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José Ignacio Cruz - Prietas las filas

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José Ignacio Cruz Prietas las filas

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Las Falanges Juveniles de Franco fueron creadas en 1942 como la organización - photo 1

Las Falanges Juveniles de Franco fueron creadas en 1942 como la organización juvenil del régimen y tenían como objetivo la socialización de sus integrantes en el ideario nacional-sindicalista. En 1960 fueron sustituidas por la Organización Juvenil Española (OJE), y ese cambio se llevó a cabo mediante un complicado proceso, en un contexto en que el franquismo intentaba abandonar sus rasgos más duros.

José Ignacio Cruz Prietas las filas Las Falanges Juveniles de Franco ePub r10 - photo 2

José Ignacio Cruz

Prietas las filas

Las Falanges Juveniles de Franco

ePub r1.0

Titivillus 25.07.15

Título original: Prietas las filas

José Ignacio Cruz, 2012

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

La guardia del mañana LA GUARDIA DEL MAÑANA Somos flechas la guardia del - photo 3

La guardia del mañana

LA GUARDIA DEL MAÑANA

Somos flechas, la guardia del mañana

que en los luceros su puesto tienen ya.

Los camaradas caídos nos esperan

y el santo y seña Falange nos lo da.

Estrofa de la canción «La guardia del mañana»

Del cancionero de las Falanges Juveniles de Franco

Pese a lo que pudiera parecer por la responsabilidad que asumieron durante todo el franquismo, la atención a la juventud no fue uno de los objetivos de la primitiva Falange Española en los años previos a la Guerra Civil. Incluso puede afirmarse sin temor a cometer ninguna apreciación errónea, que no preocupó, ni poco ni mucho, a sus dirigentes y militantes. Desde su fundación en 1933, y durante toda la II República, la Falange fue un partido con escasos afiliados, cuyas principales actividades se centraron en las iniciativas de proselitismo, las tareas de propaganda y los actos de defensa y ataque frente a los grupos de izquierda que intentaban impedir por todos los medios la consolidación de núcleos de ideología fascista. En ese periodo de la historia falangista protagonizado por los «camisas viejas», no se conoce ninguna iniciativa específica hacia los niños o los jóvenes como tales. Con posterioridad, una vez finalizada la Guerra, existió la tentación de crear una cierta leyenda en torno a la figura del «flecha» Jesús Hernández Rodríguez, estudiante de bachillerato muerto por un disparo el 27 de marzo de 1934 en un enfrentamiento con militantes socialistas, cuando contaba quince años de edad. Pero como demostró en su momento Sáez, Jesús Hernández no era un flecha en el sentido estricto del término —de hecho, en 1934 ni siquiera existía tal categoría en la organización, ni en el vocabulario, ni en el imaginario falangista— sino un militante de la Falange, muy joven, pero militante con todas las consecuencias, que acompañaba a otros falangistas en una de las acciones de propaganda y castigo tan característica de aquellos días.

Falange y los jóvenes

FALANGE Y LOS JÓVENES

Por tanto, la creación y consolidación de intervenciones específicas destinadas a la juventud no surgieron en las filas falangistas durante los años de la II República, sino en plena Guerra Civil. Se trató de un elemento sustancial de la política de juventud, que se fue gestando casi al mismo tiempo que el propio franquismo iba dando sus primeros pasos como régimen político. Esta fue plasmándose en cuanto el conglomerado de fuerzas —políticas, sociales, militares, religiosas, etc.— que habían apoyado la sublevación contra la República, se vieron forzadas a dotarse de una estructura político-administrativa para hacer frente a las necesidades que a medio y largo plazo planteaba la prolongación de la Guerra y la consiguiente necesidad de organizar un «nuevo estado» opuesto al republicano. Desde la perspectiva cronológica, puede considerarse un primer punto de partida el proceso de unificación llevado a cabo en abril de 1937, el cual situó a la Falange en un lugar privilegiado de la estructura política del régimen. En tal momento, y no antes —aunque pudieran existir iniciativas previas de ámbito local o regional—, es cuando algunos responsables falangistas comenzaron a plantearse con cierta intensidad lo que significaba organizar una plataforma amplia de encuadramiento infantil y juvenil con implantación en todo el territorio sublevado, y empezaron a preocuparse por dotarla de los mecanismos de todo tipo que una organización de tal envergadura precisaba.

Curiosamente, si Falange llegó al proceso de unificación política del 1937 sin casi experiencia en el terreno de las iniciativas específicamente juveniles, no sucedió lo mismo con otros grupos y partidos afectados por tal medida. Así, por ejemplo, la Comunión Tradicionalista contaba desde antiguo con un sistema integral de encuadramiento, en el cual la infancia y la juventud tenían su propio espacio. Si los hombres del carlismo constituían los requetés y las mujeres se organizaban como «margaritas», los niños y jóvenes, a su vez, formaban unidades de «pelayos». Como tales, contaban con uniformes, himnos, programa de actividades, e incluso con alguna publicación periódica especialmente destinada a ellos. Elementos todos ellos que conformaban un espacio específico dentro de la estructura organizativa, las redes de socialización y el universo simbólico del carlismo.

Además de la organización infantil tradicionalista, la Confederación Española de las Derechas Autónomas (CEDA), otra de las organizaciones políticas con fuerte implantación en los años de la República y una cierta continuidad en el franquismo, también tuvo estrechos vínculos con otra organización juvenil. Me estoy refiriendo a los Scouts Hispanos, asociación de orientación católica creada en 1934 en Madrid por el sacerdote Jesús Martínez y que llegó a contar con seguidores en otras ciudades. Así mismo, la CEDA contaba en su estructura de partido con su propia organización juvenil, las Juventudes de Acción Popular (JAP), e incluso con unas secciones infantiles constituidas por niños a los que se denominaba «rayos».

Independientemente de esas consideraciones en relación con las organizaciones juveniles existentes entre las fuerzas que apoyaron la sublevación, el hecho que resulta de mayor relevancia es que, dentro del peculiar reparto de las diversas parcelas político-administrativas del naciente estado franquista, la política juvenil recayó en manos falangistas. Y estos acometieron la tarea bastante ayunos de experiencias sobre todo lo que significaba el universo juvenil. Lo que, en mi opinión, no ha sido suficientemente subrayado, pese a que tuvo destacadas consecuencias, como se comprobará en las páginas siguientes.

Si apenas contaban con experiencia previa, ni tampoco aportaban una organización más o menos sólida, y además existían otras alternativas que sí podían presentar alguno de esos avales, la cuestión surge de inmediato. ¿Cuáles fueron las razones que llevaron a otorgar a la Falange el protagonismo fundamental de la política de juventud frente a las restantes opciones? Se trata de una cuestión esencial que, si se responde con cierto detalle, permite comprender más cabalmente tanto señalados factores externos que la condicionaron con intensidad como importantes elementos internos. Una referencia más que anima a contemplar con detalle ese proceso fundacional es que no se trató de una decisión con escaso recorrido. Todo lo contrario, no debe olvidarse que durante casi cuatro décadas —toda la duración del régimen franquista— la política de juventud estuvo siempre bajo la responsabilidad de los grupos falangistas.

Volviendo al inicial planteamiento sobre las razones por las que estos asumieron esa parcela en concreto, un primer factor que hay que contemplar nos lleva a la situación política interna. Más concretamente, a la correlación de intereses entre las fuerzas franquistas. A pesar de que al comienzo de la Guerra sumaban escasos militantes, los falangistas se habían destacado en los primeros meses de la contienda, promoviendo numerosas iniciativas de movilización en pro de la «causa nacional». Tanto en el frente de batalla como en retaguardia, muchos hombres y bastantes mujeres encuadrados en la militancia falangista apoyaban el esfuerzo bélico de muy diferentes maneras. Milicias, servicios de apoyo en el frente y en la retaguardia, actividades de propaganda y movilización, organizadas todas ellas por la Falange, se multiplicaban por doquier. No cabe la menor duda de que su contribución destacaba entre los distintos grupos que integraban la «España nacional», hasta llegar a constituir un elemento identitario de primer orden.

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