B. Jack Copeland - Alan Turing
Aquí puedes leer online B. Jack Copeland - Alan Turing texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:Alan Turing
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2012
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Alan Turing: resumen, descripción y anotación
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¿Quién fue Turing, y cuáles fueron sus logros durante sus 41 años de vida? Hoy es mejor conocido como el genio que descifraba las comunicaciones secretas de los alemanes durante la segunda guerra mundial. Fue también el padre de la informática moderna: cada vez que hacemos clic para abrir un archivo, estamos poniendo en práctica sus ideas y sus visiones. Pero fue también un hombre que se preguntaba si a los ordenadores les podrían gustar las fresas con nata, o si serían capaces de componer música. Un genio introvertido, de curioso aspecto y sentido del humor infantil, que sufrió una humillante condena por ser homosexual y acabó su vida envenenado con arsénico (¿se suicidó Alan Turing? ¿Lo asesinaron? El autor tiene sus teorías, y alguna información de primera mano, sobre este tema controvertido). Una obra imprescindible para geeks informáticos, interesados en la tecnología y en la historia de las guerras mundiales.
B. Jack Copeland
Pionero de la era de la información
ePub r1.3
Un_Tal_Lucas 01.09.16
Título original: Turing. Pioneer of the Information Age
B. Jack Copeland, 2012
Traducción: Cristina Núñez Pereira
Diseño de cubierta: Enric Jardí
Editor digital: Un_Tal_Lucas
Corrección de erratas: alai, stjx30
ePub base r1.2
Este libro está dedicado a todos los amigos de Turing y a Robin Gandy, Jack Good, Peter Hilton y Donald Michie.
Debo mi agradecimiento a Ralph Erskine, Andre Haeff, Brett Mann, Diane Proudfoot, Bernard Richards, Martin Sage, Oron Shagrir, Edward Simpson y Eric Steinhart por sus útiles comentarios a partes del manuscrito. Deseo darle las gracias especialmente a Latha Menon por su apoyo constante, sus buenos consejos y su paciencia.
BRIAN JACK COPELAND (nacido en 1950) es profesor de Filosofía en la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda, donde es director del Archivo de Turing para la Historia de la Computación. También es Profesor Honorario de Filosofía en la Universidad de Queensland, Australia. Ha escrito libros sobre vida y obra de Alan Turing y ha publicado más de 100 artículos sobre la filosofía y la historia de la informática, y la lógica matemática y filosófica.
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¿Tres palabras que resuman a Alan Turing? Humor: tenía un sentido del humor travieso, irreverente y contagioso. Valor. Aislamiento: le encantaba trabajar solo. Al leer sus trabajos científicos, casi da la sensación de que el resto del mundo —la atareada comunidad de mentes humanas que, desde otros lugares, trabajan en los mismos problemas o en otros relacionados— sencillamente no existía. Turing estaba decidido a hacerlo a su manera.
¿Otras tres? Patriota. Original: era original sin concesiones, y no le importaba mucho lo que los demás pensaran de sus inusitados métodos. Genial. No obstante, la magnífica mente de Turing estaba amueblada con austeridad. Era espartano en todo, en el interior y en el exterior, y no tenía tiempo para decorados vistosos, accesorios delicados, adornos superfluos o palabras innecesarias. A él lo que le importaba era la verdad. Todo lo demás era pura fruslería. Acertaba allí donde una mente mejor amueblada, más locuaz y más elaborada habría fallado. Alan Turing cambió el mundo.
¿Cómo habría sido conocerlo? Era tirando a alto (un metro y setenta y siete centímetros) y de constitución ancha. «Ah… Ah… Ah… Ah…». Lo hacía en voz alta.
Figura 1. Turing a los dieciséis años.
Crédito: Sherborne School.
En caso de que cruzaras la habitación para hablar con él, probablemente te toparías con que era cohibido y bastante reservado. Sin duda resultaba afectado, pero su reserva no era altanería. Era un hombre tímido, de pocas palabras. Las charlas triviales de cortesía no le salían con facilidad. Si tenías suerte, podía sonreír de forma encantadora, hacer parpadear sus ojos azules y soltar alguna extravagancia que te hiciera reír. Si la conversación seguía su curso, probablemente pensarías que era divertido y vivaz. Podía preguntarte, con su voz algo atiplada, si creías posible que a un ordenador llegaran a gustarle las fresas con nata o si podría conseguir que te enamorases de él. O te preguntaría si sabrías decirle por qué una cara se refleja en un espejo de izquierda a derecha, pero no de arriba abajo.
Una vez que llegabas a conocerlo, Turing era divertido: alegre, animado, estimulante, chistoso…; rebosaba entusiasmo infantil. Su risa estridente, semejante a un graznido, resonaba escandalosamente. Pero también era un solitario. «Turing estaba siempre solo —decía el criptoanalista Jerry Roberts—. No parecía hablar mucho con la gente, aunque con su propio círculo era bastante sociable». Como cualquiera, Turing ansiaba afecto y compañía, pero jamás pareció encajar bien en ningún lado. Con todo, más allá del exterior irreverente, cascarrabias y hosco, había una inocencia candorosa, así como humildad y sensibilidad.
Turing murió con tan solo cuarenta y un años. Sus ideas, sin embargo, han continuado vivas y, con el cambio de milenio, Time Magazine lo incluyó en la lista de las cien mentes más brillantes del siglo XX, junto con los hermanos Wright, Albert Einstein, los investigadores que desentrañaron el ADN —Crick y Watson—, y el que descubrió la penicilina, Alexander Fleming. Los logros que Turing alcanzó durante su corta vida fueron incontables. Aunque es más conocido por ser el hombre que descifró algunos de los códigos alemanes más secretos durante la Segunda Guerra Mundial, Turing también fue el padre del ordenador moderno. Hoy, todo aquel que hace clic, pulsa o toca para abrir algo está familiarizado con el impacto de sus ideas. A Turing le debemos la brillante innovación de las aplicaciones de almacenamiento y todos los demás programas que son necesarios para que los ordenadores ejecuten nuestras órdenes y que están dentro de la memoria del ordenador listos para que los abramos cuando queramos. Damos por sentado que usamos un mismo hardware para hacer compras, gestionar nuestras finanzas, escribir nuestras memorias, reproducir nuestra música y nuestros vídeos favoritos y enviar mensajes instantáneos al otro lado de la calle o del mundo. Como muchas grandes ideas, esta nos parece hoy tan obvia como la rueda y el arco, pero con este sencillo invento —el ordenador universal de programa almacenado— Turing nos cambió la vida. Su máquina universal prendió como la pólvora: actualmente, las ventas de ordenadores rondan el millón diario. En menos de cuatro décadas, las ideas de Turing nos han trasladado de una época en la que «computador» era el término que se utilizaba para un empleado que hacía sumas en la trastienda de una compañía de seguros o de un laboratorio científico a un mundo en el que mucha gente joven no ha conocido la vida sin internet.
Pero una biografía debería comenzar por el principio. Alan Turing nació hace poco más de un siglo, el 23 de junio de 1912, aproximadamente a un kilómetro de la estación londinense de Paddington, en el número 2 de Warrington Crescent. Su madre, Sara Stoney, provenía de una familia de ingenieros y científicos y cursó estudios en la escuela femenina de Cheltenham y en la Sorbona de París.
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