Lorenzo Silva - Donde uno cae
Aquí puedes leer online Lorenzo Silva - Donde uno cae texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2019, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
Novela romántica
Ciencia ficción
Aventura
Detective
Ciencia
Historia
Hogar y familia
Prosa
Arte
Política
Ordenador
No ficción
Religión
Negocios
Niños
Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.
- Libro:Donde uno cae
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2019
- Índice:3 / 5
- Favoritos:Añadir a favoritos
- Tu marca:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Donde uno cae: resumen, descripción y anotación
Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Donde uno cae" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.
Donde uno cae — leer online gratis el libro completo
A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Donde uno cae " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.
Tamaño de fuente:
Intervalo:
Marcador:
Ver lo ínfimo se llama iluminación.
LAO ZI, Tao Te King
Solo por mor de los desesperanzados
nos ha sido dada la esperanza.
WALTER BENJAMIN,
«Las afinidades electivas» de Goethe
Aférrate a tu sentido del humor.
Lo necesitarás todos los días.
T. E. LAWRENCE, 27 Articles
No hemos aprendido a vivir.
JOSÉ LUIS SAMPEDRO
Esta puerta era solo para ti.
Ahora me voy y la cierro.
FRANZ KAFKA, El proceso
Acusar a los demás de los infortunios propios
es un signo de falta de educación.
EPICTETO
No hace falta inventarse nada.
Hay fragmentos de grandes libros en todas partes.
En cada persona.
SVETLANA ALEXIÉVICH, Los muchachos de zinc
La interpretación de la vida
depende del estilo.
J. M. CABALLERO BONALD, Examen de ingenios
¿Qué es lo que os ha pasado,
ilustrísimos persas,
para que pretendáis con tanto afán esta perdición?
PROCOPIO DE CESAREA, Guerras, VIII, 12, 4
Para Noe, compañera de estas
(y tantas otras) perplejidades
Para Noemí, testigo de todos los cuentos
Para mi amigo Yusuf García M.,
con un guiño cómplice
Para José Luis Sampedro,
in memoriam
Para Paula, que apareció mientras
pasaba todo esto
Para Joaquín Palacios y José Caro,
que sí que saben
Para Pablo, que va a hacerse lector,
algún día
Para ti, lector que,
pudiendo no hacerlo,
decides sostener al autor
Para Núria, cuyo estilo no conoce tregua
Para Laura,
que eligió, sensata,
dibujar el mundo
2009-2010
2010-2011
2011-2012
2012-2013
2013-2014
2014-2015
2015-2016
2016-2017
2017-2018
2018-2019
—Mira, Sammy, si mandamos este informe así ya podemos irnos buscando empleo. Y te aseguro que no vamos a encontrarlo en un lugar con unas vistas tan estupendas.
Noto que a Samantha le duele mi observación. Por un momento me siento cruel e injusto. A fin de cuentas, ella no tiene la culpa de que los de Frankfurt esperen nuestro informe para antes de las tres y media (hora alemana) ni tampoco de que apenas nos hayan dado un día para prepararlo. Pero esta es la vida que los dos hemos elegido, y no la ayudaré a prosperar si me compadezco de ella o la protejo de los ogros. Tiene que acostumbrarse; el mundo es un lugar jodido.
—Joe, Willi Klein al teléfono —me grita Shauna, desde su mesa.
—Mierda, el que faltaba.
Sopeso si pedirle a Shauna que le dé una excusa al hombre que me persigue. Comprendo que es inútil. Le pido a Samantha:
—Hazle los retoques que te he dicho. Y ándate con mil ojos con los números, que no vamos a tener tiempo para revisarlos.
A mi ayudante le escuece la advertencia, que le deja bien clara mi falta de fe en su meticulosidad. Cojo el teléfono.
—Guten Tag, Willi.
—¿Lo tenéis? —me urge la voz con acento alemán, sin perder un segundo para saludarme.
—Un borrador. Lo estamos puliendo.
—Lo necesito ya. Echa lo que tengas al correo electrónico.
—¿Qué hora es ahí?
—Las tres menos cuarto, casi —responde, nervioso.
—Me dijiste antes de las tres y media.
—Esto cambia rápido, Joe, no hace falta que te explique. Si no lo tengo antes de cinco minutos es como si no lo tuviera.
Se supone que me pagan por saber siempre qué hacer y qué decir. Pero, por un momento, siento que el tiempo se detiene y que en ese instante quedo despojado de cualquier capacidad de reacción. Miro al otro lado de la ventana, a esta luminosa mañana de septiembre en Nueva York. Veo los transbordadores que surcan el Hudson, las paredes plateadas de la torre norte. La primera vez que vine a esta oficina del piso 91 y vi la ciudad tendida a mis pies, pensé que iba a trabajar en la cima del mundo. Y me acordé del suburbio polaco de Milwaukee donde nací, y del camino que había recorrido entre medias (mendigando becas, despachando pizzas, hamburguesas, bagels, etcétera). Aquel otro Joseph Korzeniowski, el que salió de Cracovia en 1937, con una mano delante y otra detrás, nunca hubiera imaginado que su nieto ganaría más de cien mil pavos al año antes de cumplir los treinta…
Lo veo antes de oírlo. Una fracción de segundo, infinita, hasta que llega el estruendo. El temblor. Algo acaba de reventar la torre norte. Lo pienso antes de comprenderlo. Luego oigo chillar a Shauna y veo a Samantha, que tropieza con su mesa y no cae de milagro.
—Joe —suena la voz de Willi en el auricular—. Joe, pero qué c…
No sé si he cortado yo la comunicación o se ha cortado sola. Observo lo que ocurre enfrente, tan cerca. El estallido de fuego y cristal, el humo oscuro. Shauna sigue chillando y a Samantha parece que le hubieran desconectado el cerebro. De otros departamentos llegan gritos. A través de la puerta entreabierta veo cómo algunos se acercan hacia los ventanales, temerosos y a la vez sin poder evitarlo. Hago lo mismo.
—Esos jodidos bastardos —aúlla Shauna—. ¡Lo han hecho, joder, lo han hecho! Como en el 93, pero esta vez lo han conseguido.
Se vuelve hacia mí. Me escruta, furiosa. Noto, en el fuego de sus ojos, que en este momento no reconoce en absoluto mi jefatura sobre ella. Nunca le he sido muy simpático, y siempre ha estado convencida de que me vería caer, como ha visto caer antes a otros chicos listos que pasaron por aquí. Pero ahora no me odia por nada personal. Me odia porque tiene que odiar a alguien.
El espectáculo resulta increíble. La torre norte es una gigantesca antorcha que suelta a borbotones un humo siniestro.
—Tenemos que largarnos, enseguida —vuelve en sí Shauna, y empieza, atropelladamente, a recoger sus pertenencias.
—No nos pongamos nerviosos —digo—. Si es necesario, ya nos darán la orden de evacuación. Las torres son independientes.
Shauna menea la cabeza.
—Estás idiota. ¿Quién te dice que no han puesto otra bomba aquí?
—¿Dos bombas? Ya les habrá costado bastante poner una —razono, no sé si queriendo convencerla a ella o a mí mismo.
—¿Ha sido una bomba? —pregunta Samantha, incrédula.
—Mientras seguís charlando, yo me voy —se despide Shauna.
Samantha y yo la vemos desaparecer en el pasillo. Pasan otras personas, en ambas direcciones. Llevan la mirada extraviada, alguno se asoma, parece que va a preguntar algo, vuelve a irse.
—¿Qué está pasando, Joe? —murmura Samantha.
—No lo sé —confieso.
—¿Qué hacemos?
Shauna ya ha dejado de ser asunto mío, pero comprendo, al mirarla, que Samantha hará lo que yo le diga. Y eso no es precisamente un alivio.
—Quizá Shauna tenga razón —admito—. Habrá que irse, por si acaso.
—¿Y el informe?
El informe. Willi. Lo imagino, en uno de esos grises mediodías de Frankfurt. Con los ojos fijos en la pantalla esperando que le entre el email. Eso, por lo menos, es algo concreto, un terreno que domino.
—Cógelo tal y como está y mándaselo por correo electrónico. Podemos perder quince segundos más.
Mi voz ha sonado firme. Como me gusta hacerla sonar. Haber tomado la decisión, las dos decisiones (mandar el informe deficiente, abandonar luego el despacho), me reconforta.
Samantha se sienta en su ordenador y maniobra con el ratón. Lo hace con rapidez, sin titubeos. De pronto, la veo fruncir la nariz.
—Pasa algo. No conecta.
—Prueba otra vez —le digo, mientras me pongo la chaqueta y cierro mi ordenador.
Página siguienteTamaño de fuente:
Intervalo:
Marcador:
Libros similares «Donde uno cae»
Mira libros similares a Donde uno cae. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.
Discusión, reseñas del libro Donde uno cae y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.