Michel Houellebecq - El mundo como supermercado
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- Libro:El mundo como supermercado
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1998
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El mundo como supermercado: resumen, descripción y anotación
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En su presentación a este libro, Michel Houellebecq, el autor de las más vitriólicas novelas sobre la sociedad contemporánea, afirma: «Las “reflexiones teóricas” me parecen un material narrativo tan bueno como cualquier otro, y mejor que muchos. Lo mismo que las discusiones, las entrevistas, los debates… Y es más evidente todavía con la crítica literaria, artística o musical. En el fondo, todo debería poder transformarse en un libro único, que uno escribiría hasta poco antes de su muerte; esa manera de vivir me parece razonable, feliz, y quizás hasta posible de llevar más o menos a la práctica».
Y en este fragmento de su «libro único», Houellebecq pasea su feroz mirada. Ataca al «repugnante realismo poético» de Prévert; realiza un apasionado elogio del cine mudo, «un arte cuyo objeto era el estudio del movimiento»; considera la poesía no sólo como otro lenguaje, sino como «otra mirada»; en el sexo no se busca el placer, afirma, sino la gratificación narcisista.
Michel Houellebecq
ePub r1.3
Titivillus 13.08.15
Título original: Interventions
Michel Houellebecq, 1998
Traducción: Encarna Castejón
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
MICHEL HOUELLEBECQ (1958), es poeta, ensayista y novelista. «Ampliación del campo de batalla» (1994) ganó el Prix Flore de primera novela y fue muy bien recibida por la crítica española. En mayo de 1998 recibió el Prix National des Lettres, otorgado por el Ministerio de Cultura. Su segunda novela, «Las partículas elementales» (Prix Novembre, Premio de los lectores de Les Inrockuptibles y mejor libro del año según la redacción de Lire), fue muy celebrada y polémica, así como «Plataforma», última entrega de su imprescindible tríptico de la condición humana de nuestro tiempo.
[1]La lutte des clases en France.
[2] El Espejismo. (N. de la T.)
[3] Prestigiosa editorial francesa que ha publicado a autores como Samuel Beckett o Georges Bataille. (N. de la T.)
[4] Protocolo que permite la conexión en red. (N. de la T.)
[5] Concepto matemático que permite representar mediante un gráfico la evolución de un sistema dinámico caótico. Ver «Teoría del caos» y «Geometría fractal». (N. de la T.)
[6]El perro Pif, conocido tebeo francés. (N. de la T.)
[7] Tren de Alta Velocidad. (N. de la T.)
[8] Partido Comunista Francés. (N. de la T.)
[9] En Sistema de política positiva, el filósofo Augusto Comte afirma que la Humanidad es el Gran Ser como «conjunto de los seres pasados, futuros y presentes que concurren libremente a perfeccionar el orden universal». (N. de la T.)
[10] Hipermercado del electrodoméstico; una especie de cadena Expert francesa. (N. de la T.)
[11] «¿Quién cabalga tan tarde en la noche y el viento? / Es el padre con su hijo…». Cita del poema «El rey de los alisos», Goethe. (N. de la T.)
[12] Alusión al «despertar ciudadano», título de portada del número anterior de Les Inrockuptibles (sobre el tema de los inmigrantes ilegales).
[13]«Te amo y no quiero perdierte». La autora de la carta comete un error ortográfico. (N. de la T.)
[14]«Tuyas, Ann-Katrin». (Otro error ortográfico). (N. de la T.)
[15] Expropietario del C. F. Olympique de Marsella, más tarde involucrado en diversos escándalos de financiación. Versión francesa de Jesús Gil. (N. de la T.)
[16] Nadeau editó la primera novela de Houellebecq. (N. de la T.)
[17] En francés, Nadeau se pronuncia «Nadó». De ahí el juego con un nombre que podría pertenecer a un personaje de El Señor de los Anillos. (N. de la T.)
[18] Una versión francesa del cantante Alejandro Sanz, con mucho éxito entre los quinceañeros. (N. de la T.)
[19] Solanas, que llegó a ser heroína de muchos grupos feministas, disparó en 1968 contra Andy Warhol, que encabezaba su lista de hombres con los que había que acabar. (N. de la T.)
[20] Cadena televisiva francoalemana, especializada en producciones culturales. (N. de la T.)
[21] Actriz teatral y cinematográfica francesa de la nouvelle vague, de dicción muy característica. (N. de la T.)
[22] Presentador de informativos en la televisión francesa. (N. de la T.)
Artículo aparecido en el número 22 (julio de 1992) de Letres françaises.
Jacques Prévert es uno de esos hombres cuyos poemas aprendemos en el colegio. Resulta que amaba las flores, los pájaros, los barrios del viejo París, etc. Pensaba que el amor alcanzaba su plenitud en un ambiente de libertad; en general, estaba más bien a favor de la libertad. Llevaba gorra y fumaba Gauloises; a veces la gente lo confunde con Jean Gabin; por otra parte, fue él quien escribió los guiones de El muelle de las brumas, Las puertas de la noche, etc. También escribió el guión de Los niños del paraíso, considerado su obra maestra. Todas éstas son buenas razones para aborrecer a Jacques Prévert; sobre todo si uno lee los guiones que Antonin Artaud escribió en la misma época y que nunca se rodaron. Es lamentable comprobar que ese repugnante realismo poético, cuyo principal artífice fue Prévert, sigue causando estragos, y que la gente se lo atribuye a Leos Carax como si fuera un halago (del mismo modo que Rohmer sería sin duda un nuevo Guitry, etc.). De hecho, el cine francés nunca se ha recuperado de la llegada del sonoro; acabará enterrado por su culpa, y bien está.
En la posguerra, más o menos en la misma época que Jean-Paul Sartre, Jacques Prévert tuvo un éxito enorme; a uno le impresiona, a su pesar, el optimismo de esa generación. En la actualidad, el pensador más influyente sería más bien Cioran. En aquella época escuchaban a Vian, a Brassens… Enamorados que se besuquean en los bancos públicos, boom de natalidad, construcción masiva de viviendas de protección oficial para alojar a toda aquella gente. Mucho optimismo, mucha fe en el porvenir y un poco de imbecilidad. Es evidente que nos hemos vuelto mucho más inteligentes.
Prévert tuvo menos suerte con los intelectuales. Sin embargo, sus poemas rebosan de esos estúpidos juegos de palabras que gustan tanto en Bobby Lapointe; pero es cierto que la canción es, como suele decirse, un género menor, y que hasta los intelectuales tienen que distraerse. Cuando abordan los textos escritos, su auténtico medio de sustento, se vuelven implacables. Y el «trabajo del texto», en Prévert, siempre es embrionario; escribe con nitidez y verdadera naturalidad, a veces incluso con emoción; no le interesan ni la escritura ni la imposibilidad de escribir; su gran fuente de inspiración es, ante todo, la vida. Así que, con pocas excepciones, se ha salvado de las tesis de tercer ciclo. No obstante, ahora ha entrado en la Pléiade, lo cual constituye una segunda muerte. Ahí está su obra, completa y fijada. Es una magnífica ocasión para preguntarse por qué la poesía de Prévert es tan mediocre, hasta el punto de que uno siente a veces, al leerla, una especie de vergüenza. La explicación clásica (porque su escritura «carece de rigor») es completamente falsa; en realidad, a través de sus juegos de palabras, de su ritmo leve y nítido, Prévert expresa a la perfección su concepción del mundo. La forma es coherente con el fondo, que es lo máximo que se puede exigir de una forma. Por otra parte, cuando un poeta se sumerge hasta ese punto en la vida, en la vida real de su época, juzgarle según criterios meramente estilísticos sería un insulto. Si Prévert escribe, es porque tiene algo que decir; eso le honra. Desgraciadamente, lo que tiene que decir es de una estupidez sin límites; a veces da náuseas. Hay chicas bonitas y desnudas, hay burgueses que sangran como cerdos cuando los degüellan. Los niños son de una inmoralidad simpática, los gamberros son seductores y viriles, las chicas bonitas y desnudas entregan su cuerpo a los gamberros; los burgueses son viejos, obesos, impotentes, están condecorados con la Legión de Honor, y sus mujeres son frígidas; los curas son orugas viejas y asquerosas que inventaron el pecado para impedir que vivamos. Ya sabemos todo esto; podemos preferir a Baudelaire. O incluso a Karl Marx, que por lo menos no se equivocó de diana al escribir que «el triunfo de la burguesía ha ahogado los estremecimientos sagrados del éxtasis religioso, del entusiasmo caballeresco y del sentimentalismo barato bajo las aguas heladas del cálculo egoísta». La inteligencia no ayuda en absoluto a escribir buenos poemas; sin embargo, puede impedir que uno escriba poemas malos. Jacques Prévert es un mal poeta, más que nada porque su visión del mundo es anodina, superficial y falsa. Ya era falsa en su época; ahora deslumbra por su nulidad, hasta el punto de que toda su obra parece derivarse de un tópico gigantesco. A nivel filosófico y político Jacques Prévert es, sobre todo, un libertario; es decir, fundamentalmente, un imbécil.
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