuya explicación se utilizaba la idea de «máquina»: la obra enunciaba que el cuerpo humano era una «compleja máquina» cuya principal misión era el mantenimiento de la vida.

«La idea detrás de los computadores digitales puede explicarse diciendo que estas máquinas están destinadas a llevar a cabo cualquier operación que pueda ser realizada por un equipo humano».

—ALAN TURING, «MAQUINARIA DE COMPUTACIÓN E INTELIGENCIA».

Las matemáticas, la química y curiosamente el estudio del francés llamaron sin duda su atención. Su madre lo inscribió en el Hazelhurst Preparatory School, donde pese a ser un buen estudiante, no destacó en demasía, más bien fue un alumno discreto dentro de la media general. Más adelante, ya en el Marlborough School, su madre tuvo que sacarlo del centro, al parecer por haber padecido algún episodio de acoso escolar. Al contrario de lo que esta circunstancia pudiera hacer pensar, Turing gozaba ya entonces de una complexión atlética que conservaría a lo largo de toda su vida. En la Inglaterra de la época las cualidades atléticas eran un factor no menor en una experiencia académica completa, lo cual, unido a los destellos de inteligencia superior de Turing, parecían apuntar al éxito académico. Su madre, no obstante, llegó a dudar de las capacidades de su hijo para recorrer sin problemas el exigente sistema educativo privado inglés. Que su hijo fuera aceptado en una escuela privada de prestigio fue para ella una verdadera obsesión, ya que ello representaba un distintivo de la clase social a la que la familia pertenecía. Finalmente, en 1926, y pese a los temores matemos, Alan aprobó con éxito el examen de ingreso a la escuela privada, conocido en inglés como Common Entrance Examination, siendo aceptado por fin en el Sherborne School.

Los años de formación en dicho centro fueron decisivos para consolidar su personalidad. Allí mostró una especial inclinación por resolver los problemas que él mismo se planteaba, y no tanto por los temas tratados por sus profesores. Como suele ser habitual, también en la actualidad, el sistema de enseñanza de la época resultaba poco estimulante para los alumnos más brillantes. Alan ganó premios escolares en matemáticas, leyó la teoría de la relatividad de Einstein y se documentó sobre mecánica cuántica gracias al célebre libro de Arthur Eddington (1882-1944) titulado The nature of the physical world (La naturaleza del mundo físico; 1928). Era tan singular su personalidad que en cierta ocasión el director de la escuela dijo de él:

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