Leonard Susskind - La guerra de los agujeros negros
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- Libro:La guerra de los agujeros negros
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2009
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La guerra de los agujeros negros: resumen, descripción y anotación
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La guerra de los agujeros negros — leer online gratis el libro completo
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E stoy muy agradecido a muchas personas por su ayuda en llevar a término este libro. Mi agente, John Brockman, fue, como siempre, una fuente de sabiduría y buenos consejos. A todas las personas en Little, Brown que trabajaron tan duro —Geoff Shandler, Bárbara Jatkola, Karen Landry y Junie Dahn— me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento.
También estoy en deuda profunda con Stephen Hawking y Gerard ‘t Hooft por muchos años de amistad, y por la extraordinaria y estimulante experiencia que hizo posible este libro.
Se cierra el círculo
E n 2002 Stephen Hawking llegó a su sexagésimo aniversario. Nadie pensaba que lo haría, y menos que nadie sus doctores. El acontecimiento merecía una gran celebración, una fiesta de cumpleaños realmente grande, y por eso me encontré una vez más en Cambridge, junto con centenares de personas —físicos, periodistas, estrellas de rock, músicos, una imitadora de Marilyn Monroe, bailarinas de cancán— y grandes cantidades de comida, vino y licores. Fue un suceso mediático gigantesco, y estuvo acompañado de una seria conferencia de física. Todo aquel que fue alguien en la vida científica de Stephen dio una charla, incluido el propio Stephen. He aquí un breve extracto de la mía.
Stephen, como todos sabemos, es con mucho la persona más tozuda e irritante en el universo. Creo que mi propia relación científica con él puede ser calificada de conflictiva. Hemos discrepado profundamente sobre cuestiones concernientes a agujeros negros, información y todo ese tipo de cosas. A veces ha hecho que me tirase de los pelos por la frustración… y ustedes pueden ver el resultado. Puedo asegurarles que cuando empezamos a discutir hace más de dos décadas, mi cabeza estaba llena de pelo.
En este momento, pude ver a Stephen en la parte trasera del auditorio con su sonrisa malévola. Continué:
Puedo decir también que, de todos los físicos que he conocido, él es quien más ha influido sobre mí y mis ideas. Casi todo en lo que he estado pensando desde 1983 ha sido, de una forma u otra, en respuesta a su pregunta profundamente perspicaz sobre el destino de la información que cae en un agujero negro. Aunque creo firmemente que su respuesta era equivocada, la pregunta, y su insistencia en una respuesta convincente, nos ha obligado a replantear los fundamentos de la física. El resultado es un paradigma completamente nuevo que ahora está tomando forma. Es para mí un profundo honor estar aquí para celebrar las trascendentales contribuciones de Stephen, y especialmente su magnífica tozudez.
Lo decía de corazón.
Sólo recuerdo otras tres charlas. Dos de ellas eran de Roger Penrose. No recuerdo por qué Roger dio dos charlas, pero lo hizo. En la primera, él argumentó que la información tiene que perderse en la evaporación de un agujero negro. Los argumentos eran los originales que Stephen había elaborado veintiséis años antes, y Roger mantenía que ambos, él y Stephen, seguían creyendo en ellos. Quedé sorprendido, puesto que por lo que a mí me concierne (y a cualquiera que haya seguido los recientes desarrollos), la teoría matriz, el descubrimiento de Maldacena y los cálculos de entropía de Strominger y Vafa han puesto fin a la cuestión.
Pero en su segunda charla, Roger mantuvo que el principio holográfico y el trabajo de Maldacena estaban basados en una serie de equívocos. Dicho simplemente, su argumento era, «¿Cómo iba a ser posible que la física, en más dimensiones, pueda describirse mediante una teoría en menos dimensiones?». Creo que él no había pensado en ello con suficiente detenimiento. Roger y yo hemos sido amigos durante cuarenta años, y sé que él es un rebelde, siempre en contra del saber estándar. No debería haberme sorprendido que estuviese llevando la contraria.
La otra conferencia que ha calado en mi memoria fue la de Stephen, y no por lo que él dijo, sino por lo que no dijo. Recordó brevemente los hitos de su carrera —cosmología, radiación de Hawking, tiras cómicas excelentes— pero no hizo una sola mención a la pérdida de información. ¿Podría ser que estuviera empezando a dudar? Imagino que sí.
Luego, en una conferencia de prensa en 2004, Hawking anunció que había cambiado de opinión. Sus investigaciones más recientes, decía Stephen, habían resuelto finalmente su propia paradoja: parece que, después de todo, la información escapa de los agujeros negros y finalmente sale en los productos de la evaporación. De algún modo, según Stephen, el mecanismo había sido pasado por alto durante todo este tiempo, pero finalmente él lo había identificado e iba a informar de sus nuevas conclusiones en una próxima conferencia en Dublín. Los medios de comunicación estaban alertados, y había una gran expectación por la conferencia.
Los periódicos informaron también sobre que Stephen iba a pagar una apuesta que había hecho con John Preskill (el que me había provocado cierta inquietud en Santa Bárbara con su ingenioso experimento mental). En 1997 John había apostado con Stephen que la información escapaba de los agujeros negros. El pago era una enciclopedia de béisbol.
Muy recientemente supe que en 1980 Don Page había hecho una apuesta similar con Stephen. Como yo sospechaba por la charla de Don en Santa Bárbara, él siempre había sido escéptico respecto a la afirmación de Stephen. El 23 de abril de 2007, dos días antes de que yo escribiera este párrafo, Stephen reconoció formalmente que había perdido. Don tuvo la amabilidad de enviarme una fotocopia del contrato original —una apuesta de una libra británica contra un dólar estadounidense— junto con la concesión firmada de Stephen. La mancha negra al final es la huella del pulgar de Stephen.
¿Qué pasó en la conferencia de Stephen? No lo sé; no estuve allí. Pero un artículo posterior, escrito varios meses después, daba los detalles. No eran muchos: una breve historia de la paradoja, una descripción farragosa de algunos de los argumentos de Maldacena y una tortuosa explicación final de cómo todo el mundo había tenido razón desde el principio.
Pero no todo el mundo había tenido razón.
Durante los últimos años hemos visto algunos argumentos extraordinariamente polémicos disfrazados de debates científicos, pero en realidad son sólo rencillas políticas. Incluyen disputas sobre el diseño inteligente; sobre si el calentamiento global esta ocurriendo realmente, y si es así, si lo provoca el hombre; sobre el valor de los costosos sistemas de defensa mediante misiles; e incluso sobre la teoría de cuerdas. Sin embargo, no todos los debates científicos son polémicos, afortunadamente. Ocasionalmente se manifiestan diferencias de opinión reales sobre cuestiones sustantivas, lo que lleva a nuevas ideas, o incluso cambios de paradigma. La guerra de los agujeros negros es un ejemplo de un debate que nunca fue agrio, aunque implicaba genuinas diferencias de opinión sobre principios científicos en conflicto. Aunque la cuestión de si la información se pierde en los agujeros negros era inicialmente una cuestión de opinión, la opinión científica ha convergido generalmente en torno a un nuevo paradigma. Pero incluso si la guerra original ha terminado, dudo que hayamos sacado todas las consecuencias de sus importantes lecciones. El cabo suelto más perturbador de la teoría de cuerdas es cómo aplicarla al universo real. El principio holográfico fue confirmado de manera espectacular por la teoría de Maldacena del Espacio anti De Sitter, pero la geometría del universo real no es un Espacio anti De Sitter. Vivimos en un universo en expansión que, en todo caso, es más parecido a un Espacio De Sitter, con sus horizontes cósmicos y universos de bolsillo burbujeantes. De momento nadie sabe cómo aplicar la teoría de cuerdas, el principio holográfico, u otras lecciones sobre los horizontes de agujeros negros a los horizontes cósmicos, pero es probable que las conexiones sean muy profundas. Mi conjetura es que estas conexiones están en la raíz de muchos enigmas cosmológicos. Algún día espero escribir otro libro explicando cómo acaba todo esto, pero no creo que sea pronto.
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